La hipocresía de la política exterior feminista del gobierno Petro
EL EDITORIAL REFLEJA UNA preocupación legítima por la implementación efectiva de políticas de género en el ámbito internacional por parte del gobierno colombiano. Sin embargo, la realidad es que la retórica feminista del gobierno actual se queda corta ante las acciones concretas necesarias para impulsar el cambio real.
El gobierno ha estado dispuesto a proclamar su compromiso con una política exterior feminista, pero ¿dónde están los resultados tangibles? Mientras se anuncian políticas ambiciosas, como la transversalización del enfoque de género en la política bilateral y multilateral, las acciones para abordar las desigualdades de género en el ámbito nacional siguen siendo insuficientes. La implementación del Sistema Nacional de Cuidados y la actualización de la política nacional de derechos sexuales y reproductivos languidecen en la burocracia, dejando a las mujeres colombianas desprotegidas y marginadas.
La participación del gobierno en foros internacionales y su inclusión en grupos como “womenfriendly States” pueden tener más que ver con la búsqueda de una imagen favorable en el escenario internacional que con un compromiso genuino con la igualdad de género. Esto se hace más evidente por el hecho de que el gobierno parece más preocupado por cumplir con las cuotas de género que por abordar las necesidades de las mujeres, Chocó, por ejemplo.
La presencia de mujeres en cargos de poder no garantiza automáticamente una política exterior más justa. Ejemplos como Ursula von der Leyen, quien ha apoyado el genocidio en Palestina; Annalena Baerbock, quien promovió la entrada de Ucrania a la OTAN; y Laura Richardson, con la promoción de proyectos militares en América Latina, demuestran que ser mujeres no las hace más justas o defensoras de los DDHH.
La salida de Laura Gil, ex viceministra de Asuntos Multilaterales y promotora de esta iniciativa, pone de manifiesto las tensiones y contradicciones dentro del gobierno en cuanto a la implementación de una política exterior feminista. ¿Está realmente el gobierno comprometido con el feminismo o simplemente está utilizando la agenda de género como un instrumento político para ganar puntos con organismos internacionales?
Además, es crucial cuestionar qué tipo de feminismo se busca implementar en Colombia y si este se ajusta a las necesidades y realidades locales o simplemente sigue agendas impuestas por países desarrollados. La experiencia de Suecia, que abandonó su política exterior feminista debido a la falta de consenso internacional, debería servir como una advertencia sobre los riesgos de seguir una agenda feminista superficial sin abordar las necesidades reales de las mujeres.
En síntesis, el gobierno colombiano necesita pasar de la retórica a la acción en lo que respecta a la política exterior feminista. Es hora de dejar de lado los gestos simbólicos y abordar seriamente las desigualdades de género tanto a nivel nacional como internacional. Solo entonces la búsqueda de la igualdad de género podrá convertirse en una política de Estado genuina y perdurable, en lugar de ser solo una estrategia superficial para mejorar la imagen del gobierno ante la comunidad internacional.
* Coordinadora de Asuntos de Género de Cedetrabajo