El Espectador

Las exigencias del amor

- ALDO CIVICO

EN LA TERCERA TEMPORADA DE JÓvenes Altezas, una escena en particular me llevó a la reflexión. Los amigos de Simón, el joven inmigrante latino envuelto en un romance con el príncipe heredero, le expresan su temor: temen que, en su empeño por estar junto a su amado, Simón pierda su esencia. De hecho, al entablar una relación con el príncipe Wilhelm, Simón no solo se abre emocionalm­ente hacia él, sino que también se ve forzado a adaptarse a las estrictas demandas de la monarquía. Para esquivar el morbo de los medios, la casa real le exige a Simón, interpreta­do con maestría por el actor de origen venezolano, Omar Rudberg, que mantenga un perfil bajo y se abstenga de usar las redes sociales, llegando incluso a solicitarl­e que elimine sus cuentas. Es entonces cuando sus amigos le hacen ver que, al cancelar sus perfiles, Simón podría estar renunciand­o también a su propia identidad.

A menudo, el miedo al fracaso, al rechazo o a no ser suficiente­s nos lleva a conformarn­os con los moldes preestable­cidos por la sociedad. Al igual que Simón, quien se somete a las directrice­s de la casa real, nosotros, en un intento por no perder una relación, una oportunida­d laboral o la aprobación ajena, renunciamo­s a aspectos cruciales de nuestro ser, aquellos que definen nuestra verdadera esencia. Esta renuncia inaugura el imperio del ego en nuestras vidas, relegando a un segundo plano la autenticid­ad que nos caracteriz­a.

Hasta que la situación se hace insostenib­le y entramos en crisis. Simón, en un acto de inquebrant­able integridad y pese a su amor genuino por Wilhelm, decide poner fin a la relación, reconocien­do que se estaba transforma­ndo en alguien irreconoci­ble para sí mismo. Es la elección valiente de permanecer coherente con su verdadero yo. Al hacerlo, Simón sacrifica sus sentimient­os por el príncipe heredero, un verdadero holocausto emocional, prefiriend­o la integridad personal a la continuida­d de una relación que lo alejaba de su autenticid­ad.

Nos preguntamo­s, entonces, si es posible el amor sin esta coherencia con la esencia de uno mismo. Podemos cuestionar­nos si, en el fondo de nuestros fracasos —tanto en el amor como en la vida en general—, no se encuentra la renuncia a una parte esencial de nosotros mismos por dictados del ego, al cual mi amigo, Borja Vilaseca, define como a un carcelero y un infeliz. Por otro lado, cabe considerar si la exigencia del amor y la condición para que este pueda existir y florecer es el reconocimi­ento de nuestra propia esencia y la valentía de vivir en conexión con ella. Antes de ser amor hacia el otro, el amor debe ser, necesariam­ente, amor propio y autoconoci­miento.

Finalmente, es la decisión de simplement­e ser la que también resuelve la relación entre Simón y Wilhelm, pues el amor, cuando es verdadero, posee el poder de transforma­rlo todo.

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