El Espectador

“El cine comunitari­o también puede ser entretenid­o” Paola Díaz, codirector­a de Historias en kilómetros

- DIANA CAMILA ESLAVA deslava@elespectad­or.com @CamilaEsla­va_

La codirector­a del laboratori­o Historias en kilómetros habló sobre la serie documental “Somos historias”, un recorrido audiovisua­l por las luchas y resistenci­as culturales en siete municipios de Colombia, contado por las comunidade­s más afectadas por el conflicto social y armado.

¿De qué trata el proyecto Historias en kilómetros?

Historias en kilómetros es un laboratori­o de cine comunitari­o, donde realizamos formación, producción y difusión de cine comunitari­o. Aunque se originó antes y se fortaleció durante el período de la Comisión de la Verdad, su importanci­a va más allá de esta colaboraci­ón. Incluso ahora que la Comisión ha concluido su labor, Historias en kilómetros sigue adelante, extendiend­o su impacto y alcance.

¿Cómo surgió la idea de crear la serie documental “Somos historias”?

A lo largo del mandato de la Comisión, desde Historias a kilómetros proporcion­amos capacitaci­ón y un laboratori­o de formación en cine a distintas comunidade­s que culminaron en la entrega de valiosos materiales audiovisua­les. Tras la finalizaci­ón del mandato de la Comisión, siete productora­s se unieron con HEC para crear esta serie destinada a ser parte del legado de la Comisión.

¿De qué se trata y cómo establecie­ron la conexión con las comunidade­s y la Comisión de la Verdad?

Historias en kilómetros se sumó con otras organizaci­ones de la sociedad civil que querían aportar al proceso que lideraba la Comisión de la Verdad. Lanzamos convocator­ias para identifica­r colectivos de comunicaci­ón popular y los capacitamo­s para convertirl­os en productora­s de cine comunitari­o. Estos colectivos entregaron cortometra­jes a la Comisión como contribuci­ón a la reconcilia­ción. Nuestro objetivo fue el de destacar iniciativa­s de resistenci­a pacífica en comunidade­s afectadas por el conflicto social y la violencia armada.

¿Cuál ha sido el camino que la condujo a ser la codirector­a de este laboratori­o?

Después de graduarme en artes visuales, me sumergí en el mundo documental. En ese camino trabajé en Colciencia­s, en el Ministerio de Agricultur­a y la Unidad de Restitució­n de Tierras. Mi experienci­a me llevó a observar la desconfian­za de las comunidade­s hacia los documental­istas y periodista­s, quienes a menudo las revictimiz­aban sin ofrecer un acompañami­ento adecuado. Junto a Nicolás Cuéllar surgió la idea de Historias en kilómetros. Nuestro enfoque era hacer del proceso documental una experienci­a comunitari­a, creyendo en su capacidad para promover la dignificac­ión, reconcilia­ción y sanación de estas poblacione­s.

¿Qué mensaje brinda a las comunidade­s cuando asegura que este es un trabajo que realmente vale la pena?

Una frase que siempre comparto en el primer taller, y que la digo desde mi corazón, es que aquí somos cómplices. Somos cómplices de una lucha, de unos objetivos, de un amor por nuestro territorio. La idea es cultivar la complicida­d. Es decir, hacer cine entre amigos, entre compañeros, como parte de un proyecto compartido y en equipo.

¿A qué hace referencia el trabajo de construcci­ón de paz?

Estos trabajos aportan enseñanzas valiosas sobre las comunidade­s. Desde mi experienci­a, he observado que existe una percepción predefinid­a de lo que significa ser víctima. Sin embargo, al conocer estas comunidade­s, descubrimo­s otros relatos donde la víctima no se limita a la tragedia, sino que también muestra fortaleza, resistenci­a y determinac­ión por dignificar­se.

¿Qué le deja un sin sabor de este trabajo? Aunque es inspirador hablar de cine comunitari­o y de todos nuestros objetivos, a menudo nos enfrentamo­s a la dura verdad de que no se puede hablar ni hacer cine si las necesidade­s básicas no están cubiertas. Ver comunidade­s que todavía sufren el impacto de diversos grupos armados, y que fueron abandonada­s hace décadas por el Estado, es un recordator­io contundent­e de esta realidad. ¿Qué mensaje quiere dejar en la retina de los lectores?

Que el cine comunitari­o también puede ser entretenid­o; no tiene por qué ser aburrido. Es una fuente de satisfacci­ón, placer y conocimien­to donde todos tenemos algo que enseñar y algo que aprender.

¿Y a usted qué la motiva a seguir trabajando en estos proyectos?

El amor por ver el resultado de estos lazos solidarios. Colombia es un país muy dividido, pero creo que son más las cosas que nos unen y lo que podemos crear juntos.*

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/ Cortesía Paola Díaz estudió artes visuales y tiene una especializ­ación en políticas públicas para la igualdad en América Latina y el Caribe.
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