George Sand
resó en la política y los acontecimientos posteriores a la Revolución del 48, pero sobre todo fue una escritora incansable. Trabajaba muchas horas al día y publicó varias novelas dentro de las que se destacan: Leila (1832), Jaques (1834), André (1835), Spiridion (1839), Un invierno en Mallorca (1842), El compañero (1841), Horacio (1842), Consuelo (1843), La condesa de Rudolstadt (1844), El molinero de Angibault (1845), El pecado de Monsieur Antoine (1846), La charca del diablo (en otras ediciones en español, El pantano del diablo (1846), François le Champi (1848), La pequeña Fadette (1849) y Los maestros campaneros (1853), Los apuestos caballeros de Bois-Doré (1857), El marqués de Villemer (1861), Mademoiselle La Quintinie (1863),
Laura (1864). También escribió libros de memorias como Historia de mi vida (1855), Ensueños y recuerdos (1872) e Impresiones y recuerdos (1876).
Sand murió el 8 de junio de 1876. Póstumamente se publicaron varios libros con su correspondencia con las diferentes personas que conoció y también su
Diario íntimo (1926).
Es decir, su obra fue tan prolífica como variada en temática: familiar, feminista, política, histórica, campesina e idílica.
Isabelle H. Naginski en George Sand: Writing for her life sugiere que fue pionera de la novela de iniciación o novela mística con
Leila (1832), en la que resalta la teoría de la novela invisible en la cual no hay trama central, no se presentan imágenes y los eventos externos no son importantes. Se trata de una escritura de ideas que claramente permiten establecer una importante transición de sus otras novelas que, por el contrario, eran novelas de imágenes. Es decir, Sand rompe con las formas ficcionales a través de una narración que no parece tener un modelo literario específico, que además denuncia la inercia de la sociedad del momento (Cap 5. New Brunswick: Rutgers UP, 1991).