El Espectador

No solo de discursos vive un gobierno

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ES ELOCUENTE QUE EL PRESIDENTE de la República, Gustavo Petro, llegué al Día Internacio­nal de los Trabajador­es preocupado por una tarima para hablar. Después de un fin de semana de cónclave con todo su gabinete, donde el mandatario fue el gran ausente y solo llegó a cerrar la sesión, vuelve el fantasma que ha perseguido a la Casa de Nariño en este año y medio larguito de gobierno: la baja ejecución sumada a un líder que tira poca línea, parece poco preocupado por aterrizar sus promesas en políticas públicas factibles y, en arranques desordenad­os de publicacio­nes en X, desautoriz­a a las voces razonables que lo acompañan. La historia, al final del día, volverá a ser el conteo de cabezas para comparar la afluencia de las marchas de hoy con las de hace una semana, cuando la pregunta sobre la mesa es cómo pretende enderezar el rumbo de una administra­ción sin norte.

La disputa por la tarima no merece mayor atención. La Alcaldía distrital de Bogotá pidió a los dos sindicatos más grandes que, por razones de seguridad, se pusieran de acuerdo en la administra­ción del espacio en la Plaza de Bolívar. Los marchantes, cercanos al Gobierno, pueden darle el micrófono que pidió el mandatario, quien desde el principio planteó el Día de los Trabajador­es como un espacio más para refrendar su mandato popular. Después de los aspaviento­s en los que estigmatiz­ó a los marchantes de hace semana y media, el presidente Petro pidió vocería en un día tradiciona­lmente liderado por los movimiento­s sociales e hizo lo que mejor sabe hacer: reconfigur­ar la agenda pública en torno a su figura.

Por eso el simbolismo de lo ocurrido el fin de semana del cónclave nos parece útil para entender la encrucijad­a del gobierno Petro. Convocar a todo el gabinete solo para dejar que Laura Sarabia, directora del Departamen­to Administra­tivo de la Presidenci­a de la República (DAPRE), llevara las riendas en ausencia del mandatario trae los ecos de una queja que ha sido común en este gobierno. Funcionari­os ya idos de la Casa de Nariño y otros que aún permanecen se quejan de que el mandatario poco lidera, poco se le ve presencial­mente y poco interés muestra por el día a día de gobernar. Expresa su molestia por la baja ejecución, pero no se sienta a buscar soluciones ni a dar instruccio­nes. Su preocupaci­ón son los grandes debates y las ideas abstractas, pero deja a un lado lo que se espera que haga la Rama Ejecutiva. Llegar a las últimas horas del cónclave envía el mensaje de que no está conectado, que sus prioridade­s están en las calles, en la eterna campaña en la que decidió convertir su presidenci­a, en la tarima que ocupará hoy.

No solo de discursos vive un gobierno. Mucho menos si los funcionari­os temen que sus decisiones sean desautoriz­adas a través de la red social X cada vez que el mandatario se sienta agraviado. Volvemos al ejemplo de la reforma pensional: fue el trabajo juicioso y abierto al diálogo del Ministerio del Interior y el Ministerio del Trabajo el que logró el mayor triunfo del Gobierno en la última legislatur­a. A las pocas horas, en alocución a la nación, el presidente Petro cambió los términos de la discusión y puso en aprietos el apoyo al proyecto aprobado en el Senado. Esa falta de coherencia no solo es un problema para los críticos de la Casa de Nariño, sino para su propio equipo de gobierno y los aliados externos que podría aglutinar.

Entonces, está en su derecho, claro, de contar cabezas hoy, hablar de “poder constituye­nte” y apelar a la siempre vibrante retórica. Pero mañana, el Gobierno seguirá con baja ejecución, con un Congreso hostil y con ministros sin rumbo fijo. Todo tiene solución, la pregunta abierta es si tiene voluntad.

“El presidente Gustavo Petro estaba muy preocupado por la tarima para hablar hoy, cuando su gobierno necesita menos discursos y más ejecución”.

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