Carlos Alfonso: sembrando caminos de encuentros
El artista colombiano Carlos Alfonso teje en su creación los saberes de los alimentos, la tierra, el agua, el aire y el fuego para contribuir al despertar colectivo. Actualmente presenta su exposición individual “Altares del suelo se animan con fuego”, en Casas Riegner, de Bogotá.
“Uno codepende de la fuerza de otros”, decía Carlos Alfonso mientras recapitulaba su historia y recordaba su estudio en La Macarena, un espacio en el que gestaba, al lado de otros colegas, acciones que activaran sus proyectos artísticos. Con el tiempo, viajó a Bélgica, realizó una maestría en Artes Visuales y se estableció allí durante dos años. La ausencia de los sabores colombianos y el agitado ritmo de vida hicieron que Alfonso se acercara a las culturas africana y asiática a través de sus alimentos. Con el tiempo se interesó en explorar recetas, por la importancia nutricional de los alimentos y su valor en la producción local.
“La primera manera de integrar la cocina a mi práctica artística fue con una especie de lectura que realicé al envolver alimentos en hojas, trayendo narrativas prehispánicas en un contexto europeo; además de hacer algunas reflexiones o críticas a ciertas situaciones que tienen que ver con el alimento. De ahí, poco a poco se fue integrando el alimento no solo en la representación, sino también al entender la cocina como un campo de acción”, dijo Carlos Alfonso.
La performance a través de acciones que integraba en la cocina como laboratorio o lugar del pensamiento; la pintura y el dibujo como herramientas de reflexión e introspección para conectar relatos y bodegones, y la escultura a partir de la creación de instrumentos como el horno para generar encuentros.
En 2019 participó en el programa de residencias artísticas de Flora ars+natura y junto a la antropóloga Cristina Consuegra ofrecieron almuerzos para los residentes, explorando recetas y compartiendo conocimientos con los integrantes del programa. De aquí decantó una propuesta editorial que se publicó en 2020. Mundos mutuos, la cocina como taller es un libro que parece ser un recetario, pero que aglutina experiencias, historias detrás de los alimentos y recetas con dibujos de varios artistas. “Parte del trabajo tiene que ver con una restauración más a nivel de consciencia colectiva, de cómo nos relacionamos con el alimento que hay en esos territorios y de enunciar algunas situaciones que hoy en día son más comunes”, explicó Alfonso.
La conciencia colectiva que mencionó el artista se reconoce en sus proyectos y en su participación en espacios como Piedra-piedrapiedra: Encuentro de arte y cocina, organizado por Plural Nodo Cultural en 2020 y 2022. También con su participación en Ecotone: chagras, payaos, camellones, curado por Juliana Steiner en el marco del festival Common Ground, con su proyecto Fiesta de fuego, que constaba de la creación de un horno comunitario en Espacio Odeón.
En 2023 formó parte del proyecto Río Bogotá, organizado por Entre-ríos, que reunió colectivos y activistas de las varias zonas del río Bogotá: Salto de Tequendama, El Charquito, Suba, Sesquilé, Suesca y Villapinzón, para visibilizar las iniciativas que trabajan en estas zonas y fortalecer sus redes de trabajo. Carlos Alfonso y Cristina Consuegra realizaron una investigación sobre los alimentos que se producen alrededor del río Bogotá y realizaron un almuerzo frente al Salto de Tequendama con un menú que se basó en las historias de las comunidades aledañas, además de una publicación que reunió prácticas del cuidado del río.
Altares del suelo se animan con fuego, su más reciente exposición en Casas Riegner, reconoce aquellos alimentos y elementos portadores de vida que se transforman con el fuego.
En el interior de la galería, un ambiente cálido invita al espectador a participar en un espacio de encuentro para descubrir lo que hay detrás de una mesa: el fuego, el suelo, las semillas y el alimento. Una elipse conformada por utensilios de cocina artesanales —algunos hechos por el artista y otros por artesanos de Colombia— rodea un horno en construcción que se activará en las últimas semanas de la exposición. El suelo, sus tonos y texturas reconocen los seres vivos que habitan en un ecosistema determinado, pero también la germinación de los alimentos típicos de una región. Por esto, Carlos Alfonso estableció un pequeño altar con arcillas, rocas y arenas de ciertas zonas del país y explicó: “Los altares se animan con fuego, pero también con aire, tierra, agua, espíritu, intención… El propósito de la exposición es entender todo y acercarme a lo que emana de la tierra, lo que viene de abajo y brindarle un homenaje”.
En la segunda sala, los alimentos que suelen rodear la mesa, acompañados de anécdotas e historias de los comensales, perviven entre semillas de maíz, frijol, calabaza, chontaduro, marañón, achiote y pepino formando un círculo. “Yo inicialmente pensé que este iba a ser un espacio para la palabra cuando se activara el horno, pero luego entendí que las semillas son vida en potencia. Es una pequeña metáfora de que las semillas se están hablando entre sí”, dijo Alfonso.
En 2018, el artista hizo una serie de bodegones (frutas, raíces, hortalizas y verduras) con leyendas, mitos, creencias y algunas recetas que reflexionan sobre el acto de comer y reflejan algunas situaciones. Para esta exposición las pinturas cuentan historias que van desde los astros, el agua y la biodiversidad hasta el mal de altura, la frustración y la ira. Por una parte, los textos se basaron en investigaciones que el artista obtuvo de libros de botánica, naturopatía y medicina indígena, y otra parte en conversaciones y alteraciones de la realidad. “Siento que ahí convergen un montón de mis intereses que tienen que ver con reinterpretar la historia y nuestra relación con el conocimiento, que me gusta llamar ‘contraconocimiento’, que es el que no se encuentra en los libros ni en las estructuras académicas”, concluyó el artista.
Somos parte de un cuerpo inmenso que está interconectado a través de redes que cohabitan y se alimentan en paralelo. Cada ser aporta en la cadena de la vida y esta interacción hace que se ocasionen transformaciones que fortifican o debilitan el ecosistema. Ser consciente de estos procesos aviva nuestros sentidos, permitiendo obtener un conocimiento que parte prioritariamente de la experiencia. El artista Carlos Alfonso destaca a la cocina como campo de acción y reconoce a los alimentos como portadores de historias, conocimientos y regeneradores de vida.
“Su biografía indica que son elementales: agua, fuego, aire y tierra, con amor ellas se admiran. Algo de nuestra naturaleza nos hace seres anfibios, que del saco amniótico nacimos y hoy nos redescubrimos”, explicó la leyenda de una de las pinturas de la exposición, que estará abierta hasta finales de febrero.
››El artista Carlos Alfonso destaca a la cocina como campo de acción y reconoce a los alimentos como portadores de historias, conocimientos y regeneradores de vida.