Yala Kisukid, filósofa, mujer, negra y escritora
“Yo creía que ser filósofo era hacer la revolución. Tenía trece años y esa palabra que no entendía en ese momento la asocié inmediatamente con la emancipación, pero después de estudiarla, me enfrenté a la realidad: no hay solo ideas emancipadoras en filosofía, también hay autores que son problemáticos, hay textos racistas y misóginos. Ser filósofa, mujer y negra no fue fácil porque los cuerpos de las mujeres y de los negros se consideraron no pensantes. Esto, sumado a que vengo de un medio que no tenía mucho dinero, me llevó a
conquistar mi lugar. Por fortuna, las cosas han cambiado y sigo amando mi disciplina”.
Yala Kisukidi nunca creció en espacios culturalmente homogéneos. Hija de un padre congoleño que llegó a Europa huyendo de la dictadura de Mobutu Sese Seko, en el Congo, y de una madre francoitaliana, cuya familia había emigrado en los años 20 buscando otros horizontes lejos del fascismo. Su vida siempre ha estado en movimiento.
Desde pequeña se enfrentó a dos historias: la inmigración intraeuropea relacionada con la violencia, y la inmigración entre Europa y el continente africano debido a la colonización. Para ella, venir de diferentes culturas la ayudó a forjar más su conciencia política del mundo.
Entre sus muchos proyectos y junto a otros colegas, Kisukidi creó una especie de colaboración entre la universidad haitiana, dominicana y colombiana. Llegó por primera vez a Barranquilla antes de la pandemia, ciudad en la que permaneció varios días. Hasta visitó el café La Cueva, donde solían reunirse Gabriel García Márquez y sus amigos.
Fascinada por el ambiente intelectual y cultural del país, regresó y contestó esta entrevista sobre su obra, sus impresiones de Colombia y la literatura africana.
¿De qué trata su primera novela, llamada “La dissociation”?
Es la historia de una heroína que tiene el poder mágico de experimentar el mundo a través del espíritu. Viaja y vive aventuras sin determinismos sociales, de clase y de género, ya que es capaz de despojarse de su cuerpo.
¿Quiénes influyeron en la escritura de esta novela?
Mi padre y mi abuela. La cultura congoleña es de tradición matriarcal, pero como nunca conocí a mi abuela paterna, porque mi padre nunca pudo regresar al Congo por la dictadura, ella siempre estuvo presente en las historias de mi padre. Era una mujer muy fuerte, bella y de un gran carácter. Es gracias a ella que soy feminista. Mi padre murió antes de publicar el libro, pero hizo parte del proceso.
¿Cómo fue su viaje a Colombia?
Fue un viaje de una gran riqueza. Estuve en Medellín en 2023 por la Fiesta del Libro, pero también visité Turbo y Bogotá. Sé que Colombia está marcada por la violencia y la guerra. Hay población indígena y negra africana, hay mestizaje. Colombia es el poder y la fuerza de la cultura que se mezcla o coexiste. Cuando estás allí sientes algo muy poderoso.
¿Y su experiencia en Turbo con Kitambo?
Primero no sabía que iría, pues la agenda cambiaba cada minuto. En Turbo me sentí más cerca del continente africano. Fue una experiencia muy hermosa y guardo un recuerdo extraordinario, porque fui invitada a hablar para adultos, niños y estudiantes al mismo tiempo, así que improvisé una historia y la conté de tal manera que pudiera crear un vínculo con todos.
¿Cree que el realismo mágico colombiano tiene una influencia africana?
No lo sé, pero es cierto que hay grandes libros de la literatura africana en los que encuentro similitud con obras de Gabriel García Márquez. Por ejemplo, el autor nigeriano Amos Tutuola (El bebedor
de vino de palma) tiene textos donde los vivos viven con los muertos, o un cuerpo se transforma en animal. Esa es la gran puerta metafísica del realismo mágico.
¿Cuáles cree que son los escritores y artistas africanos más influyentes del momento?
Chimamanda Ngozi Adichie (Nigeria), escritora feminista increíble, tal vez la más poderosa del momento, que ha estado dos veces en Colombia y entre sus libros hay una novela llamada Americanah. Hay otra escritora más joven llamada Yaa Gyasi (Ghana) muy buena. En cuanto al arte, me gustan mucho los artistas congoleños, como el fotógrafo Sammy Baloji (ganador del African Photography Encounters in Bamako) y Baloji Tschiani, artista multimedia que este año ganó el premio Nueva Voz en el Festival de Cannes con su primera película:
Augure sobre la brujería, la superstición y las tradiciones en África.
¿Cuáles son los escritores y artistas colombianos más conocidos
en África?
Gabriel García Márquez y Fernando Botero, evidentemente. Hay un pensador que amo. Se llama Santiago Castro Gómez y considero que es un filósofo muy importante en la ref lexión sobre la colonización.
¿Qué puede aportarle África a Colombia y viceversa?
Más bien diría ¿qué pueden aportarse América Latina y África? Cuando trabajé con la filósofa brasileña Djamila Ribeiro, hablamos de esta relación “sur-sur” y de cómo construir desde el plano cultural, geopolítico y comercial, sabiendo que entre estos dos espacios puede integrarse también a Europa, que vive momentos difíciles.
¿Qué le gustaría hacer más adelante?
Sueño con hacer una alianza Congo-Colombia, o mejor aún, un trío Francia-Colombia- Congo. Eso sería genial.
En memoria de Marleen Palmaers (1969-2023).