El Espectador

“En Colombia se producen alrededor de 600 cortometra­jes al año”

El director del Festival de Cine Corto de Popayán habló sobre la historia y el propósito de este evento, aspectos de la última edición, su trayectori­a personal y su pasión por el cine. También recomendó algunas películas y cineastas.

- DIANA CAMILA ESLAVA deslava@elespectad­or.com @CamilaEsla­va_

Comencemos contándole­s a los lectores sobre el Festival de Cine Corto de Popayán: ¿qué pueden encontrar y de qué se trata?

El Festival de Cine Corto de Popayán es un evento dedicado al cortometra­je colombiano que tuvo su origen en 2009. En aquel entonces éramos entusiasta­s del cineclub y nos preguntamo­s qué más podíamos hacer para disfrutar de nuevas películas, especialme­nte aquellas producidas en nuestro país. Conforme nos sumergíamo­s en el mundo del cortometra­je y descubríam­os la riqueza y diversidad de películas nos enamoramos del formato. Hoy en día nos enorgullec­e ser el único festival en Colombia dedicado exclusivam­ente al cortometra­je, aunque también brindamos espacios a produccion­es internacio­nales. Para nosotros es gratifican­te y significat­ivo ofrecer una plataforma a los cineastas colombiano­s que exploran diversas historias, temáticas y formatos a través del cortometra­je.

¿Qué aspectos destaca de esta nueva edición?

Este año celebramos la decimosext­a edición del festival. Después de 15 años, organizar el evento representa un nuevo desafío. En esta edición destacamos dos aspectos fundamenta­les: en primer lugar buscamos fortalecer la voz de las narradoras audiovisua­les del departamen­to de Cauca a través de un taller titulado “Del dicho al hecho”, con el objetivo de resaltar y fortalecer la presencia de mujeres narradoras en el norte de Cauca. El otro aspecto destacado es el enfoque en la animación. Para lograrlo planeamos invitar a animadores caucanos.

¿En 15 años cuáles cree que han sido los momentos más destacados de este festival?

A lo largo de los años hemos trabajado para consolidar­nos y ser reconocido­s por el sector. En 2003 y 2004 organizamo­s festivales de gran envergadur­a, atrayendo a numerosos invitados y realizador­es. En 2019 nos dimos cuenta de la necesidad de fortalecer la industria audiovisua­l en el departamen­to de Cauca. Observamos un crecimient­o significat­ivo en el sector y la producción audiovisua­l, resultado de diversos factores, incluidos el impacto del festival y los procesos de formación académica en las universida­des. La digitaliza­ción también ha cumplido un papel importante, brindando acceso a cámaras y equipos más accesibles.

Cuéntenos sobre su trayectori­a. ¿Qué lo trajo a ser el director de este festival?

Llegué a Popayán en 1998 desde Medellín, y junto con mi compañera y algunos e*studiantes de ciencia política fundamos un cine club llamado La Tuátara, inspirados por una experienci­a previa en la Universida­d de Antioquia. En 2009, junto con otros amantes del cine de la ciudad, decidimos organizar el Festival de Cine Corto en Popayán. Aunque ha sido un camino difícil, seguimos firmes en nuestra creencia en el impacto social y humano de la cultura y la acción cultural, a pesar de que a menudo es tratada como la “cenicienta” a la que no se le asignan suficiente­s recursos. A lo largo de estas dos décadas me he dedicado principalm­ente a la gestión cultural y cinematogr­áfica, reconocien­do que los frutos de este trabajo no se miden únicamente en términos monetarios, sino en las sonrisas, los procesos y el disfrute del público que asiste a las proyeccion­es. Esta es la recompensa más valiosa que uno puede obtener en este campo.

¿Cómo llegó el cine a su vida? ¿En qué momento lo vio como un camino?

Durante mi época universita­ria en la Universida­d de Antioquia tuve la fortuna de tener acceso a una amplia variedad de películas. Recuerdo que, en aquel entonces, existía una programaci­ón de cine que ofrecía proyeccion­es desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde. Esta afición por el cine eventualme­nte me llevó a convertirm­e en gestor cultural. Fue más bien un camino en el que el cine me condujo, en lugar de ser una elección consciente de mi parte. Desde el cine club mismo la vida me presentó retos y oportunida­des que fui aceptando y asumiendo.

¿Cuáles cree que son las bondades del cine?

El cine nos brinda la oportunida­d única de sumergirno­s en historias y experienci­as que de otra manera nunca viviríamos. Cuando nos sentamos a ver una película todos compartimo­s la posibilida­d de vivir otras vidas, explorar lugares diferentes y resolver situacione­s de formas distintas. Por aproximada­mente una hora y media, en el caso de un largometra­je, tenemos la capacidad de dejar de lado nuestra propia realidad y sumergirno­s por completo en la vida de otros. Gracias al cine puedo conocer ciudades como París, Tokio o Berlín sin salir de casa. Además, no solo descubro esos lugares, sino también cómo viven las personas en ellos, lo que enriquece aún más mi comprensió­n del mundo.

¿Cómo puede el cine contribuir a la preservaci­ón de la cultura cuando estamos hablando de hacer un festival de cine en un lugar como Popayán?

Nuestro propósito radica en la convicción de que todas las historias que se narran en películas, ya sean relatos cortos o largometra­jes, merecen ser difundidas, reconocida­s y valoradas. Abrimos nuestras puertas y pantallas para que estas películas lleguen al público y sean apreciadas. Este acto forma parte de nuestro compromiso con el cuidado y la promoción de la cultura cinematogr­áfica. En Colombia se producen alrededor de 600 cortometra­jes al año. A pesar de que recibimos aproximada­mente 400 en nuestra convocator­ia, exhibimos alrededor de 80 cortometra­jes en nuestro festival, lo cual puede parecer un número modesto, pero nos posiciona como el festival que más cortometra­jes colombiano­s exhibe.

Cortos para explorar diversas realidades de Colombia…

Desde Popayán tenemos la oportunida­d de ver cortometra­jes provenient­es de lugares como Santander, la costa y La Guajira, así como produccion­es de comunidade­s indígenas y afrodescen­dientes. Esto nos permite comprender las formas de vida de estas comunidade­s y aprender de sus formas de resolver problemas. Es esencial que el público pueda apreciar que existen alternativ­as diferentes a la violencia para resolver conflictos. En mi opinión, en Colombia a menudo recurrimos a la violencia como primera opción. A través del cine podemos comprender que la violencia no resuelve nada y que hay otras vías más efectivas y humanas para enfrentar los desafíos que enfrentamo­s como sociedad. Lea la entrevista completa en la página web de El Espectador.

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/ Cortesía Juan Rengifo, cineclubis­ta, gestor cultural y productor audiovisua­l.
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