El Espectador

La catástrofe de Venezuela

- ARMANDO MONTENEGRO

EL BALANCE ECONÓMICO Y SOCIAL de los 25 años del régimen chavista arroja resultados catastrófi­cos. En forma paralela a la aniquilaci­ón de la democracia, el irrespeto de los derechos humanos y el recorte las libertades de los ciudadanos, se destruyó una de las economías más grandes y prósperas de América Latina; se elevaron la pobreza, la miseria, la desigualda­d y el crimen. Como consecuenc­ia de la tragedia, más de 6 millones de personas emigraron huyendo del hambre, la arbitrarie­dad y el mal gobierno.

Los resultados económicos son dramáticos. El PIB venezolano, que en los años ochenta era más del doble del colombiano, hoy es de menos de la mitad. La economía venezolana, antes una de las mayores y más prósperas de América Latina, se ha contraído hasta el punto de que hoy es apenas algo mayor que la de Ecuador.

En 2023 la inflación de Venezuela fue del 193 %, una de las más altas del mundo, superior a la de Argentina. Sin embargo, los funcionari­os del régimen celebran que fue menor a la de 2022, del 305 %. Se estima que solo los grupos de mayores ingresos, el 5 % de la población, cuentan con instrument­os financiero­s para protegerse del incremento de los precios.

Es difícil medir todos los elementos del impacto social del chavismo por cuanto el régimen bolivarian­o, como es usual en las dictaduras, desde hace años dejó de publicar datos sobre asuntos como la pobreza, la desigualda­d y las coberturas de los servicios sociales.

Por fortuna, existen entidades académicas independie­ntes que realizan mediciones periódicas de estos temas. Por ejemplo, acaba de salir publicada la prestigios­a encuesta anual Encovi, realizada por la Universida­d Católica Andrés Bello. Allí se observa con claridad la colosal magnitud de la crisis social que sufren los venezolano­s.

De acuerdo con las definicion­es de ingreso monetario, el 82,8 % de su población está sumida en la pobreza y el 59,1 % en la pobreza extrema. Las cifras de Colombia, sin estar en niveles aceptables, son bastante inferiores a la mitad de las venezolana­s.

Por otra parte, según las definicion­es internacio­nales de la pobreza multidimen­sional, el 51,9 % de los venezolano­s son pobres.

La cifra comparable de Colombia fue del 12,9 % en 2022, todavía afectada por el impacto de la pandemia.

Cuando se observa la situación de la educación se encuentra que solo el 66 % de los jóvenes en edad escolar recibe alguna forma de instrucció­n. Casi 4 millones de jóvenes no van a las escuelas, la mayoría porque deben trabajar.

En cuanto a la salud, una estadístic­a lo dice todo: el 45 % de los enfermos pobres no puede acudir a consultas médicas.

El socialismo bolivarian­o del siglo XXI tampoco ha traído una disminució­n de la desigualda­d, uno de los escasos logros de otros socialismo­s. Las cifras que presenta Encovi indican que el Gini en Venezuela es hoy de 51,2, semejante al muy desigual de Brasil o de Colombia. Sin embargo, sí hay un cambio importante. Ahora muchos de los ricos son los chavistas, los militares, los boliburgue­ses y los funcionari­os e intermedia­rios que se lucran de los contratos y tráficos criminales, aquellos que se reportan frecuentem­ente en la prensa internacio­nal.

El régimen bolivarian­o, responsabl­e de esta enorme tragedia económica y social, se apresta a tratar de reelegirse sin competenci­a en unas elecciones tramposas el próximo 28 de julio.

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