La desventurada Buenaventura
NO CESAN LOS PROBLEMAS EN EL BEllo puerto del mar. Cuando no son la violencia y la corrupción, es el desempleo. Cuando no es la crisis hospitalaria, es la falta de aulas escolares. En fin, cuando no es una cosa mala es otra peor y así se la pasan, sobreviviendo a punta de promesas incumplidas que generan, con razón, airadas protestas.
Y ahora, para colmo de males, la carretera al Mar, que parte del oeste de Cali, presenta unos derrumbes entre Dagua y Loboguerrero
que han interrumpido el paso. Los vehículos tienen que utilizar la carretera Buga-Calima-Loboguerrero, causando una congestión descomunal que retrasa las operaciones portuarias, hoy convertidas en un caos total. Se habla de ingentes esfuerzos para restablecer el tránsito, pero el invierno no cede y cada vez es más difícil la remoción de tierras.
También ha surgido otro problema de características dramáticas y son los bloqueos que están paralizando el tránsito de manera sistemática. Se trata de manifestaciones de las comunidades indígenas que residen en los corregimientos de La Delfina y Cisneros. Protestan por el incumplimiento del Estado ante la catástrofe del invierno que ha derruido sus viviendas y cultivos. Los bloqueos han ocasionado pérdidas al nodo portuario superiores a los $50.000 millones.
De nada han servido las tales mesas de negociación. Mucho bla, bla, bla y todo termina en cajas destempladas de los unos y los otros. Como no se puede utilizar la fuerza pública para despejar la carretera porque hay mujeres , niños y ancianos, la presión que están ejerciendo les ha dado resultado: o les conceden lo que quieren o “cabras dan leche”.
A decir verdad, lo que exigen es bien carnudo, por no decir imposible, y el Estado no está en capacidad de acceder a ese chantaje. Lo único sería, como ha pasado por años en el Cauca, firmar documentos chimbos con promesas ídem que de antemano ya se sabe que no se van a cumplir.
¿Qué sucederá? Como dicen por ahí: “Siguiente pregunta”.