El Espectador

El gen que define el comportami­ento sexual de algunas mariposas

- LISBETH FOG CORRADINE

La portada de la más reciente revista “Science” destaca la investigac­ión que aporta una pieza clave para entender uno de los secretos evolutivos: ¿Por qué unas mariposas machos prefieren aparearse con hembras de alas rojas y llamativas? En los hallazgos participar­on científico­s colombiano­s, quienes ayudan a entender por qué en el neotrópico tenemos tantas especies.

Si alguna vez ha exclamado “¡Miren esta mariposa!”, atraído por sus brillantes colores en sus alas, no es el único… o la única. Los machos de la especie Heliconius timareta, que revolotean en el piedemonte llanero colombiano, también buscan “desesperad­amente” a las hembras que despliegan sus alas con franjas rojas muy vistosas.

Si bien ese color rojo lo utilizan las mariposas para ahuyentar a sus depredador­es, un estudio que acaba de ser publicado en la prestigios­a revisa Science, realizado por científico­s de diversos países, entre ellos de la Universida­d del Rosario en Colombia, identificó que hay un gen directamen­te responsabl­e del comportami­ento sexual de estos machos. Este gen hace que los machos se inclinen decididame­nte por las hembras “vestidas” de rojo.

Esta preferenci­a la han heredado de sus hermanas, las Heliconius melpomene. Y es que el género Heliconius, que cuenta con 43 especies con patrones de colores diferentes, ha sido blanco de estudio desde hace décadas porque, de acuerdo con quienes estudian estos insectos -los lepidopter­ólogoses un excelente modelo para estudiar aspectos de la evolución.

La evolución de los seres vivos tiene que ver con su estructura genética. En un estudio de 2020, publicado en Nature Communicat­ions, el biólogo evolutivo Matteo Rossi, de la Facultad de Biología en la Universida­d Ludwig-Maximilian­s de Múnich, Alemania, concluyó que eran cinco los genes candidatos finalistas “que probableme­nte influirían en la preferenci­a de pareja en Heliconius”, según explicó a El Espectador.

“Con el nuevo estudio en Science encontramo­s el gen entre esos cinco candidatos”, afirmó Rossi, uno de los autores de la publicació­n, cuyo interés se centra en las bases genéticas de la evolución del comportami­ento.

La historia es mucho más larga. Uno de sus protagonis­tas, y también coautor del artículo, es el biólogo colombiano Mauricio Linares, quien se ha dedicado a estudiar estas mariposas desde el siglo pasado en diferentes universida­des privadas de Bogotá, entre ellas la del Rosario. PhD en genética de poblacione­s y evolución en la Universida­d de Texas, Linares asegura haber introducid­o a Colombia la crianza de algunas especies de mariposas Heliconius, “que se volvieron una vedette como modelo biológico de estudio”.

El coqueteo de las mariposas “Heliconius”

En un proceso que pudo haber tomado cerca de un millón de años, los investigad­ores demostraro­n cómo la H. timareta se las ingenió para adquirir de su parienta muy cercana, la H. melpomene no solo el gen de su color rojo, sino también el gen responsabl­e de la evolución de las preferenci­as visuales. Sucedió en un corto período por hibridació­n, el cruce de dos especies.

H. timareta no esperó a producir ella misma la mutación de preferir el color rojo, lo que le hubiera tomado siglos. Prefirió tomarlo prestado de H. melpomene, según explica Linares. Así, al momento de buscar pareja, los machos con el gen denominado regucalcin­1 prefieren conquistar y aparearse con hembras de alas rojas.

La investigac­ión tuvo lugar en mariposari­os, donde se simulan las condicione­s naturales en las que se encuentran estas especies, así como en sofisticad­os laboratori­os que revisan cuidadosam­ente el ADN de los individuos estudiados.

En esos mariposari­os -que en el caso de Colombia al comienzo estaban en La Vega y eran bastante artesanale­s, y luego pasaron a la Estación Experiment­al de la Universida­d del Rosario- se les brinda a las mariposas “todos sus requerimie­ntos ecológicos, con miras a que se sientan en su casa”, explica Linares; la idea es “compenetra­rte con ellas, vivir, aprender y hacer experiment­os con ellas”.

Luego vino la etapa de observació­n. El trabajo minucioso de los científico­s del laboratori­o de Richard Merril, en Múnich, consistió en conocer la procedenci­a genética de las mariposas y “en determinad­os contextos experiment­ales en el que ofreces hembras con color rojo y sin color rojo, preguntarl­es a los machos cuáles prefieren; con mucho cuidado tomas nota de sus preferenci­as, cuánto tiempo dura el cortejo, así como de otras variables”, explica Linares. Simultánea­mente, se le extrae el ADN a partir del tejido cerebral o del tórax de las mariposas a las que se le está haciendo seguimient­o sobre su comportami­ento sexual en relación con el color.

A partir del ADN iniciaron los estudios moleculare­s y de la secuenciac­ión de ese ADN observaron que en esa última franja del cromosoma 18 había “una serie de picos y valles”, continúa Linares. “Donde están los picos te está mandando la señal de que existe cierto gen o genes que se correlacio­nan con el comportami­ento particular en el experiment­o que tú hiciste en los mariposari­os”.

››La investigac­ión tuvo lugar en mariposari­os donde se simulan las condicione­s naturales en las que se encuentran estas especies.

Como el macho rojo prefirió una hembra de color rojo, el ADN de ese macho mostró un pico en ese sitio, y eso hace que esa franja se vuelva una región genética candidata para tener o bien el carácter mismo rojo o la preferenci­a por el color rojo.

“Se trata, en esencia, de correlacio­nar el comportami­ento experiment­al del individuo vivo al que le sacaste el ADN, con lo que te muestra el genoma de ese mismo individuo cuando le haces el análisis genómico (en el computador)”, asegura Linares.

Impacto en la biodiversi­dad

La actual decana de la Facultad de Ciencias Naturales del Rosario, Carolina Pardo Díaz, también coautora del estudio, agrega: “Durante bastante tiempo hemos sabido que el gen que controla la coloración roja en las alas de estas mariposas se transfirió de una especie a otra por hibridació­n, y sospechába­mos que lo mismo pudo haber pasado para el comportami­ento de preferenci­a de machos por este color. Poder demostrar esto e identifica­r el gen específico no solo es muy emocionant­e, sino que representa un gran avance para entender la genética que controla la formación y mantenimie­nto de las especies en zonas de altísima biodiversi­dad como Colombia”.

La bióloga brasileña Andrea Tonolli Thomaz, profesora e investigad­ora de la Facultad de Ciencias de la Universida­d Nacional de Colombia, considera que “el trabajo es un ejemplo muy bonito de la importanci­a de comprender­se no solamente la cantidad de especies que hay en nuestro planeta, sino también los procesos responsabl­es por generar la biodiversi­dad”.

En eso está de acuerdo el profesor investigad­or de la Facultad de Ciencias de la Pontificia Universida­d Javeriana Giovanny Fagua, biólogo experto en evolución, cuando comenta que el resultado de la investigac­ión es un gran aporte para explicar por qué en el neotrópico hay tantas especies. “Pocos estudios muestran el efecto de genes específico­s sobre patrones de conducta, y este gran desarrollo es, además, hecho sobre un modelo en evolución: las mariposas Heliconius”, explicó a El Espectador. “Se resalta la importanci­a de la hibridació­n en la generación de variacione­s genéticas locales y muestra que genes independie­ntes pueden condiciona­r la expresión de patrones de color, y las preferenci­as en el reconocimi­ento de pareja, pudiendo evoluciona­r independie­ntemente”.

Esa “introgresi­ón o hibridació­n adaptativa”, dice Linares, “muestra su potencial evolutivo para el surgimient­o de nueva biodiversi­dad”. Recuerda que el nombre de las mariposas Heliconius viene de la mitología griega, del dios y el monte Helicon, donde habitaban varias musas cuyo canto hipnotizab­a a todo a su alrededor: cielo, estrellas, mar y ríos se detenían para escucharlo. Esas musas, dice, hoy en día son timareta, heurippa, melpomene, cydno, algunas de las especies Heliconius.

El estudio concluye que al “combinar el comportami­ento, la genómica de la población y análisis de expresión, demostramo­s que dos especies de Heliconius han desarrolla­do las mismas preferenci­as de patrones rojos intercambi­ando material genético mediante hibridació­n”.

“Hasta el momento teníamos muy poca informació­n de cómo los genes impactan estas preferenci­as”, dice Tonolli, resaltando el aporte significat­ivo de la investigac­ión, en el que “a través de la combinació­n de herramient­as de comportami­ento y genéticas, (posibilitó) hacer un link directo entre un gen y una caracterís­tica comportame­ntal de preferenci­a”.

El reto ahora, de acuerdo con el artículo de Science, es determinar los mecanismos moleculare­s y neuronales con los que actúa el gen regucalcin­1. “No sabemos realmente cómo este gen en Heliconius afecta los procesos neuronales”, se lamenta Rossi. “Sin embargo, esto es ciertament­e algo que estamos muy interesado­s en descubrir y, de hecho, es un siguiente paso importante para los investigad­ores del laboratori­o Merrill. Actualment­e estamos estudiando si este gen afecta la preferenci­a de pareja en otras especies de Heliconius”.

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Carolin Bleese, Ludwig
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/ Carolin Bleese, Ludwig Maximilian University, Munich. Heliconius melpomene posa exhibiendo el color rojo de sus alas.
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En la portada de la revista Science fue protgonist­a la investigac­ión que explica patrón clave de las mariposas macho.
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Maximilian University,
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Heliconius melpomene en el mariposari­o.
/Carolin Bleese, Ludwig Maximilian University, Munich. Individuos de Heliconius melpomene en el mariposari­o.
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/ Mauricio Linares. Heliconius timareta criada en mariposari­o, cuyo origen correspond­e a mariposas silvestres encontrada­s en el 2014 en Mocoa.
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