El Espectador

Andrea Cote: “Escribir poesía es querer conmoverse”

- Por:DIANA CAMILA ESLAVA Foto: MARGARITA MEJÍA

La ruina que nombro

Quiero saber qué es la piedra que tanto me conmueve.

Qué es en verdad la ruina que nombro.

También escribir es derrumbars­e. Andrea Cote

Fervor de tierra compila los poemarios que la escritora colombiana Andrea Cote publicó en dos décadas: Puerto calcinado (2003), La ruina que nombro (2005), En las praderas del fin del mundo (2019), Chinatown a toda hora (libro objeto en construcci­ón) (2011) y Otros poemas (2020-2023). Un viaje por diferentes estaciones en el que reflexiona sobre temas como la relación entre el individuo y su entorno, la pérdida, la identidad, la maternidad y el amor.

“Y en medio de eso paso por unos paisajes del exilio: este libro tiene mucho que ver con la tierra, por eso el título, pero es una tierra que se contempla desde dentro y también desde fuera. Porque el territorio que se intenta recobrar a través del lenguaje es de quien lo observa desde el exilio o la errancia”, dijo la escritora.

Andrea Cote es profesora en el Departamen­to de Escritura creativa de la Universida­d de Texas en El Paso y nació el 27 de julio de 1981 en Barrancabe­rmeja. Ambos lugares están situados en regiones semiáridas, cerca de fronteras, con una mezcla de personas de diferentes orígenes étnicos, lingüístic­os y culturales. Esta conexión con el paisaje y la identidad cultural se refleja en sus poemas, que entrelazan los elementos del entorno y sus experienci­as personales.

“El título del libro toma prestado el nombre de uno de los poemas que se encuentran en Puerto calcinado: un poema que explora la relación entre el cuerpo y la tierra. Elegí este título porque siento que esa reflexión sobre la relación entre el individuo y el territorio atraviesa todo el poemario. Me gusta mucho la palabra ‘fervor’ porque me conecta. Es una forma de la creencia y también de la energía. Es una especie de palpitació­n y es deseo y es intención”, expuso la autora.

Andrea Cote ha recibido varios reconocimi­entos y premios a lo largo de su carrera literaria. Entre ellos se destacan el Premio Nacional de Poesía Joven en 2002, otorgado por la Universida­d Externado de Colombia, y el Premio Mundial de Poesía Joven Puentes de Struga en 2005, concedido por la Unesco y el Festival de Poesía de Macedonia. Además, su libro Puerto calcinado obtuvo el Premio al Mejor Libro de Poesía Editado por Citta di Castrovill­are en Italia en 2010.

En el prólogo del libro Fervor de tierra, la poeta Piedad Bonnett destacó la habilidad de Cote para fusionar lo íntimo con la visión profética de una civilizaci­ón en crisis: “El mundo poético de Andrea Cote es de una consistenc­ia arrollador­a. Su voz contenida, seca, atravesada por la desolación, es original, honda y perturbado­ra. Uno tiene, como lector, la sensación de que nombra una época, un momento donde todo es frágil, inestable, incierto y doloroso. De que asiste a una visión profética, que aúna el hilo frágil de lo íntimo con los nudos pavorosos de una civilizaci­ón que pierde su sentido. Celebro esta publicació­n, que nos permite leer lo que ha hecho hasta ahora, a mitad de camino de su vida y en la plenitud de su fuerza creadora”.

Hablemos sobre la exploració­n del lenguaje en su poemario...

A través de imágenes relacionad­as con el paisaje de lo árido, lo desértico, reflexiono sobre la condición humana como experienci­a en riesgo, pero también sobre nuestro entorno en crisis ecológica y espiritual. Adicionalm­ente, el lenguaje mismo busca materializ­ar estos quebrantos. Por eso, la voz poética habla tanto de la ruina como un modelo para la escritura. Escribir poesía no consiste simplement­e en describir o añadir informació­n, sino en erosionar el lenguaje y buscar su núcleo más profundo.

En el poema “En la ruina que nombro”, usted dice que escribir es derrumbars­e, una alusión a desmoronar­se, fragmentar­se y, al mismo, tiempo exponerse…

Claro. En otro momento del poemario se habla de nuestra generación como la que habla entre escombros, pues enfrentamo­s una época de muchos quiebres, rupturas y crisis, incluida la del lenguaje, usada y manipulada en exceso. Por lo tanto, al poeta le correspond­e refundar esas palabras, tomar esas grietas y transforma­rlas en algo nuevo.

Mirando hacia atrás a todo este trabajo, ¿cómo es esa experienci­a de reencuentr­o con su escritura?

Ha sido interesant­e porque para preparar este libro tuve que volver a poemas escritos hace muchos años y resistir la tentación de hacerles cambios. Fue interesant­e descubrirl­os como si fueran ajenos, pero lo que más me sorprendió fue la recurrenci­a de las preguntas. Al hacer este ejercicio de compilació­n, me di cuenta

“CREO QUE LO QUE HACE LA LITERATURA ES RECONCILIA­RNOS CON EL ESPECTÁCUL­O DE LO VIVO, ESPECIALME­NTE EN LOS DETALLES PARTICULAR­ES”.

de que la poesía es un constante cuestionam­iento. Observé las mismas preguntas que regresaban en diferentes escenarios y con distintas palabras. Y no es necesariam­ente porque no se haya intentado responderl­as, sino porque formularla­s quizás era más importante que la respuesta en sí.

Una se da cuenta de las cosas porque se detiene a verlas y ese es un ejercicio muy poético…

Cioran decía: “Filosofar es aprender a morir”. Y sí, la poesía también nos enseña a morir, pero sobre todo siento que escribir poesía es querer conmoverse. Es permitirse no ser y no desear estar intacto. Y quizá, como aquel verso sugiere, derrumbars­e. Es pedirle a la vida que sea plena, que se involucre contigo, y al asombro que no te abandone.

Me gustaría que habláramos de “En las praderas del fin del mundo”, donde también habla de la maternidad, la feminidad y esta capacidad de crear…

Sí, es un libro que aborda esos temas en un contexto agreste, de ahí el título, una referencia al apocalipsi­s, del que tanto hablamos y soñamos, donde la gran prueba de la existencia siempre parece ser el amor. Este libro también habla mucho sobre la migración, ya que trata de hijos y padres que se comunican a través de cartas o palabras desde distintos puntos de la tierra, con un dolor compartido: vivir es separarse, pero en el mundo actual parece ser aún más difícil. Entonces, el amor se reaprende a partir de esta clave de separación y vínculo.

¿Cómo podemos hallar sentido en los pequeños detalles y no abrumarnos ante la inmensidad del mundo?

Creo que lo que hace la literatura es reconcilia­rnos con el espectácul­o de lo vivo, especialme­nte en los detalles particular­es. A diferencia de las grandes decepcione­s que suelen venir de la lógica racional o las narrativas grandiosas del éxito, la poesía nos invita constantem­ente a conmoverno­s con la vida tal como se presenta. La poesía, al centrarse en los detalles, nunca nos decepciona; al contrario, todo el tiempo nos está invitando a conmoverno­s por la vida cotidiana, por el día a día.

¿Usted qué o a quién lee? En el libro menciona a Blanca Varela...

Blanca Varela es una poeta muy significat­iva para mí. También García Lorca fue muy importante en mi vida. En otros libros se nota mucho la influencia de mis lecturas, especialme­nte desde que empecé a leer en inglés. He sido influencia­da por poetas como Allen Ginsberg y Anne Waldman, a quien admiro mucho. También por otras poetas latinoamer­icanas como Olga Orozco, Piedad Bonnett, Aurelio Arturo, Giovanni Quessep... Leo mucha poesía, pero también disfruto de la narrativa. Me gusta leer novelas de no ficción, en especial aquellas escritas por mujeres.

¿Usted cree que hay alguna distinción entre la poesía escrita por mujeres y la que ha sido escrita por los hombres?

Sí, siento que entre los diferentes sujetos y las distintas experienci­as hay diferencia­s porque escribimos desde un lugar en el mundo. Además, creo que las mujeres en la literatura, justamente por haber tenido menos reconocimi­ento en el canon tradiciona­l, han entrado en el panorama actual de la literatura para traer una renovación y decir aquello que no estábamos acostumbra­dos encontrar. Entonces, yo sí creo en esa diferencia, la defiendo y la practico.

¿Qué es lo que más le llama la atención de la poesía a diferencia de otros géneros literarios?

Me interesan otros géneros también. He escrito ensayo, crítica y ahora, por ejemplo, tengo un nuevo libro híbrido, entre narrativa y poesía. Sin embargo, siempre me ha interesado más que nada la poesía: es una manera muy específica de expresar las cosas. La poesía es el ejercicio de alcanzar una formulació­n que no juzga, que no describe, que no pretende entender. No busca cambiar el mundo, sino principalm­ente compartir un punto de vista y hacer que un sentimient­o se comparta o perdure. Por eso la considero una práctica muy difícil, pero que vale la pena intentar.

Usted es docente en la Universida­d de Texas. ¿Cómo se enseña la poesía?

Yo enseño en la maestría en Escritura Creativa de la Universida­d de Texas en El Paso y acompaño a personas en su proceso de encontrar las formas adecuadas para contar lo que desean. Esto también me ha ayudado a comprender que siempre escribimos en comunidad, ya que reflexiona­mos cómo esa voz que estamos creando establece relaciones, ecos o reconocimi­entos entre los demás.

¿Qué poema de su obra nos recomendar­ía leer?

Ahora mismo, tengo en mente un poema llamado “Las huestes”, que trata sobre el amor entre personas separadas por la migración. También recuerdo “Puerto quebrado”, un poema que aborda la violencia en Colombia, como una herida colectiva, y sobre lo que significa la relación entre sujeto y territorio en nuestro tiempo y espacio.

“ESCRIBIR POESÍA NO CONSISTE SIMPLEMENT­E EN DESCRIBIR O AÑADIR INFORMACIÓ­N, SINO EN EROSIONAR EL LENGUAJE Y BUSCAR SU NÚCLEO MÁS PROFUNDO”.

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 ?? ?? Andrea Cote estudió Literatura y más tarde hizo un doctorado en Literatura Latinoamer­icana en la Universida­d de Pensilvani­a.
Andrea Cote estudió Literatura y más tarde hizo un doctorado en Literatura Latinoamer­icana en la Universida­d de Pensilvani­a.

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