El Espectador

Simon Njami, filósofo, escritor y curador de arte

- Por CAROLINA NISO Foto: VICENT MÜLLER, LEÓN DARÍO PELÁEZ E INFINITA

“SIEMPRE QUISE SER escritor desde que era un niño. Nunca pensé en ser curador de exposicion­es. Fueron las circunstan­cias las que me empujaron en esa dirección. Encontré una carencia en la representa­ción de artistas no occidental­es que deseé llenar. Esto me alejó durante mucho tiempo de mi primera vocación”.

Cuando nació, lo primero que hizo su padre de origen camerunés, siguiendo la tradición del pueblo bassa, grupo étnico de África occidental, fue pedirle autorizaci­ón a la confederac­ión para nombrarlo como quisiera. Concedido el permiso, Simon Njami, quien nació en Suiza, crecería ligado a dos continente­s con la fortuna de no haber vivido nunca la discrimina­ción racial.

Al llegar a Francia para realizar sus estudios de Filosofía, Derecho, Artes y Literatura en la Sorbona, comenzó a afianzarse su vocación. Así fue como, a principios de los años 90, junto a Jean Loup Pivin y Pascal Martin Saint Leon, cocreó la revista Revue Noire (Revista Negra) que no solo se trataba de literatura, sino de todas las formas de creación contemporá­nea que provenían de África y su diáspora.

“Soy curador de arte contemporá­neo porque África estaba ausente en el mapa del mundo y yo quería arreglar esta anomalía. Hice mi primera exposición en 1987, pero en realidad fue un festival. Escribí películas, enseñé. Luego fui el curador de la exposición “África Remix” en varios museos del mundo, entre ellos el Centro Pompidou, de París. Sin pensar en las repercusio­nes mediáticas, “Remix” me consagró, pero el trabajo hecho con la Revue Noire era mucho más importante para mí”, cuenta el curador.

Viviendo entre la literatura y el arte, Simon Njami, quien ha escrito novelas como Los clandestin­os, y dos biografías (una del escritor estadounid­ense James Baldwin y la otra de Léopold Sédar Senghor), dirigió la primera feria de arte contemporá­neo en Sudáfrica después del apartheid, entre muchas otras exposicion­es. Su trabajo lo ha incluido en la lista de los diez curadores de arte contemporá­neos más influyente­s del mundo.

Njami habló para El Espectador sobre su recorrido y la relación con Kitambo.

¿Cómo conoció a Marleen Parlmaers y Catherine Dunga, de Kitambo?

Con determinac­ión, estas dos mujeres fueron y aprovechar­on la Bienal de Dakar, en 2018, porque sabían que me podían encontrar para invitarme a Colombia. Aunque yo ya había visitado su país porque viajaba mucho, fue la pasión de ambas lo que me convenció de regresar.

¿Qué lo motivó a realizar proyectos con ellas?

No visito los lugares, trabajo en ellos. Intento aplicarles la tabla de lectura que me ayuda a comprender­los un poco mejor. Mi posición de extranjero profesiona­l siempre me ha permitido una distancia crítica que me permite ver más allá de las cuestiones demasiado reducidas a un determinad­o sector de la población. Mi relación con Marleen y Catherine no se sitúa en el plano del “volver”. Tan pronto como empezamos a trabajar juntos, se inició una obra.

¿Cómo ve el desarrollo artístico y cultural en Colombia?

No me siento calificado para responder a esa pregunta, pero a través de los jóvenes que he encontrado en varias ocasiones he podido sentir una evolución, una reflexión que ya no está orientada únicamente hacia una identidad poscolonia­l, sino hacia cuestiones más profundas.

¿Cree que África es la mejor opción en el futuro?

No creo en el afrofuturi­smo, que es una de las fórmulas (inventada por occidental­es), pero sí creo en la juventud. El continente africano es la edad media más joven del mundo. Me parece que esta juventud representa un futuro diferente; sin embargo, es responsabi­lidad de los africanos invertir en esta energía.

¿Qué consejo les daría a las personas que desean convertirs­e en escritores, artistas o curadores de arte, como usted?

No podría dar ningún consejo: cada uno tiene su camino y su destino, y estos no pueden ser transferid­os a otros. Todos tenemos una singularid­ad que debemos explotar. Por ejemplo, los esclavos negros de Norteaméri­ca no tenían nada, ni siquiera tenían nombres, pero cuando quisieron expresarse, inventaron la “nota azul” y esto dio origen al blues, al jazz y otros ritmos.

“NO CREO EN EL AFROFUTURI­SMO, QUE ES UNA DE LAS FÓRMULAS INVENTADAS POR OCCIDENTAL­ES, PERO SÍ CREO EN LA JUVENTUD. EL CONTINENTE AFRICANO ES LA EDAD MEDIA MÁS JOVEN DEL MUNDO. ME PARECE QUE ESTA JUVENTUD REPRESENTA UN FUTURO DIFERENTE”.

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Simon Njami es escritor, crítico de arte, ensayista y comisario de exposicion­es suizo-camerunés.

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