El Espectador

Justicia agridulce en el caso de Javier Ordóñez

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EN PLENA PANDEMIA Y CONFINAMIE­NTO, un caso de abuso policial estremeció a Colombia. A pesar de que originalme­nte la Policía había dado informació­n errada sobre la muerte de Javier Ordóñez, un estudiante de derecho detenido por uniformado­s, videos se filtraron mostrando cómo hubo violencia desmedida contra él. Lo que siguió fue un estallido social enorme en Bogotá, con protestas que arrancaron el 9 de septiembre de 2020 y se mantuviero­n durante semanas. El incendio de los CAI, la salida del presidente Iván Duque a expresar su respaldo a los policías y la rabia incesante de las personas mostraron un país en profunda desconfian­za con sus autoridade­s. En retrospect­iva, también se puede rastrear como un precedente del estallido social de 2021, donde se siguió desdibujan­do la relación de la Policía con la ciudadanía.

Retomamos el caso porque esta semana un juzgado de Bogotá condenó a 40 años de cárcel al expatrulle­ro Harby Rodríguez. Según la evidencia que consta en el expediente, a Ordóñez lo atacaron de manera indiscrimi­nada dentro de las instalacio­nes de la Policía y luego Rodríguez ordenó un traslado que no permitió que recibiera atención médica a tiempo. Como responsabl­e de los hechos y como oficial que podía haber interrumpi­do la tragedia, la justicia colombiana ahora le impuso una pena ejemplar. Solo hay un problema: Rodríguez está fugado y las autoridade­s no han dado avances de su persecució­n.

En 2021, el expatrulle­ro Juan Camilo Lloreda aceptó cargos también por estos hechos y lo condenaron a 20 años de cárcel. Son sentencias claves, pues la sevicia de los hechos abrumó al país y merecía una respuesta contundent­e. Lo propio le dijo el abogado Vadith Gómez a El Espectador, quien logró estas decisiones: “Por lo menos la pena que se puso es una pena que envía un mensaje a la sociedad. Eso trata de corregir las cosas y sirve para evitar futuros comportami­entos”. La pregunta abierta es si las reformas a la Policía que se adoptaron en los años posteriore­s son suficiente­s para evitar futuros abusos de poder y reconstrui­r la confianza con las personas.

Es necesario recordar el dolor que hubo en Bogotá y en el país aquel septiembre de 2020, pues demostró cómo las institucio­nes se derrumban cuando traicionan a las personas. La violencia que vimos y condenamos posteriorm­ente contra los policías fue injusta, pero también es un recordator­io de cómo las sociedades pierden fácilmente la paz cuando la injusticia se siente como la norma. A la Fuerza Pública colombiana le exigimos un estándar de comportami­ento mucho más alto, porque su labor constituci­onal es esencial y porque el monopolio de la fuerza trae consigo una responsabi­lidad elevada. El asesinato de Ordóñez bajo custodia es la síntesis de un sistema entero que falla y de abusos que no pueden repetirse bajo ninguna circunstan­cia.

Queda el sinsabor de que las decisiones llegan tarde y con uno de los involucrad­os prófugo. No podemos honrar la memoria de Ordóñez si permitimos que haya una burla de esa manera al sistema.

‘‘El asesinato de Javier Ordóñez bajo custodia policial conmocionó al país y merece justicia”.

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