La popularidad de Petro
LOS GOBIERNOS, POR LO GENERAL, pierden apoyo cuando tienen el sol a sus espaldas. No es el caso con la administración de Gustavo Petro, que a a solo 17 meses de su inicio se ha ganado la desaprobación del 66 % de los encuestados por Invamer Cómo vamos; solo un 26 % lo aprueba. Estos resultados son opuestos a la primera medición del gobierno en la que un 56 % de los consultados aprobaban sus iniciativas, mientras solo una quinta parte la desaprobaba. Por comparación, Iván Duque le gana, pues se despidió con un 27 % de aprobación y un 68 % de desaprobación.
Una actitud similar de desaprobación ocurre frente a las negociaciones del gobierno con el ELN que una mayoría de las personas preferiría no continuar. Se trata de la primera mesa de diálogo que se abrió en el marco de la paz total. La responsabilidad por la impopularidad del proceso recae en la dirigencia de la guerrilla que se ha mostrado arrogante, afirmando que nunca dejará las armas e insiste en continuar con las prácticas del secuestro y de la extorsión a las que llama con los eufemismos de “impuestos” y “retenciones” y como “operaciones financieras”. Pablo Beltrán, negociador por el ELN, afirma que no están dispuestos a renunciar a estas prácticas criminales porque no hacen parte de lo pactado, a pesar de que firmaron un documento que prohíbe la toma de rehenes en el marco del Derecho Internacional Humanitario.
El negociador del gobierno Danilo Rueda no mostró la firmeza necesaria para encaminar las negociaciones de paz hacia resultados concretos. El gobierno se demoró demasiado en desprenderlo de sus funciones, remplazándolo por Otty Patiño, exguerrillero del M-19, quien cuenta con una mayor experiencia y visión en procesos de paz. Igualmente, Camilo González Posso fue encargado por el presidente de las negociaciones con las disidencias de las FARC, misión difícil porque este grupo renegó de los acuerdos de paz firmados por su organización en 2016 y continúa delinquiendo.
Entre tanto, la economía desfallece y terminará el año con un crecimiento cercano al 1 % (si se mantiene el dato para los primeros 3 trimestres del año). La inversión privada, que revela “los espíritus animales” de los empresarios, muestra una contracción del 33,5 %, una de las mayores de la historia de la economía colombiana y revela un profundo pesimismo entre el empresariado. En concordancia con la caída de la inversión, las importaciones dominadas por bienes de capital y bienes intermedios cayeron un 21,5 %. Las exportaciones crecieron un saludable 4,2 %, más de la mitad constituidas por combustibles. Gracias a ellas y a menos importaciones, la tasa de cambio se ha revaluado alcanzando un nivel de $3,950 por dólar el 15 de diciembre.
El gobierno está cruzado por estridentes polémicas entre el canciller Álvaro Leyva y sus subordinadas, en torno a un enorme contrato por más de $100 mil millones para la impresión de los pasaportes que requerimos los ciudadanos para viajar por el mundo. El canciller ha rehusado adelantar una conciliación sugerida por el comité respectivo. Leyva ha dicho que no le importa que el Estado, o sea todos nosotros, pierda tan voluminosa suma de recursos públicos –que Antanas Mockus solía llamar “recursos sagrados”, pero que este gran señor se pasa por la faja–. Es inaudito que Leyva actúe de manera irresponsable en torno a los asuntos cruciales que le competen a todos los ciudadanos y que el presidente le siga brindando su apoyo.