El Espectador

La niña de la selva, la mujer del año

- ANA CRISTINA RESTREPO

EN LA NOCHE DEL PASADO 10 DE junio, me uní a un grupo de turistas en un recorrido por bares literarios en una ciudad de escritores. Durante la caminata, el guía nos preguntó la nacionalid­ad; cuando dije que soy colombiana, respondió: “Si mis hijos se pierden, ¡la llamaré para que los encuentre!”. Cuatro hermanitos hallados con vida, después de cuarenta días inmersos en la manigua amazónica, eran la noticia mundial.

Con apenas trece años, Lesly Jacobombai­re Mucutuy se convirtió en madre. Cual hembra recién parida, enfrentó la selva para cuidar a sus criaturas, Soleiny, de nueve años; Tien Noriel, de cuatro, y la nena, Cristin Nerimán: “Cuando cayó la avioneta ellos miraron que la mamá, el piloto y mi primo Herman murieron de manera instantáne­a –narró el abuelo Narciso–, Lesly se sostuvo de la banca de la avioneta para no matarse. Ella siempre alcanzó a golpearse. Miró que la mamá ya estaba muerta pero vio moverse la patica de la hermanita. Ella haló y la sacó. Abrió la maleta de la mamá, sacó ropa, rompió y les envolvió donde les dolía”*.

En su resguardo, dicen que Lesly, introverti­da y observador­a, nunca necesitó que le explicaran algo dos veces. Rescató fariña (harina de yuca brava) para alimentar a sus hermanos/hijos. Cortó palma con los dientes; distinguió las frutas comestible­s de las venenosas; en sus carrillos, maduró semillas de milpesos para saciar el hambre de sus hermanos. En las noches, pese a que la agonía en el estómago le impedía conciliar el sueño, dormía a la bebé sobre su pecho. Cuando los sonidos del Ejército o la voz de la abuela Fátima se colaban por la filigrana verde, se quedaban quietecito­s y Lesly acallaba con su mano el llanto de la menor.

Lloraban “de hambre, de cansancio, de frío, pero nunca de miedo”. El pánico era otro. Lesly sabía cómo escapar de su casa en la selva amazónica: bastaba con sentir la furia de su padrastro, Manuel Ranoque, para emprender la huida con los chiquitos, quienes le obedecían sin titubeos. Antes del accidente, ya era la mamá.

Una vez rescatados, Lesly entró en un silencio profundo…

Según la OCDE, en 2022, Colombia y México fueron los países latinoamer­icanos con los índices más altos de embarazo adolescent­e. El DANE indica que, ese mismo año, hubo 4.226 nacimiento­s en niñas entre los diez y catorce años. Investigac­iones de la Universida­d Javeriana señala que en 2021 se registró el embarazo de 114.548 niñas y adolescent­es. Las más afectadas viven en zonas rurales.

La historia de esta hermana mayor desvela el mito según el cual los “occidental­es” somos los “hermanos menores”. Niña e indígena –paradójica­mente, más vulnerable al yugo patriarcal por la protección constituci­onal de la jurisdicci­ón indígena–, rural, empobrecid­a, víctima de violencia intrafamil­iar, adulta a la fuerza, madre precoz (¡cuántas niñas fungen como madres sin haber dado a luz!): lo que parece un milagro en la jungla es la realidad, la soledad, de miles de niñas y adolescent­es en Colombia.

La prensa mundial dibujó a Lesly como lo que es: una heroína. Lo que pocos entienden es lo que ella representa. Ella es el árbol. Ellas son el bosque. Y nosotros seguimos perdidos.

*Tomado de Daniel Coronell, Los niños del Amazonas, Bogotá, Aguilar, 2023.

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