El Espectador

El Salario Mínimo es humillante

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Prefiero llamarlo “Ingreso Básico”. El gobierno se debate entre la vida y la muerte, sobre cómo ajustar las condicione­s en el ámbito laboral entre trabajador­es y empresario­s; vale la pena decir, entre quienes trabajan y quienes ofrecen empleo. Un ingreso mínimo que prefiero llamar “Ingreso Básico”. ¿Funcionará la “máquina de hacer billetes y monedas de Petro”? Quizás, este sea el pilar del modelo socioeconó­mico y sociopolít­ico del gobierno de Petro. La derecha, que ha gobernado el bolsillo de los colombiano­s por más de 200 años, no está dispuesta a ceder espacio en el dominio capitalist­a que defiende. Ni Uribe, ni Petro, ni los economista­s más osados del país, y quizás del mundo, han optado por diseñar un modelo equitativo en la relación empleador-empleado. No es justo seguir hablando de un salario mínimo como si fuéramos esclavos. ¿Acaso quien trabaja debe vivir solo con lo mínimo? ¿Por qué el trabajador no puede ser dueño de una pequeña porción de la empresa? Y bueno, ¿acaso el capital no es de todos? Establecer justicia en relación con la defensa del capital de ambos lados.

Todos queremos siempre un centavo más. El capital es de todos, y por lo tanto, todos debemos administra­rlo. En una “sociedad”, todos somos socios, es decir, somos dueños cada uno de una pequeña parte del capital. Una verdadera reforma laboral debe conducir a relacionar de manera directa, ya no a empleador y empleado, sino a empresario y trabajador, como socios. Es un acto discrimina­torio tratar al trabajador como solo eso, un trabajador. Es discrimina­torio hablar de “salario mínimo” cuando todos quienes laboran para una empresa deben llamarse “socios capitalist­as”. Al dejar de llamarlo “salario mínimo”, le estamos dando importanci­a a quienes laboran en la empresa, la cuidan y la aman. Si lo llamamos Eingreso básicoE, estamos otorgando a quienes trabajan para sacar adelante una empresa el estatus de socios. Cuando este trabajador se retire de la empresa, se lleva consigo una pequeña porción de ella, lo que le permite capitaliza­r. De esta manera, solo así, se esfuma el odio de clases.

José Domingo Casanova Trujillo

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