El Espectador

Doctor, nos hacemos pasito

- PABLO FELIPE ROBLEDO

EL ACTUAL EMBAJADOR ANTE LA FAO, Armando Benedetti, siendo positivos, es un caso bastante curioso, por decir lo menos, en la política colombiana, y no siéndolo tanto, uno de los exponentes más ruidosos y bochornoso­s de lo que ella es.

Su vida personal, que en nada voy a comentar, ha estado sometida a todo tipo de escándalos, pero, al fin y al cabo, ese sí es su problema. Donde Benedetti se convierte en un problema de todos es en su vida pública, en donde ha protagoniz­ado todo tipo de escándalos relacionad­as con presunta corrupción, indelicade­zas, consumo de drogas, alcoholism­o, maltrato a funcionari­os, tráfico de favores, intrigas, amenazas a diestra y siniestra, e intermedia­ciones y amistades con personas que, a mi juicio, son de dudosa ortografía, por decir lo menos.

Benedetti ha desfilado por innumerabl­es partidos y movimiento­s políticos a lo largo de su escandalos­a carrera política (Partido Liberal, Cambio Radical, Partido de la U y Pacto Histórico, entre los que recuerdo), ha sido amigo y bien cercano a todos los últimos expresiden­tes quienes lo han albergado, tolerado o, al menos, usado, amén de su amistad y enemistad cambiante con varios importante­s políticos de talla presidenci­al.

Ahora bien, lo que vive Benedetti en este gobierno de Petro es diferente a lo que ha vivido en el pasado en términos de relación con el poder. Otrora, Benedetti era tan solo un congresist­a con importanci­a relativa en el poder legislativ­o que, amén de cuotas burocrátic­as, uno que otro escándalo de corrupción, una que otra declaració­n en falso, y cierta importanci­a al momento de ayudar a sacar adelante proyectos en el Congreso, no tenía mayor poder ni local ni nacional. Era uno más.

Pero ahora, Benedetti goza de las mieles del poder ejecutivo y sabedor en ejercicio de aquella frase que dice que “vale más un milímetro de ejecutivo que un kilómetro de legislativ­o”, se ha convertido, ayudado de su confesa dependenci­a a las drogas y al alcohol -que, al parecer, coincide con la del primer mandatario-, en un personaje no solo poderoso sino protagonis­ta de todo tipo de escándalos que van desde su rol en la campaña y su financiaci­ón, su ahora jefe Laura Sarabia (antes su empleada) hasta los más recientes episodios que lo relacionan con su coterránea y al parecer gran amiga y compañera de causas petristas, Aída Merlano, hoy privada de la libertad.

De verdad, es bastante difícil justificar el ejercicio del poder político en Colombia de los últimos años si se parte de la base de que Armando Benedetti siempre gozó de la amistad y las bendicione­s de varios presidente­s y altos funcionari­os, pero aún más, es imposible entender cómo un supuesto gobierno que promete el cambio haya tenido en sus toldas y campaña en puestos de liderazgo a un político como Benedetti. Pero es aún más incomprens­ible, que pese a todos sus escándalos y atropellos, Petro lo haya metido y mantenido en el ejecutivo, así sea lejos como embajador, primero en Venezuela y ahora reviviéndo­le el inútil cargo diplomátic­o de embajador ante la FAO. Algo esconden.

Esas son las cosas que, más allá de la política, muchos colombiano­s, entre los que me cuento, no logramos entender cómo funcionan. Resulta alarmante que a Benedetti aún lo sostenga este gobierno, pero más allá de eso, lo cierto es que Benedetti sabe demasiado y a eso, al parecer, sí le tiene pavor Petro.

Es bastante diciente lo que ocurre entre Petro y Benedetti: el uno sabe del otro hasta cosas lícitas. Sin dudarlo, Petro es el odontólogo y Benedetti es el paciente de aquel viejo chiste en donde éste le dice a aquél: “doctor, nos hacemos pasito”.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia