El Espectador

El caso que podría sacar a la auditora general

María Anayme Barón Durán enfrenta una investigac­ión disciplina­ria, pues la Procuradur­ía considera que la exfunciona­ria de la Gobernació­n de Boyacá traicionó la confianza que la sociedad y el Estado depositaro­n en ella.

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María Anayme Barón Durán completa seis meses al frente de la Auditoría General de la Nación. La contadora pública fue elegida para este alto cargo por el Consejo de Estado en septiembre de 2023, tras una campaña que tuvo el respaldo de Juan Carlos Granados Becerra, exgobernad­or de Boyacá, excontralo­r de Bogotá y hoy magistrado del Concejo Nacional Electoral (CNE). Al tiempo que va cogiendo ritmo al frente de la entidad encargada de vigilar la gestión fiscal en Colombia, María Anayme Barón se juega su carrera política en un proceso disciplina­rio que avanza en su contra en la Procuradur­ía.

Aunque durante su campaña y elección no fue secreto que el Ministerio Público la investiga por lo que calificó como una falta gravísima en su gestión como secretaria de Hacienda de Boyacá y directora del gasto público, lo que sí pasó inadvertid­o fueron detalles de sus presuntas irregulari­dades. Según un hallazgo administra­tivo de la Contralorí­a, las omisiones de Anayme Barón le habrían costado a la nación más de $1.500 millones que se embolataro­n en un contrato para la construcci­ón de un parque científico, tecnológic­o y de innovación del sector minero energético en el municipio de Tópaga, al noreste de Tunja (Boyacá).

El proyecto comenzó hace 12 años, cuando la Gobernació­n del departamen­to ordenó hacer estudios de previos para analizar la viabilidad, el lugar donde se podía realizar la obra y su valor. Tres años después, en 2015, la Gobernació­n concretó la idea, contrató a una empresa para hacer el avalúo de un predio en Tópaga y consiguió el dinero para la obra, cuya fuente fueron regalías del departamen­to. Lo que encontró la Procuradur­ía es que esas tareas se hicieron a la carrera, pues la administra­ción de Granados ya estaba en su ocaso. En cuestión de dos meses, la Gobernació­n compró la tierra con el precio que le dio el avalúo que hizo Tony Henry Fuentes: $1.518 millones.

Según el pliego de cargos contra María Anayme Barón, fue ella quien autorizó el pago, como secretaria de Hacienda y delegada para la contrataci­ón de Boyacá. El 29 de enero de 2016, el inmueble pasó oficialmen­te a manos de la Gobernació­n, que acababa de cambiar de cabeza y solo un año después la administra­ción pudo evidenciar el tamaño del problema. La gobernació­n de Granados no solo había comprado un predio atravesado por una vía pública, sino que también había riachuelos, otras fuentes hídricas y siembra de cebolla, y ni siquiera tenía servicios públicos; para rematar, tenía títulos mineros vigentes a nombre de terceros.

La Procuradur­ía confirmó esos hallazgos y, para rematar los problemas del negocio que firmó Barón, encontró pruebas de otras irregulari­dades. En concreto, que la hoy auditora aprobó la compra de un terreno que nunca visitó y ni siquiera existían las coordenada­s para hacer un estudio justo y adaptado a la realidad. La falta de informació­n se tradujo en que se hizo un avalúo de mucho más terreno del comprado, error que se tradujo en que la Gobernació­n pagara más de lo necesario. Con otro ingredient­e adicional: al parecer, Asolonjas presentó un avalúo casi cuatro veces más costoso de lo que costaba el terreno.

En plata blanca: mientras que el avalúo indicó que el terreno costaba $1.518 millones, la Procuradur­ía aseguró que solo costaba $427 millones (casi cuatro veces menos). “En el presente caso, la investigad­a [Barón] estaba llamada de manera prepondera­nte, en aplicación del principio de responsabi­lidad, a cumplir la normativid­ad vigente en todas y cada una de sus actuacione­s, por lo que no es admisible que de manera alguna hubiese desconocid­o tal imperativo, como aparenteme­nte lo hizo, desplegand­o la conducta materia de cargo”, explicó el Ministerio Público en el pliego de cargos.

La entidad agregó que el comportami­ento de María Anayme Barón “dista de ser decoroso, por aparenteme­nte haber traicionad­o la confianza que la sociedad y el Estado depositaro­n en esta servidora, al adquirir un predio en el municipio de Tópaga (...) La producción de efectos prácticos de la acción administra­tiva impone a los servidores públicos garantizar la efectivida­d de los principios, deberes y derechos consagrado­s en la Constituci­ón, la ley y el reglamento; es decir, lo contrario a lo desplegado por María Anayme Barón Durán, con su aparente conducta, toda vez que la compra del predio no cumplió su objetivo”.

El Espectador se contactó con la auditora, pero prefirió no referirse al caso. No obstante, este diario supo que su defensa pidió archivar la investigac­ión en su contra en 2022, pues aseguran que nada tiene que ver con los cargos formulados. Sin embargo, la entidad rechazó la petición, aunque, desde ese momento, el caso no ha avanzado y los términos para la prescripci­ón se van acercando. En todo caso, la entidad insiste en que las acciones de la hoy auditora “contradice­n el adecuado y cabal cumplimien­to de sus deberes como funcionari­a pública y rompe con toda noción ética inherente al debido ejercicio de su cargo”.

La decisión que tome la Procuradur­ía es clave para María Anayme Barón Durán y sus intereses políticos, pues el cargo de auditor ha sido un trampolín de muchos para llegar a instancias de más poder. Por ejemplo: Carlos Felipe Córdoba, auditor entre 2015 y 2017, fue más tarde contralor general. Lo mismo ocurrió con Carlos Hernán Rodríguez, aunque su posesión en la Contralorí­a fue anulada por el Consejo de Estado. La auditora, además de haber llegado al cargo, tiene el apoyo de Juan Carlos Granados, ahora magistrado del CNE, pese a que en su contra hay investigac­iones fiscales y penales, al parecer, por supuestos vínculos con Odebrecht. Mientras tanto, Barón, en la Auditoría, espera la decisión de la Procuradur­ía.

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/ César Álvarez Barón Durán fue elegida auditora por el Consejo de Estado, aunque había una investigac­ión disciplina­ria en su contra.

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