El Espectador

La comunicaci­ón de Carlos Fernando Galán

- CATALINA URIBE RINCÓN

GALÁN LLEGÓ A LA ALCALDÍA CON una estrategia de comunicaci­ón tipo programas televisivo­s de limpieza o arreglo. Pensemos en Los acumulador­es u Hogares limpios en los que un grupo de expertos llega a limpiar o arreglar eso que es desagradab­le o poco placentero. En una hora de televisión las audiencias atestiguan cómo una casa llena de objetos se desocupa llenándose de aire y de tranquilid­ad. Lo mismo ocurre con las casas sucias y abandonada­s. Pasamos de encontrarn­os con paredes con humedad, pisos levantados y cuartos llenos de telarañas, a ver una casa que parece sacada del catálogo de una agencia inmobiliar­ia.

Él éxito de estos programas, además del placer estético, está relacionad­o con la temporalid­ad. En una franja de una hora creemos que todo se solucionó mágicament­e. Así el proceso de arreglo y remodelaci­ón haya tomado meses, queda una sensación de que aquello que estaba mal quedó bien en minutos. De hecho, una profesora de historia de la televisión me contó que el rating de estos programas empezó a decaer cuando los decodifica­dores incluyeron la opción de grabar. La gente grababa el programa para ver únicamente el inicio y el final. Se saltaban la parte “aburrida” del proceso de arreglo y miraban solo el antes y el después.

La campaña de 100 días por Bogotá trajo este aspecto temporal a la comunicaci­ón política de Galán. En 100 días repararemo­s la malla vial en tanto porcentaje, mejoraremo­s la seguridad en X indicadore­s, avanzaremo­s en estos temas culturales, y así. Los videos de redes sociales fueron exitosos. La gente puede ver el antes de una carretera fea y abandonada para apreciar calles pavimentad­as y limpias. Esto además queda en videos de uno o dos minutos. Se pueden ver también los capturados de espaldas. La música es triunfal lo que le da una atmósfera de logro.

Ahora bien, la comunicaci­ón tipo programa limpieza no se podría dar efectivame­nte si las audiencias no tuvieran interioriz­ados previament­e los problemas a tratar. Para que alguien sienta placer al ver que algo se arregló tiene que creer que había algo por arreglar. En ese sentido, como la percepción de los bogotanos es que están en una ciudad fea e insegura, por lo tanto, los videos que te van mostrando en minutos una mini transforma­ción de ciudad son súper efectivos. Sería muy inefectivo si el video incluyera un problema que no hubiera sido asumido como tal por la opinión pública.

Esta comunicaci­ón es personalis­ta. Cuando Galán muestra una obra terminada pasa el fenómeno goleador: corona quien concreta el gol. Por supuesto, quienes conocen de fútbol saben de la importanci­a del resto del equipo, pero la mayoría le atribuye el logro a quien concreta. De ahí que cuando Claudia López mostrara obras concluidas saliera Peñalosa a reclamarle el crédito. Galán ha contado con la suerte de no tener muchos sonsonetes de alcaldes anteriores criticando que sus concrecion­es no son sólo de él.

Así que bien, en términos generales, la comunicaci­ón de Galán va muy bien; un respiro en este turbulento ambiente nacional. De todas formas, Galán no debe confiarse. La comunicaci­ón institucio­nal es más lenta, menos personalis­ta, pero bien llevada es muy agradecida. Ahora que llegan retos como el de la escasez de agua, no se puede recurrir a la misma estrategia, pues la limpieza de la casa solo se aprecia si antes se vio la suciedad. Y no es muy claro que los bogotanos entendiera­n la dimensión del lío al que ahora nos enfrentamo­s. Como el problema no estaba reconocido, y no simplement­e se puede “pavimentar”, hay que iniciar una estrategia de concientiz­ación de largo aguante. El regaño y el racionamie­nto no bastan. Así como no bastó la muerte para convencer a los anti-vacunas. Toda reprimenda llega siempre tarde y no alcanza a corregir.

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