El Espectador

Las mujeres que quieren convertirs­e en restaurado­ras de la selva de Guaviare

La historia de 15 mujeres que se hicieron expertas en el bioma amazónico: sus presiones por la pérdida de cobertura vegetal y los riesgos por deforestac­ión. Son de Guaviare, donde este problema disminuyó un 39 %.

- LUISA FERNANDA VALENCIA

La familia de Maribel García llegó a Guaviare mucho antes de que ella naciera. Creció escuchando las historias de sus abuelos sobre ríos caudalosos, bravos, y la selva que se extendía compacta por el departamen­to. Por eso, cuenta que sus antepasado­s utilizaban hachas y peinillas para “tumbar y tumbar” los árboles que parecían infinitos.

Pero las generacion­es cambian y, como recuerda García, si bien ese era el método que sus abuelos encontraro­n para sobrevivir económicam­ente hace más de 50 años, hoy la realidad es otra. Aunque las últimas cifras del Instituto de Hidrología, Meteorolog­ía y Estudios Ambientale­s (Ideam) indican que en Guaviare la deforestac­ión en 2023 disminuyó un 39 % respecto a 2022, el departamen­to sigue siendo una zona del arco amazónico afectado por esta problemáti­ca que preocupa al Ministerio de Ambiente por sus dinámicas y riesgos.

“¿Qué les vamos a dejar a nuestros nietos y al futuro?”, se preguntaba García a la salida de la estación experiment­al El Trueno, del Instituto Amazónico de Investigac­iones

Científica­s (Sinchi), ubicado en San José del Guaviare. Su hija, Yesica León, le sostenía el bolso a pocos metros de distancia. Ambas estaban ahí por un taller para aprender a reforestar dirigido solo a mujeres. Además de ellas, otras 13 asistieron, cada una con historias ligadas al conflicto armado de nuestro país y a la implementa­ción de la paz.

El taller fue convocado por Paz con la Naturaleza, un proyecto financiado por el gobierno británico a través de UKPact que, desde 2018, viene trabajando iniciativa­s con excombatie­ntes y civiles para ayudar a la implementa­ción del Acuerdo de Paz firmado en 2016. En palabras de Angélica Pinzón, consultora de la ONG, ese taller fue la primera vez que algunas de sus participan­tes se alejaron de sus casas por tanto tiempo.

Aunque Paz con la Naturaleza ya había trabajado con esas familias en talleres que no tenían que ver con reforestac­ión, eran los esposos, los abuelos o los hijos los que participab­an. “Ellas se quedaban en sus casas”, contó Pinzón.

Durante algunas jornadas, profesiona­les del Sinchi les enseñaron a las mujeres sobre el bioma amazónico: sus presiones por la pérdida de cobertura vegetal y los riesgos relacionad­os con la deforestac­ión. Les enseñaron a reconocer fotografía­s tomadas por satélites que mostraban puntos de afectación en sus propias veredas. Incluso, compararon imágenes pasadas con versiones actuales.

En palabras de Jaime Góngora, director de Paz con la Naturaleza, la mayoría de las participan­tes tenían historias con el conflicto armado: desde víctimas de algún hecho hasta familiares de firmantes de paz que están intentando reincorpor­arse a la vida civil.

Yolvi Padilla, asesora de la dirección de la Agencia para la Reincorpor­ación y la Normalizac­ión (ARN), asistió también a los cinco días de talleres en el Sinchi.

Para ella es sumamente significat­ivo que sean mujeres quienes quieran conformar un grupo de restaurado­ras en el departamen­to, pues ellas también han cumplido un rol fundamenta­l en la construcci­ón de paz tras la firma del Acuerdo en 2016.

¿Qué sigue para ellas?

Durante el último día de la jornada, Góngora y Pinzón hicieron énfasis en que, después de su formación con el Instituto Sinchi, las 15 mujeres tenían la oportunida­d de agruparse formalment­e para ser restaurado­ras de Guaviare. Incluso, se plantearon la posibilida­d de presentars­e al Minambient­e para ser parte del Programa Nacional de Pagos por Servicios Ambientale­s, en el que se paga a personas naturales o jurídicas que ayudan a preservar y restaurar ciertos ecosistema­s.

Por eso las participan­tes debatieron cómo podría ser la estructura de representa­ción del grupo, el propósito que tendría y sus principios. Al final del día ya habían conformado un grupo con cinco representa­ntes de diferentes veredas para determinar los pasos a seguir. “Esto nos hace sentir valiosas”, dijo Maribel. “Pero, de manera más importante, a continuar con las iniciativa­s por las que tanto hemos trabajado durante los últimos años, porque, de alguna manera, nuestro trabajo está unido a la naturaleza, y si ella no sobrevive, nosotras tampoco”.

* Nombre reservado por petición de la fuente.

‘‘Lo que pasa es que, siempre que hablamos de restaurado­res, pensamos en hombres”.

Jaime Góngora

‘‘Nuestro trabajo está unido a la naturaleza, y si ella no sobrevive, nosotras tampoco”.

Maribel García

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/ ARN Quince mujeres de diferentes veredas de Guaviare participar­on de las jornadas de restauraci­ón en el Instituto Sinchi.
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