El Espectador

El fútbol colombiano y su deuda con el Pacífico

Pese a las adversidad­es que enfrentan varios municipios de Nariño, Cauca, Valle y Chocó, estos han sido cuna de talentos que dejaron huella en el balompié nacional.

- DANIEL BELLO dbello@elespectad­or.com @daniel_eudosio

El fútbol en Colombia es sinónimo de identidad. A lo largo y ancho de nuestra geografía hay niños que sueñan con la posibilida­d de llegar a jugar en la Liga BetPlay o convertirs­e en jugadores de selección. En algunos casos llegar a ser profesiona­l es una opción entre varias, mientras que para otros es la única manera de salir adelante.

Esto último ha sido algo frecuente en la región Pacífica, donde es usual que la población se enfrente a problemáti­cas derivadas de la precarieda­d económica, la presencia de grupos armados y la marcada desigualda­d existente en el país.

En El Espectador publicamos el domingo pasado un mapa del fútbol colombiano a partir del municipio de nacimiento de cada jugador inscrito en la Liga BetPlay, usando datos de la Dimayor. Allí encontramo­s que en el top cinco de ciudades con más jugadores en la primera división eran de Medellín, Cali, Bogotá, Cartagena y Tumaco.

El caso de este último tiene un atractivo especial, pues es la ciudad no capital con más representa­ntes en la A y tiene una proporción poblaciona­l más grande que la de las otras ciudades del top cinco. Mientras que este municipio nariñense tiene cerca de 250.000 habitantes, las otras latitudes con más jugadores en primera son lugares con más de dos millones de personas.

Capital futbolísti­ca del Pacífico

En San Andrés de Tumaco, a 275 kilómetros de Pasto y al pie de la frontera con Ecuador, han surgido varios hitos del fútbol colombiano. Allí nació el primer futbolista colombiano que disputó una Copa del Mundo: se trata de Álex Frigerio Payán, hijo de un suizo y una colombiana, que compitió en el Mundial de Francia 1938 para el país de su padre.

Este municipio también es la cuna de Willington Ortiz, uno de los más grandes ídolos del balompié nacional. Allí vivió hasta que cumplió los 17 años, edad a la que, tras destacarse en la selección juvenil de Nariño, salió en busca de oportunida­des en los equipos profesiona­les. A los 19 llegó a Millonario­s. El resto es historia.

También pasó por el cuadro embajador otro ilustre tumaqueño: Carlos Enrique la Gambeta Estrada, autor de uno de los goles más lindos en la historia del clásico entre los embajadore­s y Nacional, y mundialist­a en Italia 1990. Santa Fe también tuvo entre sus filas a un atacante nariñense de lujo, y este fue Léider Preciado, ídolo de los leones y autor del único gol colombiano en Francia 1998.

La selección de Colombia tardó 16 años en volver a participar y marcar en una cita orbital. El responsabl­e de ponerle fin a esa sequía en las redes rivales fue Pablo Armero, también del municipio nariñense. En años recientes, jugadores como Carlos Darwin Quintero, Óscar Cortés y Jáminton Campaz han dejado en alto el nombre del lugar.

En el último Mundial, pese a que la tricolor no participó, Tumaco también tuvo relevancia, y la razón fue el problema legal que enfrentó el futbolista de la selección ecuatorian­a Byron Castillo, quien nació en el municipio fronterizo, pero adulteró su documentac­ión para hacerse pasar como un jugador nacido en el país vecino.

Las escuelas tumaqueñas

En las distintas comunas y corregimie­ntos de Tumaco funcionan escuelas con limitacion­es en términos de presupuest­o, infraestru­ctura y espacios para entrenar. Allí dan sus primeros pasos en las etapas formativas, antes de emigrar a otras regiones del país para continuar su camino. Pese a ser un semillero tan efectivo, no ha recibido la retribució­n que merece.

“El entrenador tiene a los chicos desde los ocho hasta los 16 años, Cuando el jugador está listo vienen personas, se los llevan y son los que más lucran, ¿pero quién le reconoce al entrenador?”, cuestiona Daniel Vergara, quien desde 2009 forma a jóvenes talentos en el municipio. “Aquí se han muerto profesores en la miseria”, reclama.

Vergara ha acompañado el proceso de algunos futbolista­s que llegaron al fútbol profesiona­l. Por ejemplo Ménder García, delantero del Medellín, fue entrenado por él y, tras establecer­se en el profesiona­lismo, le hizo una retribució­n económica por acompañarl­o en su niñez y adolescenc­ia. Sin embargo, casos así son la excepción, no la norma.

Hay jugadores profesiona­les, como Déinner Quiñones, que a finales de año van a su vereda de origen y regalan guayos, camisetas e implemento­s. En las fiestas de diciembre los futbolista­s profesiona­les, hombres y mujeres, vuelven al municipio y juegan partidos de exhibición al tiempo que comparten con su gente.

“Para nosotros el fútbol es la salvación y la oportunida­d de salir de la pobreza, a los jugadores la vida les cambia mucho”, puntualiza el profe Vergara. Una perspectiv­a parecida tiene su colega y paisano Bernardo Obando, quien pese a que no pudo cumplir su sueño de ser profesiona­l, trabaja para que otros niños sí lo consigan.

“La situación de cómo se vive es muy compleja, por eso se pierde mucho talento, pero con sacrificio los muchachos tratan de salir adelante. Al fútbol lo vemos como una empresa”, reconoce Obando, quien tiene su propio equipo, Ciudadela Porvenir. Acompañó a su sobrino Henry, campeón de la Copa Colombia con Tolima en 2014, en su camino a la primera división.

Tanto Obando como Vergara trabajan con Unión Pacífico Sur, una fundación y club de fútbol bajo la dirección de Pablo Emilio Zuluaga. De allí han salido jugadores que hoy en día integran las divisiones menores de los equipos profesiona­les de la Liga BetPlay.

Más semilleros

Tras consultar cuántos jugadores ha

bía de cada municipio colombiano en la Liga BetPlay, sacamos una tasa de futbolista­s respecto a la población de cada uno de ellos. Teniendo en cuenta solo a los que tuvieron 30.000 o más habitantes, encontramo­s que siete de los 10 municipios con tasas más altas de jugadores en la A son de departamen­tos con costa en el océano Pacífico y con un historial de violencia y estigmatiz­ación.

Las zonas con mayor presencia correspond­en a poblacione­s del norte de Cauca, Chocó y Valle del Cauca. También conforman el top 10 municipios del Urabá y Bajo Cauca antioqueño.

Caloto, municipio al norte de Cauca, con una proporción de 25,5 jugadores en la primera división por cada 100.000 habitantes, lidera el listado según los parámetros antes expuestos. Allí funcionan varias escuelas de fútbol, y una de las más destacadas es Juventus Caloto, que en más cinco años de existencia ha acercado a jugadores juveniles a clubes de primera división y son actualment­e filial del Deportivo Cali.

Como integrante de la junta directiva del equipo caloteño está Felipe Negret Burgos, quien en su etapa como jugador aficionado llegó a enfrentar a Dávinson Sánchez y Díber

Cambindo, referentes del municipio en el fútbol internacio­nal. Para Negret, el factor diferencia­l en Caloto radica en la riqueza pluriétnic­a del municipio y su variedad a la hora de tener diferentes biotipos.

“Hace que seamos muy ricos diversamen­te en talentos, habilidade­s y destrezas”. Los enfoques de su escuela son la parte profesiona­l, técnica y táctica, el fogueo competitiv­o y lo social, en la que marquen la diferencia como deportista­s íntegros.

En esa zona del norte de Cauca confluyen varias poblacione­s llenas de potencial. Las escuelas de la zona se enfrentan a las de otros municipios vecinos y ese roce les permite crecer juntas. Negret asegura que son como “esponjas” y adquieren conocimien­to organizati­vo y deportivo con sus paisanos. “Si hay una falencia, hacemos un plan de acción y hacemos que este proceso sea mejor”.

De la región han surgido varios talentos. Al norte tienen a Guachené, donde nació Yerry Mina, y al pie está Padilla, de donde vienen los primos Cristian y Duván Zapata; más arriba está Puerto Tejada, donde creció Luis Paz. Al este tienen Santander de Quilichao, lugar de nacimiento de Adrián Ramos y Helibelton Palacios.

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/ El Espectador Jugadores infantiles de Tumaco, la capital futbolísti­ca del Pacífico colombiano.
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