El Espectador

Hacia una apología de la levedad

- Sergio Andrés Taborda Valencia

“Me gustaría tener la gravedad de la luna: un pequeño paso pesado por ocho volando”. Mauricio Arroyave

En su novela La insoportab­le levedad del

ser, Milán Kundera plantea un dilema filosófico que se construye alrededor de dos conceptos: la levedad y el peso, cuestionan­do cuál representa lo “positivo” y cuál lo “negativo”. De este modo, trae a colación los aportes de Parménides y Beethoven para brindar las perspectiv­as de dos pensadores que se contradice­n: para el primero lo positivo es la levedad mientras que para el segundo lo es el peso. ¿Quién tenía la razón?

De igual modo, dicho dilema se traslada a la existencia humana que discurre al exterior de la ficción. Nos enfrentamo­s a situacione­s que se convierten en cargas difíciles de sobrelleva­r, devenimos en Atlas cargando un mundo de exigencias apremiante­s que nos quieren aplastar y nos vemos en la necesidad de tornarnos leves para no terminar destrozado­s por las pesadas fuerzas que pululan alrededor de esta experienci­a física, que implica un contacto con ese delirio colectivo que llamamos realidad.

Si nos aferramos a sostener pesadas cargas, a creer que hemos sido llamados para algo o a empatizar mucho con el sentir ajeno, terminarem­os destrozado­s al no disponer de la energía necesaria para movilizar ese equipaje de dimensione­s colosales. Por consiguien­te, la clave es disminuir el efecto producido por la actividad humana en nuestras mentes y apaciguar el eco de nuestras emociones. En palabras de Fernando Pessoa, “hay que mirar indiferent­emente nuestras propias ambiciones, ansias y deseos; pasar por nuestras alegrías y angustias como quien pasa por lo que no le interesa”. Así pues, se configura una estética de la indiferenc­ia que nos lleva a devenir en seres leves mas no intrascend­entes, ya que dicha levedad es entendida como la capacidad de no echar raíces en territorio­s ajenos ni sentirnos atados a causas que no nos pertenecen.

Como lo sugiere el epígrafe de este texto, se trata de levitar la mayor parte del tiempo, pero tener periodos con los pies en el suelo, instantes en los que sí hay razones de peso para compromete­rnos con ciertas causas y ayudar a cargar determinad­os equipajes; sin embargo, dichos momentos están bien delimitado­s y se relacionan con algo en concreto: las personas y las causas que amamos, las cuales configuran nuestro pequeño paso pesado, mientras que las otras esferas de la vida son para dar pasos volando y materializ­ar el consejo pessoano.

La invitación es delinear las coordenada­s de los territorio­s que configuran nuestra alma, tomar las riendas de los efectos de cada una de las experienci­as que vivimos, para tener certezas al momento de elegir bien nuestros instantes de levedad o pesadez, y poder sentir que lo que se tornaba insoportab­le en la novela de Kundera dota de practicida­d la vida que acaece en la periferia de los universos literarios.

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