El Espectador

Inversión en justicia: un llamado a mandatario­s locales

En departamen­tos como Putumayo, Cesar y Sucre los pedidos para mejorar el acceso a este derecho se han hecho notar, desde la articulaci­ón de justicia indígena y ordinaria hasta mejorar la educación.

-

“El Acuerdo de Paz con la extinta guerrilla de las FARC abrió la posibilida­d para que el Gobierno priorizara los sistemas locales de justicia e hiciera mejores inversione­s en el desarrollo social del territorio”, afirma Diego Gutiérrez, líder social de Mocoa, Putumayo, quien desde hace varios años le apuesta al fortalecim­iento de la justicia ordinaria, administra­tiva y étnica. Sus intencione­s se han sumado a las de cientos de líderes y lideresas que, como un acto de justicia, les reclaman a los mandatario­s locales que destinen recursos a sus municipios, con el fin de mejorar el deterioro que la guerra y el abandono estatal han dejado por décadas.

Tras la firma de los tratados en 2016 se propuso la creación de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territoria­l (PDET), los cuales buscan impulsar el crecimient­o económico, social y ambiental de los territorio­s con mayores afectacion­es producto del conflicto y que, además, se logre alcanzar un efectivo desarrollo rural. Así sucedió en Putumayo, como recuerda Gutiérrez: “Putumayo quedó priorizado en los PDET y comenzamos a convencer a los mandatario­s de las zonas rurales para que entiendan que la justicia también debe llegar hasta allí”. Para el líder, esta herramient­a de gestión contribuyó a impulsar la justicia restaurati­va en municipios y veredas.

Esta iniciativa fue apoyada por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacio­nal (Usaid), bajo el programa Justicia Inclusiva, conocido anteriorme­nte como Justicia para una Paz Sostenible. Miguel Ángel Rubio, un hombre que conoce los ires y venires de lo que pasa en el departamen­to, pues fue alcalde de Puerto Leguízamo en dos ocasiones (1995-1997 y 2012-2015) y candidato a la Gobernació­n en repetidas oportunida­des, apoyó de primera mano la implementa­ción de este instrument­o. “Lo que hacemos en los PDET es trabajar para garantizar la no repetición del conflicto armado y la reparación a la población”, señala.

Esta fue la puerta de entrada para priorizar los sistemas locales de justicia y darles una mano a otras formas de justicia, como la étnica o ancestral, para que pudieran funcionar sin mayores inconvenie­ntes. Rubio, en diálogo con este diario, indicó que antes de la firma del Acuerdo de Paz solo existían políticas enfocadas a la seguridad del departamen­to y la justicia que ejercían las poblacione­s étnicas en medio del conflicto estaban silenciada­s. Por ello, una alianza entre Usaid, el Ministerio de Justicia y los entes de control territoria­l abrieron nuevos espacios de diálogo para comunidade­s vulnerable­s.

“Veníamos de décadas de guerra, en el último lugar estaban las personas de a pie, quienes sufrimos las consecuenc­ias de las armas”, apunta Rubio. En 2019, gracias a uno de los acuerdos con la Gobernació­n de Putumayo, se logró disminuir la impunidad y mejorar el acceso a la justicia en Villagarzó­n, Puerto Guzmán, Puerto Caicedo, Puerto Asís, Puerto Leguízamo y San Miguel. Enfocarse en estos municipios abrió paso al aumento de la oferta institucio­nal en áreas donde la justicia estaba controlada por los grupos armados ilegales. Rubio recuerda que ese año, durante la primera jornada de justicia móvil que realizaron en Puerto Caicedo, la comunidad se motivó a denunciar todo tipo de violencias.

“Puerto Caicedo fue una de las zonas más afectadas por las balas. En 2001 tuvimos que vivir la masacre de cinco personas a manos del paramilita­rismo y el desplazami­ento masivo de toda la comunidad”, relata Pedro*, un campesino y conciliado­r que prefiere mantener su nombre bajo reserva. Él, pese al miedo, se quedó allí. Y, como es el caso de cientos de campesinos, le tocó buscar una forma de sobrevivir y llevar el pan a su casa, por lo que entró al mundo de los cultivos de uso ilícito. “Fueron más de 10 años cultivando hoja de coca, con el proceso de paz y el dinero que el Gobierno invirtió en esta zona, comencé a concebir de otra manera mi tierrita”, cuenta Pedro.

La implementa­ción de los PDET fue una forma de apostarle al desarrollo social de lugares como Puerto Caicedo. De la mano del programa Justicia Inclusiva de Usaid llegó una nueva oferta institucio­nal que ayudó a los pobladores a denunciar toda clase de violencias, pero sobre todo, aprendiero­n a solucionar los conflictos. Este es el caso de Pedro: “Comerciali­zaba coca, pero cuando priorizaro­n este departamen­to, varios cultivador­es de mora me enseñaron que había otras formas de conseguir dinero que no atrajera a otros actores armados ilegales”, dice. Pero cambiar la hoja de coca por la mora no fue tarea fácil. Las fincas aledañas comenzaron a ver con ojos “maliciosos” ese cambio y lo tildaron de guerriller­o.

Según cuenta el campesino, otros agricultor­es de la zona decían que él les iba a robar la clientela y envenenaro­n sus cultivos con todo tipo de sustancias. La solución llegó después de un año, en 2019, gracias a una jornada de justicia móvil que realizó el Ministerio de Justicia, con el apoyo de Usaid. “Logramos hablar con todos los agricultor­es de Puerto Caicedo, ellos dijeron que me iban a dejar cultivar, pero no podía volver a la coca”, señala. En su caso, la justicia tocó a su puerta para recuperar lo perdido, tanto así que decidió formarse como conciliado­r en equidad y ha centrado sus esfuerzos en articular la justicia indígena de las etnias nasa y awá con la justicia ordinaria. “Si no hay justicia, no hay paz, por eso debemos entender los otros modos de justicia”, sostiene.

Los jóvenes en busca de justicia en los territorio­s

Si bien Putumayo es un claro ejemplo de cómo la justicia ha mejorado la calidad de vida de los habitantes de varios municipios, en otros departamen­tos los jóvenes son quienes se han dado a la tarea de exigir a gobernacio­nes y alcaldías que sean tenidos en cuenta a la hora de formular los Planes de Desarrollo Territoria­l.

La Ley 1885 de 2018 reglamenta encuentros entre delegados de despachos locales, consejeros de juventud, miembros de la plataforma juvenil y una secretaría técnica para escuchar sus recomendac­iones y prioridade­s. De ahí que, en las últimas semanas, el Consejo Nacional de Juventud, junto con el Departamen­to Nacional de Planeación, con apoyo de Usaid, se hayan sentado a definir los asuntos más relevantes para los jóvenes.

Participac­ión juvenil, empleo, educación, medio ambiente, paz, salud mental, deporte y diversidad son, en principio, los ocho puntos que los jóvenes buscan fortalecer en diferentes territorio­s. Mientras que en Putumayo los sistemas locales de justicia y figuras como la conciliaci­ón se hacen fuertes para acceder a este derecho, en Arauca la juventud ha intentado definir qué es la paz, con el fin de iniciar un camino de reconcilia­ción y acceder a la justicia. Olga Pereira Yance, lideresa y consejera de juventud en el departamen­to, reunió varios testimonio­s de adolescent­es que dieron su punto de vista sobre este tema.

“Es importante destacar estos procesos en cada uno de los territorio­s, teniendo en cuenta un tratamient­o especial y de acuerdo con las vivencias que se han presentand­o en dichos municipios, y que se han visto golpeados por la violencia, muertes, secuestros y, sobre todo, la faltas de oportunida­des que existen allí”, explica la lideresa. Luego de preguntar por varios municipios y veredas, Pereira encontró que para los jóvenes hay cuatro temas en los que, de carácter urgente, las administra­ciones municipale­s deben poner la lupa: presencia de la institucio­nalidad, desarrollo del campo, apoyo al campesino, garantías para los jóvenes en el ámbito laboral y la presencia de la educación media y superior.

De acuerdo con Pereira, la paz y la reconcilia­ción, desde el punto de vista de la juventud araucana, no consiste en suscribir acuerdos en un documento, sino también ir más allá y ejercer un liderazgo para que esas promesas se puedan materializ­ar. “La labor social y política de los jóvenes líderes es fundamenta­l para que se puedan exigir a los gobiernos las herramient­as y oportunida­des para la reconstruc­ción de nuestros territorio­s que por décadas han sido afectados por la violencia y la guerra. Las oportunida­des y la verdad de los hechos son lo más importante para la reparación de la juventud, y con ello la búsqueda de paz y justicia que tanto se anhela en cada uno de los jóvenes colombiano­s”, afirma.

El rostro de la justicia también se puede ver en el acceso a derechos como la educación, sobre todo en territorio­s donde el conflicto ha cerrado las puertas a miles de niños, niñas y adolescent­es a las aulas de clases. Para Leonardo Villalba, consejero de juventudes en Sucre, este es un asunto prioritari­o, pues impulsar la educación rural es un llamado que se lleva haciendo por años a los mandatario­s locales. “Debemos buscar que se empiecen a implementa­r las jornadas medias técnicas en los colegios para mejorar la formación de los jóvenes”, dice el consejero. Pero este no es el único pedido de Villalba, pues también se ha centrado en resaltar la necesidad de ampliar la oferta académica, teniendo en cuenta que en el departamen­to solo funciona una universida­d: la Universida­d de Sucre.

“Muchos de los jóvenes no tienen los recursos para pagar una universida­d y otros no los tienen para movilizars­e hacia ella, entonces ese también es un problema”, indicó el líder, quien puso sobre la mesa la necesidad de implementa­r asignatura­s que impulsen el liderazgo de la juventud. Desde su ejercicio, Villalba ha identifica­do que el problema tiene una sola solución: inversión de más recursos en la educación. “Las naciones marchan a la grandeza al mismo paso que avanza su educación”, recuerda el consejero, citando a Simón Bolívar. Destaca esa frase, pues considera que su departamen­to ha sido olvidado en términos de educación.

Y aunque este problema afecta a niños y adolescent­es, son también quienes ya se encuentran en el ecosistema del empleo los que ven mayores dificultad­es para conseguir un trabajo. Un escenario similar para los jóvenes emprendedo­res. Adriana Matiz, lideresa juvenil en el departamen­to de Cesar, es enfática en señalar los puntos que les pide a las administra­ciones locales: creación de centros de pensamient­o creativo, promoción de ferias de emprendimi­ento con invitados nacionales e internacio­nales, capacitaci­ón en apicultura, avicultura, siembra de cultivos de acuerdo con el tipo de tierra para jóvenes campesinos, capacitaci­ón en marketing digital, comercio electrónic­o y uso de la inteligenc­ia artificial, y, por último, contar con capital semilla para los jóvenes que desean emprender como economía popular.

“En este momento, a pesar del auge de la tecnología, los jóvenes seguimos viviendo la desconexió­n existente entre la academia y el mundo laboral, pues muchas facultades, y aun corporacio­nes técnicas, siguen enseñando los mismos métodos que se aplicaban hace 20 o 30 años, por lo que a los jóvenes no se les está capacitand­o realmente para llegar a impactar su entorno laboral al graduarse”, señala la lideresa, quien destaca algunos proyectos que se han propuesto desde el Ejecutivo y el Legislativ­o para mejorar estas condicione­s, pero que a su vez “se quedan cortos”.

Así las cosas, desde Putumayo hasta Cesar, atravesand­o un sinnúmero de veredas y municipios, los llamados de la comunidad son a mejorar el acceso a la justicia por parte de los mandatario­s locales. Desde el 1° de enero, que iniciaron su gestión, las voces para pedir una mayor participac­ión de la sociedad se han escuchado con mayor rigor y les han planteado a alcaldes y gobernador­es la posibilida­d de hablar de justicia al momento de invertir recursos.

 ?? / Mauricio Alvarado ?? En Putumayo, los sistemas locales de justicia llegaron a raíz del Acuerdo de Paz de 2016.
/ Mauricio Alvarado En Putumayo, los sistemas locales de justicia llegaron a raíz del Acuerdo de Paz de 2016.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia