Un libro que es un ladrillo y no es “un ladrillo”
HAY UN LIBRO QUE ES UN LADRILLO, que tiene nombre de Juan pero es un pueblo. Este pueblo se presenta como Frío pero es de clima templado. Tampoco es pueblo, es corregimiento, vereda, con 2.000 habitantes cercanos a Villa del Rosario y a Cúcuta. Queda entre dos países, Colombia y Venezuela, como las dos partes enrevesadas de que consta este libro.
El libro, de gruesas pastas carmelito barroso, tiene bordes de páginas irregulares, parece terminado a machetazos. Es ladrillo porque la historia de Juan Frío, en él recogida, incluye fabricación ancestral de ladrillos en el chircal, mezcla de greda y agua secada por la energía del fuego.
A esta combustión fueron sometidos también los habitantes, que relatan un sacrificio y una resurrección. Así declara su intención el autor cucuteño, Juan —¡otro Juan!— Carvajal Franklin: “De esta manera poetizada y sutil (símbolo y analogía) es dable ver lo que no se ve … y rebelarse en contra de valores unidimensionales”.
¿En qué consistió el martirio de Juan Frío? Lo cuenta este libro, no solo en palabras sino en alargados y distorsionados dibujos en tinta negra con títulos como “Se la saboreó la guerra”, “Ahí cayó el muchacho que habían torturado ese día”, “Las piernas no son del cuerpo, las manos son de otro cuerpo”, “Luego totiaron o dieron bala”.
Las figuras dan escalofrío. Son resultado de ocho meses del taller “De los cuatro elementos”, apoyado por la Comisión de la Verdad, en el que participaron en juntanzas un grupo de víctimas de atrocidades y otro de responsables de las mismas. No fue una audiencia legal sino un sinceramiento, un encuentro de posguerra.
Todo empezó en 1995 con la llegada del ELN, continuó en 2000 cuando Salvatore Mancuso y Carlos Castaño convocaron a Jorge Iván Laverde, el Iguano, para que llevara y comandara a los paramilitares en Juan Frío y la frontera con Venezuela. Estos se desmovilizaron en 2004, cuando retornó el ELN y entraron las bacrim.
El Libro ladrillo de Juan Frío (Cúcuta, agosto de 2022) cuenta la catástrofe que significó la llegada de la guerra. Los hornos de la greda acondicionados para crematorios humanos, el fronterizo río Táchira trocado en “río de los cuerpos”, los cadáveres que “nunca bajan completos”, la mujer que “sueña que su hombre duerme en un acuario”.
Por fortuna el tomo no es un ladrillo, un aburrido listado de torturas. Juan Carvajal es escritor, editor, posgraduado en Barcelona en filología y artes plásticas. Consigue estremecer con esta obra, que incluye voces, dibujo, acuarela, dibujo digital sobre fotografías, pestañas de colores. Su publicación es apoyada por la Cooperación Alemana.
He aquí la declaración final del Iguano: “Soy responsable de sus lágrimas … Hoy no alcanzamos ni a identificar qué es lo que había en nuestras cabezas, estábamos cegados por una guerra absurda … Y créanme que esto ha sido lo más vergonzoso que he podido vivir y hasta los últimos días de mi vida lo llevaré con vergüenza”.