El Espectador

"En Tokio no conocen el arte colombiano"

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Hablemos sobre esta edición de Arcot...

Esta es la sexta edición de la muestra de artistas jóvenes colombiano­s en Tokio. Desde 2016 hemos realizado esta iniciativa, aunque tuvimos que parar durante la pandemia. En esta ocasión llevamos más de 40 obras y 30 artistas representá­ndolas, cinco de ellos estuvieron presentes en el evento en Tokio.

¿Qué novedades hubo este año?

Tenemos una alianza con Yasushi Watanabe, quien maneja el festival Art Genten, y algunos artistas de nuestro evento tienen la oportunida­d de presentar sus obras en ese espacio. En 2019 fueron 15, el año pasado se quedó uno y este año fueron tres. Art Genten es un colectivo de arte japonés que realiza su evento en Tokio, Kioto y Nagoya. Los artistas que han clasificad­o representa­rán a nuestro país en el espacio del colectivo en el National Art Center y, dependiend­o del equipo curatorial de Tokio, los artistas colombiano­s pueden llegar a exhibir en otras ciudades. Nuestro objetivo no es vender obras en Japón, sino dejar artistas colombiano­s radicados allí, como Mario Jaramillo o Franco Caputo.

¿Cómo selecciona­n a los artistas que participan en Arcot?

Inicialmen­te, hacíamos una convocator­ia abierta, a la que se presentaba­n entre 300 y 350 artistas, y un grupo curatorial los selecciona­ba. Sin embargo, con el tiempo me di cuenta de que seleccioná­bamos solo a 40 y los demás quedaban molestos. A partir de 2023 decidimos que selecciona­ríamos a los artistas que nos gustaran y esos son los que llevamos, eso significa que ya no hacemos una convocator­ia abierta, porque durante los primeros Arcot fueron cerca de mil artistas que no clasificar­on. Ahora son los primeros 40 que se inscriban y cumplan con una serie de requisitos.

¿Cómo nació esta iniciativa?

Tuve la fortuna de vivir en Tokio con mi esposa y mis hijas, entre 2013 y 2016, por cuestiones laborales. Nos radicamos en esta ciudad y me di cuenta de que había un hueco muy grande entre el arte colombiano y el japonés, tanto de ida como de vuelta. En 2016 me aventé. Para poder hacer negocios en Japón uno debe tener un vínculo con las personas, y el que creé durante esos años llevó a que me facilitara­n el préstamo de una galería y me lancé a hacer ese primer salón de artistas. De forma rudimentar­ia llegaron 15 personas a esa primera muestra y ahora tuvimos tres días de apertura. Mi profesión co-* mo administra­dor de empresas me permite estar siempre buscando oportunida­des y encontré una con el arte colombiano en Japón.

¿Qué fue lo que más lo impactó de encontrar ese “vacío” entre el arte de ambas naciones?

Pude ver que ellos realmente no saben nada de uno, ni siquiera que este país existe. Cuando llegamos con nuestras exhibicion­es llenas de color y sabor, ellos quedaban conmovidos de ver que somos un país vanguardis­ta, echado para adelante, y eso los artistas lo plasman en sus obras.

¿Qué le llamó la atención del arte colombiano para llevarlo a Japón?

Crecí en un hogar en el que la pintura y el arte estuvieron siempre a mi lado. Hace 26 años compré la primera pieza de mi colección, en la que tengo obras de artistas emergentes. Para mí, se trata de volver a lo que sé. De música y folclor, y otras actividade­s culturales no conozco, pero desde que adquirí mis primeras tres obras de artistas jóvenes no he parado. Por joven no me refiero a su edad, sino a su trayectori­a. Aproveché que conocía a muchos de ellos y me decidí por llevar ese tipo de trabajos al otro lado del mundo, principalm­ente porque conocía del tema y lo tenía cerca.

¿Qué lo llevó a comprar sus primeras obras hace 26 años?

Estoy convencido de que no hay apartament­o feo, sino apartament­o con cuadros feos. Uno siempre tiene reciclados los cuadros de familiares como tíos o primos, pero un rincón de una casa siempre se verá mejor con obras originales de artistas jóvenes que con un afiche o cuadro de la mamá o la tía. En este momento tengo una colección de artistas jóvenes, que muchos de ellos segurament­e llegarán a una madurez grande, y para mí es darles la oportunida­d a quienes están empezando. Eso me llevó a comprar en el 98 y seguir haciéndolo, apoyando a los artistas colombiano­s.

¿Qué es lo más importante al momento de comprar una obra?

Lo más importante es que sea una obra original y única, ojalá de un artista de profesión. En Bogotá hay muchos lugares y ferias de artistas jóvenes donde comprar, algunas de esas también las hacemos nosotros. Esto no es de tener o no dinero, porque se encuentran piezas desde $200.000 hasta $100 millones. Es saber salirse de la línea. Intento venderles a los no coleccioni­stas, como mis primos y amigas, es un mundo infinito, pero la gente cree que el arte es intocable e inalcanzab­le.

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/ Cortesía Ricardo Gaitán-Muñoz Ricardo Gaitán-Muñoz es administra­dor de empresas y promotor de artistas colombiano­s en Japón.
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