Hacia una apología de la levedad
“Me gustaría tener la gravedad de la luna: un pequeño paso pesado por ocho volando”. Mauricio Arroyave
En su novela La insoportable levedad del
ser, Milán Kundera plantea un dilema filosófico que se construye alrededor de dos conceptos: la levedad y el peso, cuestionando cuál representa lo “positivo” y cuál lo “negativo”. De este modo, trae a colación los aportes de Parménides y Beethoven para brindar las perspectivas de dos pensadores que se contradicen: para el primero lo positivo es la levedad mientras que para el segundo lo es el peso. ¿Quién tenía la razón?
De igual modo, dicho dilema se traslada a la existencia humana que discurre al exterior de la ficción. Nos enfrentamos a situaciones que se convierten en cargas difíciles de sobrellevar, devenimos en Atlas cargando un mundo de exigencias apremiantes que nos quieren aplastar y nos vemos en la necesidad de tornarnos leves para no terminar destrozados por las pesadas fuerzas que pululan alrededor de esta experiencia física, que implica un contacto con ese delirio colectivo que llamamos realidad.
Si nos aferramos a sostener pesadas cargas, a creer que hemos sido llamados para algo o a empatizar mucho con el sentir ajeno, terminaremos destrozados al no disponer de la energía necesaria para movilizar ese equipaje de dimensiones colosales. Por consiguiente, la clave es disminuir el efecto producido por la actividad humana en nuestras mentes y apaciguar el eco de nuestras emociones. En palabras de Fernando Pessoa, “hay que mirar indiferentemente nuestras propias ambiciones, ansias y deseos; pasar por nuestras alegrías y angustias como quien pasa por lo que no le interesa”. Así pues, se configura una estética de la indiferencia que nos lleva a devenir en seres leves mas no intrascendentes, ya que dicha levedad es entendida como la capacidad de no echar raíces en territorios ajenos ni sentirnos atados a causas que no nos pertenecen.
Como lo sugiere el epígrafe de este texto, se trata de levitar la mayor parte del tiempo, pero tener periodos con los pies en el suelo, instantes en los que sí hay razones de peso para comprometernos con ciertas causas y ayudar a cargar determinados equipajes; sin embargo, dichos momentos están bien delimitados y se relacionan con algo en concreto: las personas y las causas que amamos, las cuales configuran nuestro pequeño paso pesado, mientras que las otras esferas de la vida son para dar pasos volando y materializar el consejo pessoano.
La invitación es delinear las coordenadas de los territorios que configuran nuestra alma, tomar las riendas de los efectos de cada una de las experiencias que vivimos, para tener certezas al momento de elegir bien nuestros instantes de levedad o pesadez, y poder sentir que lo que se tornaba insoportable en la novela de Kundera dota de practicidad la vida que acaece en la periferia de los universos literarios.