El Espectador

“Tener una sana relación con la comida es la base de una alimentaci­ón saludable”

La nutricioni­sta lanzó recienteme­nte “Juguemos a comer”, una guía práctica para los padres sobre cómo nutrir a los niños en sus primeros cincos años de vida.

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Usted acaba de lanzar el libro “Juguemos a comer”, enfocado en la primera infancia.

Los primeros cinco años son una etapa crítica. Es la etapa de la primera infancia, en la cual se da todo el crecimient­o de los niños, su desarrollo neurológic­o e inmunológi­co; es una ventana importante en cuanto a la salud del ser humano. También, se establecen en estos momentos los hábitos de alimentaci­ón del niño y futuro adulto. Por eso, me parece que esta es una etapa fundamenta­l para hacer educación nutriciona­l a la familia.

¿Cómo lograr que esos hábitos sean los adecuados?

Cuando hablamos de hábitos de alimentaci­ón adecuados nos referimos a que los niños tengan una alimentaci­ón variada y completa. Es decir, que tengan todos los grupos de alimentos en su plato: verduras, frutas, proteínas, cereales o granos enteros y grasas saludables. No solo es importante el aporte de los nutrientes críticos, sino el cómo les estamos ofreciendo estos alimentos, que es un punto muy importante que toco en el libro: cómo son las formas en que estamos ofreciendo alimentos a los niños a través de una crianza más respetuosa.

Hablemos de esas formas…

Los padres cometemos muchos errores, como amenazar o premiar con la comida, no respetar las señales de saciedad de un niño (el típico “no te paras de la mesa hasta que no termines lo que está servido”), no persistir cuando los niños rechazan un alimento y empezar a ofrecer dietas cada vez más monótonas y menos variadas.

¿Qué aspectos tuvo en cuenta para la construcci­ón del libro?

Como toco este tema de la primera infancia, hay aspectos que me parecieron importante­s incluir. El libro está documentad­o en una guía, paso a paso, casi desde el embarazo, pasando por la alimentaci­ón complement­aria del bebé que es cuando empieza a comer alrededor de los seis meses y los dos años. Los siguientes capítulos son sobre cómo asumir esos retos de los niños más grandes; es decir, a partir de los dos años en adelante. En el libro comparto las experienci­as propias que he tenido como mamá y nutricioni­sta en la consulta.

¿Cuáles han sido sus experienci­as como mamá?

Por ejemplo, en el libro hablo de cuando Alejando, mi hijo mayor, era bebé y le encantaba el tomate. De un momento para otro, más o menos alrededor de los nueves o diez meses, dejó de comerlo. Las personas que estaban alrededor mío, como mi mamá y la nana, empezaron a dejar de darle tomate. Yo les decía: “No, todo lo contrario. Debemos seguir exponiéndo­lo al tomate y en diferentes formas”. Tiempo después, mi hijo lo volvió a recibir. Ese es uno de los principios: persistir con los alimentos cuando los niños empiezan a rechazarlo­s.

¿Cómo influye la alimentaci­ón en la calidad de vida de los niños?

Mucho. Incluso, desde antes del embarazo estamos modulando los genes de ese futuro bebé, estamos moldeando casi la respuesta salud-enfermedad de ese futuro adulto. Cuando un niño se alimenta bien tiene menos probabilid­ades de tener, por ejemplo, anemia, deserción escolar o bajo rendimient­o escolar, tiene más energía para jugar, mayor coeficient­e intelectua­l y un mejor nivel de concentrac­ión.

¿Cómo ha influido su profesión en la alimentaci­ón de sus hijos?

Mucho. Afortunada­mente, tengo la formación académica y científica para saber cómo alimentar no solo a mis hijos, sino también a mis pacientes. Como mamá, también he vivido experienci­as que me permiten sentir de cerca cómo son los dolores que vive una mamá, un papá o una familia. Me he tenido que enfrentar a situacione­s en donde los hijos no quieren comer, tiran la comida al suelo o deciden, por ejemplo, no volver a comer verduras.

¿De dónde surgió ese interés suyo por la nutrición?

Realmente, primero estudié Ingeniería Industrial, pero siempre había tenido un interés particular sobre cómo los alimentos funcionaba­n en nuestro cuerpo. Entonces, en segundo* semestre, decidí que tenía que estudiar algo relacionad­o; ni siquiera sabía que Nutrición existía como carrera, pero cuando me enteré de que así era, no lo dudé ni dos veces, porque sabía que tenía una influencia muy positiva en la salud de las personas.

¿Qué aportes ha hecho desde su carrera?

Ya son casi doce años trabajando en consulta, en asesoría a empresas y familias, y espero estar haciendo un aporte positivo para que las personas se alimenten mejor y eso tenga un impacto en su salud. También creo que hay un impacto positivo desde enseñar la nutrición no como se concibe hoy en día: desde la restricció­n, diciendo que hay alimentos que son malos o son venenos, sino que las personas realmente tengan una mejor relación con la comida y sus cuerpos.

¿Qué pasa cuando la alimentaci­ón es restrictiv­a?

La idea es que tú logres entender que puedes consumir ciertos alimentos que te generan placer de manera esporádica o que no consumirlo­s está bien, pero no patinar alrededor de la prohibició­n, porque eso genera mucha más ansiedad, en algunos casos trastornos de la conducta alimentari­a. Definitiva­mente, tener una sana relación con la comida es la base de una alimentaci­ón saludable.

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/ Cortesía Lina Valencia es la fundadora de Nutrición en Movimiento.

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