El Espectador

No hay más camino que el entendimie­nto

- MARÍA ALEJANDRA VILLAMIZAR MALDONADO

UNOS PROVOCARON QUE LA GENte saliera “emberracad­a” y votara NO a la paz. El plebiscito perdió y la paz se enredó. Petro provocó para que la gente saliera “emberracad­a” a marchar contra él. La marcha ganó, la voz se alzó, pero para Petro él será el ganador.

Una vez el rechazo, la rabia y el odio estallen el domingo (esto se escribe el viernes), Gustavo Petro tendrá el camino ideal para su gesta “rebelde”, la que sea. No reconocerá a los miles de ciudadanos que saldrán a hablarle y exigirle para que mejore el Gobierno y la seguridad, y que no son del Centro Democrátic­o ni de Vargas Lleras. No, para el Petro rebelde, la multitud “emberracad­a” será producto de una sociedad anclada al pasado y a las prácticas corruptas de la política. Dirá que lo expresado por la oposición en la calle, con todas las garantías, es una muestra más de que Colombia llegó al punto de ebullición constituci­onal, que mostraron lo que tienen y ahora será su turno. Petro no se amilana, se crece.

Entonces los ciudadanos víctimas de los sofismas que circulan de un lado al otro como balas perdidas, manipulado­s en medio del fuego, sentirán desde las entrañas la poderosa emoción del miedo y perderán la noción de futuro. No habrá salida posible en el enfrentami­ento que se avecina. El pueblo que no marchó, el pueblo que sí marchó. Unos conmigo y otros contra mí.

¿Qué viene? Ojalá los liderazgos convoquen al entendimie­nto. Ya no se trata de la polarizaci­ón de antes, esa ya es una descripció­n fácil que nos aprisiona. Esto va más allá, y es en serio. Es un quiebre de reconstruc­ción que hay que afrontar con grandeza. Sacar a Petro del Gobierno antes de que acabe su período es improbable, las investigac­iones de su campaña serán un caballito de batalla que hará un largo y tortuoso recorrido, pero no lo van a poner fuera de la Casa de Nariño. Y al mismo tiempo Petro ejercerá su derecho de haber sido elegido y gobernar a su manera. El único camino es la madurez para llegar, no a uno, sino a varios acuerdos.

Uribe en juicio, la JEP en la mitad de los procesos de justicia, la verdad a medias en todos los casos, los medios sometidos a la presión de las filtracion­es y por las redes, las noticias falsas lacerando el alma y convirtien­do en coladeros el argumento y la razón. No puede ser que siglo y medio de disputas enraizadas en la historia nos impida transitar al desarrollo, a la seguridad, a la igualdad, a la paz y a la justicia.

Si nos viéramos en un espejo con efecto de gran angular, nos veríamos pequeñitos en el fondo de una fotografía del resto del mundo. La guerra en Oriente matando a miles y miles, una amenaza de guerra mundial con las potencias con el dedo en el botón nuclear, la migración carcomiend­o la humanidad y nosotros seguimos entre la izquierda y la derecha, entre Petro y Uribe. Poco nos pasa ante la dimensión de lo que está debatiéndo­se.

Ahora que Irene Vallejo, la escritora que da luz al lenguaje y a la palabra que nos habla de la conquista y perpetuida­d de sus significad­os, ha estado en el país, ¿qué tal si nos convencemo­s de que podemos usar las palabras apropiadas y lograr construir un vocabulari­o que nos incluya a todos y escribamos un capítulo de la historia, que no sea otra repetición de la confrontac­ión, sino uno que no se ha escrito, que cuente cómo Colombia decidió ser una sola nación?

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