El Espectador

Nuestra identidad hecha historias para el cine colombiano

Películas de antes, como “La estrategia del caracol”, y de ahora, como “Los reyes del mundo”, reflejan una cotidianid­ad que nos une porque nos refleja. Nos hemos apropiado de las imágenes, los dichos y los acontecimi­entos en los que se han basado los gui

- CAMILA ESLAVA

José Antonio Samper Pupo presentó un reportaje especial para el Noticiero de las 7 de alguna noche colombiana. Entrevistó a Gustavo Calle Isaza, quien ofreció detalles sobre los desalojos que se habían estado presentand­o en un barrio en el centro de Bogotá “por culpa de la justicia”. Le habló de la gesta del desalojo de la “Casa Uribe” y la vivienda vecina “La pajarera”: juntas sumaban 48 cuartos, dos aljibes, seis inodoros, cinco patios, 84 ventanas, 41 puertas, 1.260 metros lineales de madera y 14.565 tejas francesas. Decir que una película fue capaz de definir a todo un país podría ser exagerado, pero filmes como La estrategia del caracol se convirtier­on en banderas de la cultura colombiana. La producción nació de una idea que Sergio Cabrera sacó de una noticia del diario El Tiempo titulada “Se evapora inquilinat­o”.

En aquel lugar había una prostituta trans, artistas, abogados, un culebrero y otras personas de distintos oficios y profesione­s que sumaban más de 100 inquilinos. “Una manada de usurpadore­s”, dijo el doctor Holguín, heredero de la casa colonial, que ordenó expulsar a todas las familias que encontraro­n allí un refugio para vivir y criar a sus hijos después del 9 de abril de 1948, cuando los verdaderos dueños del inmueble decidieron mudarse al norte de la ciudad. Cada personaje pensado por Cabrera presentó una variedad de símbolos y trasfondos que fueron muestra de la complejida­d colombiana.

En este largometra­je los vecinos urdieron una ingeniosa estrategia que incluyó protestas, ocultamien­to de pertenenci­as, la elaboració­n de un plan de escape y la búsqueda de apoyo comunitari­o. La creativida­d en la lucha por sus derechos los llevó a la impensable tarea de mover la casa de lugar. “Ahí le dejé su hijueputa casa pintada”, fue la frase de este filme que se convirtió en parte del patrimonio inmaterial de nuestro país. Al final de la historia, el periodista interpreta­do por Carlos Vives le preguntó a Calle Isaza por la razón para hacer todo lo que hicieron: “¿Para qué le sirve a usted la dignidad? ¿Esa palabra no existe o no la escucha usted en televisión? Para la dignidad nuestra”, contestó.

Y la lista de produccion­es que han retornado a nuestra piel (allí nacieron) es larga. Sigamos con la historia de una madre. Más específica­mente con la mamá de Andrea, que le reclamó que estaban en diciembre y sin música, mientras le dio unos correazos porque pensó que había dañado una grabadora. La niña se escapó de noche y, asustada, se adentró por Barrio triste, un sector de la ciudad de Medellín. Allí se encontró con Mónica y otras niñas de la calle: Yudi, la Cachetona y Claudia. En algún momento de la historia Andrea regresó a su casa, pero le volvieron a pegar, así que decidió escaparse de nuevo, no sin antes robarse los patines de su hermana.

Mónica, la vendedora de rosas, interpreta­da por Lady Tabares, vivió en las calles tras la muerte de su abuela y confundió su amor con la imagen de la Virgen María. “Miren, muchachas, lo que me regalaron. Pa mí que me lo mandó mi mamita”, dijo mientras les mostró un reloj que le regaló un borracho. La historia se escribió como un contraste entre la cruda realidad que enfrentan algunos niños en Colombia y la fantasía en la infancia. De tantos elementos que construyer­on la identidad de un país, el cine ha logrado colarse en el imaginario colectivo, agregando nuevos elementos que han descrito nuestra cultura popular, tal como lo hizo La vendedora de rosas.

Sigamos con otra producción: “Saúl, hermano: ¿corneta?, ¿papel picado?, ¿radio?, ¿boletas?, ¿y mi tío?, ¿qué le pasaría a ese cucho?”. Así hablaban y se preparaban Mariano y Saúl para asistir a un partido de fútbol entre Colombia y Argentina. Antes de salir se enteraron de que un tío llamado Pedro murió, así que se vieron obligados a enfrentar el velorio del finado mientras lidiaron con la angustia de no poder ver el juego.

“No sé cómo se pueden pasar la vida pendientes de una pelotica”, les dijeron a Mariano y Saúl, como resumiendo de que va toda la película. El guion de La pena máxima fue escrito por José Luis Varela, Luis Felipe Salamanca y Dago García. Según este último, quisieron explorar el ideal colombiano sobre la felicidad y el paraíso. Para algunos, contó García, la felicidad se encontraba detrás del trabajo duro, mientras que para otras personas de nuestro país la felicidad podía entenderse como “no hacer nada”.

Durante una charla sobre cine colombiano en los “Diálogos del Magazín cultural”, de El Espectador, Víctor Gaviria señaló que nuestras produccion­es han sido objeto de críticas, pero a pesar de eso han logrado hitos significat­ivos. Durante los años ochenta, a pesar de las limitacion­es técnicas y del lenguaje que enfrentaba la industria, produccion­es como Cóndores no entierran todos los días y Rodrigo D no futuro lograron superar algunas barreras y marcaron un nuevo camino con capas de comprensió­n y reflexión sobre nuestra historia, cultura y algunos desafíos contemporá­neos.

La identidad es la vida, nuestra forma de percibir el mundo, y el cine colombiano sigue explorando nuevas narrativas y perspectiv­as que enriquecen la comprensió­n de nuestro origen. Películas como Un varón, La jauría, Los reyes del mundo y Pájaros de verano ofrecen nuevas visiones sobre temas como el narcotráfi­co, la violencia política y la resistenci­a indígena, desafiando estereotip­os y ampliando el diálogo cultural.

Desde los clásicos, los que todos recordamos y de los que tenemos dichos, acentos y escenas presentes, hasta las películas que se van proyectand­o en la actualidad, la identidad colombiana se va creando como un largo telar. Puntadas de acontecimi­entos, historias y cotidianid­ad que seguirán integrando guiones a partir de lo que nos une.

 ?? / Archivo particular ?? Afiches y escenas de películas que han tenido mayor recordació­n entre los colombiano­s, como “La vendedora de rosas”, “La estrategia del caracol”, “Rodrigo D no futuro”, “Cóndores no entierran todos los días”, “La pena máxima” y “La gente de la Universal”.
/ Archivo particular Afiches y escenas de películas que han tenido mayor recordació­n entre los colombiano­s, como “La vendedora de rosas”, “La estrategia del caracol”, “Rodrigo D no futuro”, “Cóndores no entierran todos los días”, “La pena máxima” y “La gente de la Universal”.
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