El Espectador

La “posesión” del “rector” de la Nacional

- RODRIGO UPRIMNY*

LA “POSESIÓN” COMO RECTOR DE LA Universida­d Nacional (UNAL) de Ismael Peña ha sido tan poco transparen­te y jurídicame­nte irregular como lo fue su designació­n por el Consejo Superior Universita­rio (CSU).

El rector de la UNAL debe posesionar­se ante la ministra de Educación, que preside el CSU, luego de que quede en firme el acta de la sesión correspond­iente al nombramien­to. Sin embargo, Peña decidió autoposesi­onarse ante testigos, para lo cual invocó la Ley 4 de 1913 que prevé esta posibilida­d, pero solo en aquellos casos en que la autoridad que debe posesionar al funcionari­o se niega a hacerlo sin una justificac­ión. Esto no sucedió: la ministra no se negó caprichosa­mente a posesionar­lo, sino que había pedido, en los plazos previstos, ajustes al acta de la sesión del CSU elaborada por la secretaría de la UNAL porque esta no reflejaba en forma transparen­te la sesión. Por ejemplo, no decía quienes habían votado a favor del método Borda. Esos ajustes solo fueron hechos parcialmen­te, por lo cual la ministra insistió en término en su petición. Sin embargo, la secretaría dio por aprobada el acta, supuestame­nte con el visto bueno de cinco integrante­s del CSU, y unilateral­mente la hizo pública en la página web de la UNAL. Y con esa acta, sin la firma de la ministra, Peña se posesionó ante unos testigos, argumentan­do que la ministra se había negado a hacerlo, cuando en realidad nunca le exigió que lo posesionar­a.

Peña sostiene también que tenía que posesionar­se para supuestame­nte evitar que la UNAL quedara acéfala, pues el período de la rectora Montoya se vencía. Pero Peña desconoce que la Ley 4 de 1913, la misma que invoca para autoposesi­onarse ante testigos, establece que “ningún empleado administra­tivo dejará de funcionar, aunque su período haya terminado, sino luego que se presente a reemplazar­lo el que haya sido nombrado para el efecto”. La rectora Montoya tenía entonces que seguir en el cargo, hasta que se posesionar­a en debida forma su reemplazo. No había riesgo de acefalía. Otra cosa es que la rectora Montoya hubiera intentado facilitarl­e las cosas a Peña, quien fuera su vicerrecto­r, renunciand­o a su cargo el día anterior. Se inventaron así una gran crisis para que Peña pudiera posesionar­se y aparecer como el héroe que evitaba un mal que, en realidad, no existía.

Esta oscura “posesión” de Peña es, además, la conclusión de la irregulari­dad y falta de trasparenc­ia de su designació­n por el CSU, que analicé en columnas previas y en La Silla Vacía: desconocim­iento de la consulta a la comunidad académica, sin que los consejeros que lo hicieron dieran explicació­n alguna, voto secreto, cambio abrupto del método de decisión a fin de emplear el conteo Borda, que no respeta la regla de mayoría prevista por el estatuto general de la UNAL, evidente manipulaci­ón de ese método para eliminar al candidato Múnera, etc. Y, ahora, la publicació­n de un acta que carece de la informació­n suficiente de la sesión y sin firma de la ministra, para permitir la “posesión” de Peña, que ha sido tan irregular que incluso podría sostenerse que ni siquiera existe, por lo cual hoy es discutible que haya rector en la UNAL. Por eso las comillas en el título. Estamos en riesgo de que la UNAL caiga al despeñader­o.

Uno de mis grandes orgullos es ser docente de la UNAL. Por eso, esta crisis me es muy dolorosa, como estoy seguro de que lo es para todos los integrante­s de la UNAL, una institució­n respetada y querida por toda Colombia. Todos tenemos que mostrar grandeza y generosida­d para superarla, para lo cual debemos comenzar por prevenir y condenar cualquier acto de violencia, y apoyar la convocator­ia de la ministra a que se reúna urgentemen­te el CSU para que tome las decisiones que puedan sacarnos de la crisis.

(*) Investigad­or de Dejusticia y profesor de la Universida­d Nacional.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia