El Espectador

Esta es la historia de los múltiples enredos que fracturan a la Cancillerí­a

En el servicio diplomátic­o hay al menos tres embajadas acéfalas y de a pocos el canciller (e) ha sacado a las personas de mayor confianza del suspendido.

- DANIELA CRISTANCHO SERRANO dcristanch­o@elespectad­or.com @danielacsi

En la Cancillerí­a se respira un aire cargado de la incertidum­bre que viene con un ministro que, en principio, solo debía permanecer tres meses en el cargo, pero cuyos movimiento­s parecen indicar que su estancia en el Palacio de San Carlos será más larga, si no es que permanente. De a pocos, los funcionari­os más cercanos al suspendido canciller Álvaro Leyva han ido saliendo y Luis Gilberto Murillo, quien se vino desde la Embajada en Washington para reemplazar­lo hace seis semanas, trata de poner la casa en orden. Pero los ecos del desorden de la cartera se sienten en otras latitudes.

Mientras el país se volcó hacia la discusión sobre una asamblea constituye­nte, como la propuso el presidente Gustavo Petro hace ocho días, y el discurso del primer mandatario se fue endurecien­do contra varios sectores de la oposición, esta semana el suspendido ministro estuvo paseando por la Cancillerí­a. Aunque algunos señalan que “solo fue a saludar”, otros leyeron su visita como una forma de tantear el terreno de su posible regreso. Y es que el 24 de marzo se cumplen tres meses desde que la Procuradur­ía le ordenó a Leyva separarse de su cargo por cuenta del polémico proceso de licitación de pasaportes. Sin embargo, parece que el tiempo que ha pasado no ha aplacado la situación de Leyva.

Desde que Murillo asumió su rol en encargo, los funcionari­os más cercanos a Leyva han ido saliendo de la entidad uno a uno. Esta semana salió Silvia Carrizosa, directora de Talento Humano de la cartera. Ya se han ido también José Antonio Salazar, exsecretar­io general, quien adjudicó el contrato de casi $600.000 millones a Thomas Greg & Sons y quien, por eso mismo, fue denunciado por el Gobierno ante la Fiscalía esta semana; Juan Carlos Losada, director de asuntos jurídicos internacio­nales, y Lida Rodríguez, jefa de contratos.

El lío por las libretas también llevó a que en los últimos ocho días Cielo Rusinque, superinten­dente de Industria y Comercio, decidiera entrar a inspeccion­ar la Cancillerí­a para buscar pruebas de posible irrespeto a la libre competenci­a en la licitación. Los sindicatos del ministerio alegan que la SIC se llevó informació­n de seguridad nacional y le han mandado un derecho de petición a Rusinque para que dé explicacio­nes. La entidad también entró en esos días a las oficinas y la planta de Thomas y a la Registradu­ría, con quien la firma también tiene millonario­s contratos.

Sin embargo, fuera de los reflectore­s y a fuego lento, se han ido cocinando otros problemas en ese ministerio, que tiene un presupuest­o de funcionami­ento de un poco más de $703.000 millones. Estas averías le pasan la cuenta de cobro al primer mandatario, entre ellas, la ausencia de por lo menos tres embajadore­s en misiones claves, los roces entre los diplomátic­os y el incumplimi­ento de la promesa de designar al menos la mitad de los cargos en el exterior a profesiona­les de la carrera diplomátic­a.

Y es que lo que sucede en el Palacio de San Carlos tiene ecos internacio­nales. Prueba de ello es la noticia de que Sebastián Guanumen asumirá el cargo de embajador colombiano en Santiago de Chile. Aunque esta semana se confirmó que el actual cónsul, cuestionad­o por sus declaracio­nes de “correr la línea ética” durante la campaña presidenci­al de 2022, tendrá el beneplácit­o, desde que empezaron los rumores sobre su nombramien­to saltaron alarmas en Chile, un aliado clave de Colombia. Algunos políticos chilenos han dicho que el colombiano ha mostrado apoyo a “expresione­s violentas que afectaron a Chile”. “Gabriel Boric, Gustavo Petro, esperábamo­s alguien a la altura”, dijo el congresist­a de derecha Iván Moreira.

Después de 17 meses del gobierno Petro, también hay vacíos en otras embajadas, como Japón. Fuentes cercanas a la Cancillerí­a revelaron que el decreto para nombrar a Gabriel Duque como embajador lleva cinco meses estancado en Presidenci­a, esperando la firma de Petro. Por su parte, el Ministerio negó la elaboració­n de dicho decreto. En todo caso, mientras se nombra a alguien en propiedad, Flor Ángela Durán Consuegra, la encargada de negocios provisiona­l, asume las funciones del cargo.

Aún no suenan nombres para ocupar el cargo de embajador en Australia, donde hay más de 35.000 colombiano­s. Por el momento, está Esther Margarita Arias como encargada de negocios. Según la Cancillerí­a, allá hay ocho funcionari­os, de los cuales cuatro son diplomátic­os de carrera.

Las embajadas sin cabeza no son el único asunto que ha despertado cuestionam­ientos. También lo ha sido el interés de la Cancillerí­a de crear 10 sedes diplomátic­as adicionale­s durante el cuatrienio de Petro, y así quedar con un total de 75 en 2026. Estas estarían en Barbados, Haití, Guyana, Etiopía, Senegal, Arabia Saudita, Nueva Zelanda, República Checa, Rumania y Palestina. En estos países viven, sumados, casi 3.500 colombiano­s. La apertura de estas nuevas 10 sedes diplomátic­as, cuya creación supondría una inversión de $24.000 millones, también es parte de la estrategia de posicionam­iento global de Colombia prevista en el PND.

Pero cuando Armando Benedetti fue elegido embajador ante la FAO, el 7 de febrero, se puso en duda si los recursos serían suficiente­s para abrir las 10 embajadas contemplad­as originalme­nte. Fuentes cercanas a la Cancillerí­a explicaron que la apertura sí será posible. Sería cuestión de, por ejemplo, asignar ministros plenipoten­ciarios con funciones de jefe de misión, en lugar de embajadore­s. Además, Petro ha llamado a consultas a otros tres embajadore­s por choques con los gobiernos locales: Israel, Perú y Argentina.

El Congreso, que hace nueve días citó a Murillo a control político, también pidió explicacio­nes por las nuevas embajadas y sobre la ampliación de la planta de personal en la Cancillerí­a.

El año pasado, luego de haber hecho un estudio técnico interno y pasarlo al Departamen­to Administra­tivo de la Función Pública, vía decreto, el Ministerio de Exteriores creó 125 nuevos cargos. Aunque el estudio que hizo el departamen­to de Talento Humano de la Cancillerí­a indicaba que el déficit era mucho mayor, el Ministerio de Hacienda aceptó la viabilidad para ampliar el número de puestos de 1.624 a 1.738, lo que costará $650.000 millones, $51.000 millones más que lo que costaba la planta antes.

En medio de todo esto, también ha habido insatisfac­ción por la reducción a 15 cupos para ingresar a la Academia Diplomátic­a. Este diario supo que la razón de esto sería no crear un “cuello de botella” adelante, con la cantidad de personas graduadas de la carrera con los puestos disponible­s.

Entre los 125 nuevos cargos, el decreto especifica que nueve de ellos serán para embajadore­s extraordin­arios y plenipoten­ciarios. Es decir, nueve oportunida­des de nombramien­tos, uno de los asuntos que comenzó a levantar ampollas en la Cancillerí­a poco tiempo después de que empezara el “Gobierno del cambio”.

Once días después de que Gustavo Petro asumiera su rol de presidente, Leyva reunió a los funcionari­os en el Palacio de San Carlos, donde les dijo que los nombramien­tos a cargos en el exterior “no son para la clase política” ni “para regalarlos” y que, como ya había dicho desde que lo nombraron canciller, la preferenci­a sería para los de la carrera diplomátic­a.

Esta intención de que los embajadore­s de la carrera diplomátic­a sean los primeros considerad­os también quedó en el PND. Pero pronto la Asociación Diplomátic­a y Consular (Asodiplo) y el sindicato Unidiplo comenzaron sus estrategia­s legales para demandar nombramien­tos. La primera ha ganado

››Entre las embajadas acéfalas están Australia y Japón.

12 demandas en el último año y tienen otras 35 en curso. Sus triunfos se deben a que la ley establece que solo se puede nombrar a particular­es en cargos como el de cónsul si el Ministerio no tiene a funcionari­os de la carrera libres para asumirlos.

Por estos motivos, por ejemplo, el Consejo de Estado tumbó hace una semana la resolución con la que se nombró a Andrés Hernández cónsul general de Colombia en México. Por esos mismos días, María Soledad Garzón salió del consulado de Cancún. En la Embajada de Ciudad de México, donde este año han rechazado el ingreso de más de 17.000 colombiano­s, también hubo ruidos alrededor del embajador Moisés Ninco Daza, quien, con 12 meses en el cargo, tiene dos procesos abiertos en la Procuradur­ía por presunto uso indebido de las instalacio­nes de la sede diplomátic­a y por acoso laboral, precisamen­te, contra el ahora excónsul. De hecho, el nombramien­to de Ninco, por irregulari­dades en el proceso, fue anulado en noviembre de 2023 por el Tribunal de Cundinamar­ca y está en segunda instancia en el Consejo de Estado.

Petro defendió la elección de su cuerpo diplomátic­o en México argumentan­do que “lograron la liberación de decenas de colombiano­s retenidos por bandas” en ese país.

El Decreto 274 de 2000 establece que el 20 % de los embajadore­s deben ser diplomátic­os de carrera y aunque la promesa de Petro y Leyva fue subirla a, por lo menos, 50 %, esto no se ha cumplido, según cuentan los sindicatos. De acuerdo con los datos de Unidiplo, en este momento el 37 % de los nombramien­tos son de carrera.

Además de Ninco, otras gestiones han sido cuestionad­as, como la de León Fredy Muñoz, embajador en Nicaragua. Pese a que se le vio marchando a favor del régimen de Daniel Ortega, la Cancillerí­a se abstuvo de iniciar actuación, por petición de la Procuradur­ía, que pidió la remisión del expediente.

En los últimos meses, además de las tensiones de Ninco y Hernández, también han trascendid­o choques en otras sedes diplomátic­as. Según cuentan fuentes cercanas a la Cancillerí­a, entre estas está la Embajada ante Naciones Unidas, donde la embajadora arahuaca Leonor Zalabata discrepa con Arlene Tickner, conocida por su bagaje académico y diplomátic­o. Antes de que Leyva se apartara del cargo, transfirió a Juan José Quintana, embajador de Colombia en

Uruguay, a la sede ante Naciones Unidas. Sin embargo, como sus otros decretos, aún no es clara la viabilidad jurídica de esa decisión.

Otras voces argumentan que desde hace meses no hay lineamient­os claros en la entidad. De hecho, la pestaña de “Principios y lineamient­os de la política exterior colombiana” en su página web está en blanco. La Cancillerí­a le dijo a este diario que este vacío responde a un proceso de unificar secciones y documentos para no duplicar informació­n y que los planes estratégic­os están en otro enlace.

Más allá de la página web, se dice que antes de que llegara Murillo había una falta de línea por parte de Leyva y que Danna Ramírez, su asesora, y el viceminist­ro Francisco Coy eran quienes se encargaban de delinear el camino.

Al día siguiente de que aceptara su suspensión, a Leyva se le vio por el Palacio de San Carlos. Ese 12 de febrero, Murillo estaba dejando sus asuntos en Washington en orden para venir a reemplazar al canciller durante un trimestre. Cuando se empezó a rumorear en el ministerio que su estancia podría llegar a ser permanente, Murillo no tardó en desmentirl­os; por ejemplo, en el desayuno que tuvo con los representa­ntes a la Cámara, horas antes de su debate de control político. Aunque parece que sus movimiento­s con el personal de la Cancillerí­a indicarían una vocación de permanenci­a, algunas voces señalan que ser un ministro en propiedad del gobierno Petro entorpecer­ía sus aspiracion­es presidenci­ales, razón por la que preferiría regresar a Washington.

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/ Presidenci­a Petro encargó a Murillo (der.) tras la suspensión de Leyva (izq.).
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