¿Ofrecerle negociar a Petro?
LUEGO DE OBTENER LA PRESIDENCIA Gustavo Petro le ofreció al establecimiento un pacto social. Nueve meses después reorganizó el gabinete acusando a los partidos tradicionales de no aceptar el pacto y querer bloquear sus reformas en el Congreso. Después señaló que era evidente que el establecimiento económico no aceptaba hacer cambios.
Petro ve una oposición cerrada a sus propuestas reformistas y entiende que el establecimiento que rechazó hacer reformas en el gobierno anterior y que se unió, primero, detrás de un candidato continuista y, luego, de uno populista para atajarlo electoralmente se ha vuelto a unir para atajarlo en el Congreso con los partidos tradicionales y en la opinión pública con buena parte de los medios de comunicación. No reconoce que quizás midió la voluntad de pactar del establecimiento muy pronto, con la reforma a la salud, que pudo haber sido mejor no presentarla de primera porque es un sistema tan delicado que reformarlo integralmente genera zozobra. En los 90 fue fácil cambiar el modelo de salud porque nadie lo defendía.
El establecimiento considera que aceptó el triunfo de Petro y a regañadientes la reforma tributaria, pero que las reformas sociales propuestas, el discurso del presidente y el desmonte de la coalición de gobierno son actos radicales que no permitieron un entendimiento. Lo que no reconoce es que ha enfrentado a Petro con los mismos excesos ideológicos que le atribuye, con el mismo sesgo apocalíptico frente a las reformas planteadas y con el mismo lenguaje descalificador.
Está claro que estamos muy cerca de un rompimiento entre el Gobierno y el establecimiento tradicional. Lo que no parece estar claro para el establecimiento y especialmente para sus representantes más beligerantes en los medios y la política es lo negativo y peligroso que eso puede ser. Que no será un rompimiento inane, sino que se profundizaría y agravaría hasta límites que no se conocen en Colombia, donde el establecimiento ha controlado la política ininterrumpidamente durante más de dos siglos, porque Gaitán fue alcalde de Bogotá pero no presidente.
Es momento de levantar la mirada y evaluar si le conviene al país continuar hacia una profunda división que lo descarrile, de seguir en el reproche diario de atribuirle la culpa de todo a Petro. Para pelear se necesitan dos y el establecimiento está aferrado a una arquitectura institucional excesivamente neoliberal que viene cuestionándose en Europa y Estados Unidos. Hay que reconocer que este Gobierno heredó unas condiciones muy malas en temas críticos como seguridad rural y urbana, situación fiscal (que está resolviendo con aceptación del FMI y los mercados), corrupción política, etc., y que no se le puede pedir aplicar las mismas recetas que no dieron resultados. El ELN se dobló en los últimos cuatro años, la política con Venezuela no funcionó, las tarifas de energía son excesivas, la erradicación de cultivos de coca fracasó.
Los gremios, que no deben aportar a la polarización, podrían salir de la trinchera y liderar con menos ideología y más pragmatismo —porque la clase política está pensando en elecciones—, proponiéndole a Petro volver a negociar. Dejar de atajar y proponer. El Congreso tiene las condiciones de equilibrio político para sacar reformas sensatas.