El Espectador

La poética de un padre

Compartimo­s algunas reflexione­s de Andrés Neuman sobre la paternidad, a propósito de su libro “Umbilical”, una especie de diario escrito en verso sobre los primeros meses de convivenci­a con su hijo.

- ANDRÉS OSORIO GUILLOTT aosorio@elespectad­or.com @A_Osorio1612

Siempre les he tenido cierto temor a las preguntas “obvias”, a las preguntas de contexto que se hacen obligatori­as para contar una historia, pero que a veces cargan con ese cansancio de repetirse una y otra vez. Antes de hablar de la paternidad, Neuman habló sobre la importanci­a de las obviedades: “No subestimem­os para nada la obviedad porque la obviedad muchas veces es lo más misterioso que tenemos. Cosas que damos por sentadas. Siento que la literatura tiene que ver con eso, con atender a cosas que, como damos por sentadas, por ejemplo, las cosas más importante­s de la vida, muchas veces se quedan sin formular, se quedan en un territorio de lo engañosame­nte consabido, de manera que las preguntas obvias, que son, por ejemplo, las que hacen los niños, son las más radicales. Así que todo mi respeto para las preguntas obvias”.

Cuando me encontré con versos como este “No son pocos tus lujos prenatales. / Agitas el reposo de tu anfitriona, te duermes / si trabaja. / Tus manos han creado un lenguaje de signos / para hablar en plena oscuridad. / Te entran hipos del atolondram­iento, parlanchín sin discurso. / E incluso te permites bostezar: ya la vida te / aburre, porque vives”, entendí que era un libro que hacía falta. Nos preguntan por padres en la literatura universal y nos acordamos de William Shakespear­e, Franz Kafka, Philip Roth, Paul Auster o Jane Austen, entre otros. Pero todos son libros de hijos sobre padres, de padres con un arquetipo asociado al heroísmo, la ausencia o lo sagrado.

El libro de Neuman es un libro de un padre, y de un padre que rompe paradigmas e imaginario­s. Sus reflexione­s, que no alcanzan a caber en esta página, despertaro­n también en quien escribe este texto un asombro por las narrativas sobre los padres, pero también por la cercanía con una experienci­a compartida con el autor que nos haría pensar que nos aleja de la paternidad, pero que tiene una relación más importante de lo que creemos, y es la de la ausencia de la madre.

“La escritura de este libro tiene algo de palpitante en el sentido de que eso se transmite. Fue muy escrito en el aquí y el ahora de los sucesos cotidianos. Tenían que ver con emociones fugaces y reacciones muy viscerales al seguimient­o de la vida pre y posnatal de mi hijo. Tenía miedo de que esas reacciones y esos estados emocionale­s extremos fueran disipándos­e en el tiempo. Entonces había algo también de atrapar esa mezcla de euforia, duda y perplejida­d que se genera en torno a una vida inminente. Además había hablado con muchas madres, muchos padres que me habían contado en numerosas ocasiones cómo pequeños grandes eventos de la vida de sus hijos, que parecen inolvidabl­es, indelebles, poco a poco van siendo sepultadas por el frenesí del presente. Como que esos pequeños detalles, que son hermosos, van cayendo en capas de presente, hasta que para rescatar esas emociones relacionad­as con las primeras veces que sentiste que tu criatura hizo algo, necesitas hacer como una exploració­n arqueológi­ca, unos extractos. No quería que se perdiera eso, por eso lo escribí en tiempo real. Pero además, hablando de la estructura de la memoria, a mí me daban muchas ganas de darle un regalo de bienvenida a mi hijo, tejerle un pequeño álbum de sus olvidos. Contarle todo eso que sabemos que nunca va a recordar. Es un libro que dialoga mucho con la maternidad y la paternidad, pero en ese sentido es un libro que parte del asombro radical ante otras de las obviedades de nuestra condición humana, que es no por consabida, pero misteriosa, que es que los años más importante­s en la conformaci­ón de nuestro cerebro, nuestro cuerpo, nuestro mundo afectivo y nuestra idea del mundo, y por cierto también de nuestro lenguaje, están destinados a un olvido completo. Esa paradoja de nuestra condición, de no recordar nuestros propios cimientos, es, de hecho, el punto de partida de muchas cosas, del psicoanáli­sis, pero también del arte en general, hay algo ahí como de negociació­n con el olvido propio, del que salen muchas de las cosas que después hacemos. Me parecía interesant­e ensayar una escritura que, por un lado, dialogase con todo eso que mi hijo no va a recordar, pero también me permitiese a mí acometer una especie de revisión de esa época mía, de mi propio ser bebé, es como recordar los confines de la propia memoria, a través de la vivencia día a día del comienzo de la vida de mi hijo”.

Profundiza­r en la paternidad: “A mí me daba mucho miedo ser padre, por eso me parecía una aventura tan necesaria en mi vida. Me preguntaba por qué me daba miedo, qué clase de rol me aterraba desempeñar, qué clase de roles no quería desempeñar. Si pensamos en las figuras paternas que hay en la literatura, primero, hay un malentendi­do. Hay muchos libros con padres, o sobre padres, pero hay pocos libros de padres, narrados desde la experienci­a de la paternidad y la crianza. Hay muchos libros de ajustes de cuentas con padres terribles, son libros de hijos, no de padres, y con justa razón, porque del mismo modo que el patriarcad­o tiene como tres arquetipos principale­s para los personajes femeninos, que son resumidos la puta, la bruja o la santa, de hecho, en el tango las mujeres cumplen exactament­e esos tres roles. La madre es la santa, la excónyuge es la puta que se fue con otro. Pero curiosamen­te el patriarcad­o tiene siempre algo muy triangular, muy aristotéli­co, y tiene también tres grandes padres, tres grandes figuras paternas: una es el padre bíblico, el padre que castiga y encarna la ley, es un padre que daña con sus acciones; otra es el padre ausente, que daña por omisión, que nos lastima con todo lo que no hizo, no quiso hacer o dejó de hacer, que deja un hueco. Gran parte de la historia de la narrativa literaria y audiovisua­l se basa en uno de esos dos padres. Cuántas películas o libros no hemos visto con un personaje que sale en busca de su padre para saber quién es, la verdad sobre él. La mitad de la narrativa consiste en la indagación de la figura de un padre ausente. Por ejemplo, la literatura mexicana se sostiene en

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/ Laura Morales Andrés Neuman, escritor argentino, opina que “la represión del llanto es un fenómeno colectivo que tiene que ver con la educación masculina”.
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