El Espectador

Cambié de opinión sobre Javier Milei

- PATRICIA LARA SALIVE www.patriciala­rasalive.com, @patriciala­rasa

YO NO HABÍA SIDO CAPAZ DE ATENder el ejercicio que El Espectador nos propuso a los columnista­s: escribir una columna que se titulara “Cambié de opinión sobre…”. Durante días me hice un examen de conciencia y concluí que mis opiniones políticas han sido las mismas desde la época de la universida­d. Así que me dije: paso de agache. Pero en la madrugada del 24 de diciembre aterricé en Buenos Aires en compañía de mi hijo Federico. Salimos del aeropuerto, tomamos un taxi y, contrariam­ente a lo que esperaba, el taxista se mostró complacido con que en la presidenci­a estuviera Javier Milei, ese candidato vulgar que en campaña parecía un loco de atar; que dijo que en su gobierno iba a aumentar el precio de los antidiarre­icos “porque los políticos iban a estar cagados”; que recorría las plazas públicas alzando una motosierra como símbolo de lo que iba a recortar; que prometía quemar el Banco Central y erradicar el socialismo de la humanidad, y que llegó hasta decir que el papa, argentino, era “el representa­nte del maligno en la tierra”. Pues bien, nuestro taxista afirmaba que tenía esperanzas de que ese señor solucionar­a la corrupción y la crisis económica brutal que, por culpa de una sucesión de gobiernos desastroso­s, la mayoría de la era Kirchner, está padeciendo un país tan rico como Argentina.

La historia se repitió la tarde del 24: esta vez nos tocó una taxista viuda que añoraba ahorrar para viajar a Estados Unidos a ver a su hijo. “Nunca, como hoy, la Argentina había tocado fondo”, dijo. Y agregó que tenía confianza en lo que estaba haciendo Milei, a pesar de que era consciente de que lo que vendría sería duro. Y lo mismo nos han dicho otras seis o siete personas con las que hemos conversado, salvo un solo taxista que se mostró molesto porque Milei subió el precio de la gasolina.

Y es que este presidente, que apenas lleva 20 días en el gobierno, de inmediato promulgó el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), con el que derogó cerca de 300 medidas que, aunque aparenteme­nte beneficiab­an a la gente, acabaron perjudicán­dola, empobrecié­ndola y bloqueando, con la ineficienc­ia, la corrupción y el exceso de burocratis­mo, la posibilida­d de hacer cosas en el país. Además, había toda clase de subsidios que se pagaban con emisión, lo que ahondaba el déficit fiscal y disparaba los precios, hasta el punto de que este año va a cerrar con una inflación de más del 170 %.

Con el DNU, Milei eliminó doce ministerio­s; derogó leyes que obstaculiz­aban el libre mercado, como la ley de arrendamie­ntos; acabó con otras que obligaban a la gente a pedirle permiso al Gobierno para muchas actividade­s, como importar o exportar; acabó con los controles de precios; hizo lo necesario para que solo reine la ley del libre mercado; ordenó que se eliminen muchos carros usados por funcionari­os del Estado (no más en el Ministerio de Economía se devolverán 600); redujo los salarios de los empleados de los poderes Legislativ­o y Ejecutivo y renunció a su sueldo de presidente, el cual rifa entre los que se inscriban en el sorteo, medidas todas que les hacen sentir a los argentinos que se está luchando contra el burocratis­mo, la corrupción y el despilfarr­o.

Obviamente, el famoso DNU está siendo demandado y, probableme­nte, muchos de sus puntos no pasen el control de constituci­onalidad.

Pero si Milei logra, en un tiempo razonable, que la inflación ceda y la situación de la gente mejore, ese señor tan loco podría llegar a ser un buen presidente.

Feliz año.

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