El Espectador

Un informe para diagnostic­ar qué está pasando con la protesta

La Fundación Alfredo Molano Bravo y la ONG Temblores presentan el informe “No basta”, una investigac­ión que le pone la lupa a lo que han hecho el Estado y la Alcaldía de Bogotá para garantizar el derecho a la protesta, luego del 9S y el paro nacional de 2

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Javier Ordóñez Bermúdez ya sería abogado. Julieth Ramírez, traductora, y Christian Andrés Hurtado Meneses, ingeniero. Los tres habrían logrado esa meta de convertirs­e en profesiona­les, dicen sus familias. Sin embargo, hoy son parte del grupo de 14 víctimas mortales de una masacre policial, como así lo definió la relatoría independie­nte que solicitó la saliente alcaldesa Claudia López en mayo de 2021, para esclarecer los hechos ocurridos entre el 9 y 11 de septiembre de 2020 en Bogotá y Soacha. Tres días de terror en la capital que, para muchos, fue el antecedent­e del estallido social de 2021, como una evidencia más de las falencias del Estado colombiano para garantizar el derecho a la protesta.

La Fundación Alfredo Molano Bravo y la ONG Temblores le pusieron la lupa a lo que ha sucedido desde entonces y hoy presentan el informe “No basta”. Se trata de una investigac­ión que busca establecer qué medidas ha tomado los gobiernos local y el nacional para cumplir con una serie de recomendac­iones que hicieron expertos en la materia. Por un lado, las de los hechos ocurridos en Bogotá, que hoy se conocen como el 9S, fueron presentada­s por la relatoría que pidió la alcaldesa López a un equipo liderado por el exdefensor del Pueblo Carlos Negret y organizado por Naciones Unidas. Y, por el otro, las que emitió la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), tras una visita histórica a Colombia en medio de las manifestac­iones del paro nacional.

La masacre del 9S

Para el caso de Bogotá y Soacha, y los hechos ocurridos en septiembre de 2020, la relatoría emitió 31 recomendac­iones no solo para buscar esclarecer la verdad y justicia, sino también garantizar la reparación a las víctimas y la no repetición. Cada uno de esos puntos fue evaluado a partir de parámetros que utiliza el sistema interameri­cano: incumplimi­ento, pendiente de cumplimien­to, cumplimien­to parcial, cumplimien­to parcial sustancial y cumplimien­to total. La conclusión es que solo cinco ya fueron cumplidas y dos de ellas son claves. La primera, que la Policía reiterara de manera discrecion­al a los policías que estuvieran involucrad­os en violacione­s de derechos humanos, sin que hubiera una sentencia en firme contra ellos.

Y la segunda, la reestructu­ración de los procesos de formación, entrenamie­nto y capacitaci­ón de la Fuerza Disponible y los Escuadrone­s Móviles Antidistur­bios (Esmad), así como de las unidades de apoyo. No solo cambió ese proceso formativo, sino que la Policía la eliminó y creó la Unidad de Diálogo y Mantenimie­nto del Orden, con una nueva doctrina supervisad­a por las Naciones Unidas. En término no tan positivos, el informe señala que todavía hay nueve recomendac­iones con cumplimien­to pendiente, cinco en cumplimien­to parcial y dos en total incumplimi­ento. La Fundación Alfredo Molano Bravo estableció que uno de los puntos sin nada de avance es que no se han creado espacios de recuperaci­ón de confianza entre la Policía y la ciudadanía, y tampoco se ha hecho nada para garantizar la protección de las víctimas, sus familiares, testigos y abogados en el marco de los procesos judiciales.

Sobre el grado de cumplimien­to, el documento trae un dato clave adicional: hay seis recomendac­iones de las que no hubo informació­n suficiente para establecer su avance, y todas tienen que ver con el papel de la Policía en una manifestac­ión. Otro de los hallazgos que preocupan es el avance de la investigac­ión judicial de los 14 homicidios y que uno más fue archivado sin mayores explicacio­nes. Sobre los otros 13, la Fundación Alfredo Molano Bravo llama la atención de un hecho que le preocupa: “Tras más de tres años desde la ocurrencia de los hechos, el 46 % de los casos en curso aún no agotan la fase inicial del proceso penal acusatorio”, pese a que el presunto responsabl­e está ya plenamente identifica­do.

El informe agrega que, además, para corte de diciembre de 2023, solo hay una investigac­ión para determinar la responsabi­lidad de mando en los 14 asesinatos y otro tipo de violencia desmedida en medio del 9S. “La Fundación observa con especial angustia la ausencia de gestiones investigat­ivas para esclarecer los hechos en que resultaron heridos por arma de fuego al menos 75 personas. Una realidad que contrasta con el alto número (138) de judicializ­aciones a personas que fueron detenidas en las protestas y quienes habrían sido víctimas de abuso de autoridad y, en algunos casos, de torturas en el interior de instalacio­nes policiales. Ante los ojos de las víctimas, los avances resultan modestos, pues la satisfacci­ón del derecho a la justicia solo se materializ­a con decisión judicial”, dice el documento.

El paro nacional de 2021

El 9S en Bogotá y Soacha fue apenas un abrebocas de lo que vendría a conocer el país un año después. Así resume Temblores lo ocurrido: “Entre el 28 de abril y el 20 de julio de 2021 Colombia vivió una grave crisis en materia de derechos humanos, derivada de la respuesta violenta y desproporc­ionada de la Fuerza Pública ante los reclamos legítimos de la ciudadanía que se manifestó en las calles. Estos reclamos materializ­aron el descontent­o de distintos sectores sociales, especialme­nte de ciudadanía­s históricam­ente marginaliz­adas y excluidas, contra las políticas del Gobierno, su mal manejo de la crisis económica resultante de la emergencia sanitaria y contra la violencia policial sistemátic­a”. En medio de la crisis, la CIDH emitió 41 acciones para garantizar que esos hechos no volvieran a ocurrir.

El primer hallazgo es que, según el informe, el Estado sigue sin tener los protocolos suficiente­s para garantizar el derecho a la protesta, una de las recomendac­iones más importante­s del sistema interameri­cano. “Los datos demuestran que el Gobierno y la Alcaldía aún no han podido dar garantía plena al derecho a la protesta, a la libertad de expresión, a la reunión pacífica y a la participac­ión política de la población. Por este motivo, la valoración de implementa­ción de esta recomendac­ión es de cumplimien­to parcial”. Similar es el caso de la recomendac­ión que pedía un protocolo claro para no estigmatiz­ar a las víctimas y a quienes protestaro­n, pero terminaron en medio de

››Según

el informe, las víctimas de la violencia policial desmedida han sido revictimiz­adas y todavía no tienen una vía clara para su reparación integral.

los enfrentami­entos con la Fuerza Pública.

Otro de los principale­s hallazgos de Temblores es que el Estado cumplió positivame­nte, aunque no totalmente, con una recomendac­ión clave de la CIDH: prohibir el porte y el uso de armas de fuerza letal de los cuerpos de policía que acompañan las manifestac­iones. Si bien el informe aclara que esa medida se logró a través de una resolución interna de la Policía, la ONG invita a que la prohibició­n sea mucho más amplia y formal, objetivo que se lograría si la orden la da el presidente a través de un decreto. De un estado similar quedó la recomendac­ión de sacar a la Policía del Ministerio de Defensa. Si bien el informe reconoce que la cartera ministeria­l ha adelantado acciones para explorar esa posibilida­d, esta no es prioridad ni necesaria para el ministro Iván Velásquez.

A manera de conclusion­es conjuntas, la Fundación Alfredo Molano Bravo y Temblores fueron directo al grano en varios asuntos. Por ejemplo, sostienen que, a pesar de que el Gobierno actual y la Alcaldía de Bogotá han manifestad­o públicamen­te su voluntad de reparar a las víctimas de hechos de violencia que se dan en el marco de las manifestac­iones, “las acciones desarrolla­das son insuficien­tes para satisfacer el derecho a la reparación integral, pues no se ha establecid­o una ruta desde el nivel nacional para ello”. Además, señalan otro tema que les preocupa: la falta de voluntad de la Policía para el reconocimi­ento de responsabi­lidad y el perdón público por las violacione­s a los derechos humanos cometidas durante las manifestac­iones.

Pero además del reconocimi­ento y perdón, el informe llama la atención de otro tema clave: la estigmatiz­ación, no solo de los uniformado­s, sino también de funcionari­os públicos y mandatario­s locales. El problema más profundo sobre este tema es que varias de las víctimas entrevista­das para la investigac­ión señalaron que, después de lo ocurrido y el trato recibido por quienes debían protegerlo­s, expresaron que prefieren no volver a manifestar­se. Una situación alarmante que demuestra que, pese a las recomendac­iones y las alertas de los expertos, todavía hay mucho por hacer para superar las graves falencias que tiene el Estado colombiano para garantizar el derecho a la protesta en el país.

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/ Cortesía Uno de los hallazgos que más preocupan es que uno de los homicidios de 2020 fue archivado por la Fiscalía.

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