El Espectador

La historia se repite

- EL ARTE Y LA CULTURA MANUEL DREZNER

Karl Marx afirmó que “la historia siempre se repite dos veces: la primera como tragedia y la segunda vez como farsa”. Igualmente, el gran filósofo George Santayana afirmó que “quien no aprende las lecciones de la historia está condenado a repetirlas”. Y el dramaturgo Eugenio O’Neill cerró esa serie de formas de ver la historia con su célebre frase de que “no hay presente ni futuro, solo el pasado repitiéndo­se una y otra vez”.

Traigo a cuento estas citas porque hay un famoso episodio de la historia de Inglaterra que es interesant­e recordar. Se trata del reinado de Jacobo I, monarca de Inglaterra en el siglo XVII, quien se caracteriz­ó por frecuentes y continuos conflictos con el Parlamento, que no aprobaba las iniciativa­s reales. Esos conflictos culminaron con una disputa alrededor de la elecciones que tuvieron lugar en 1604, cuando hubo que llenar puestos en la Cámara de los Comunes. Uno de los candidatos a formar parte de ella, respaldado por el rey, fue el canciller sir John Fortescue, pero este fue enfáticame­nte vencido por su contendor, un caballero rural llamado sir Francis Goodwin. Al rey no le gustó ni cinco la derrota de su candidato y entonces procedió a declarar vencedor a Fortescue y lo nombró miembro del Parlamento, dejando de lado a quien había sido legalmente electo. Los parlamenta­rios de la Cámara de los Comunes protestaro­n y por su lado posesionar­on a Goodwin, lo cual llevó a un encontrón entre el Parlamento y el rey sobre quién tenía el derecho a decidir quién se podía incorporar legalmente al cuerpo legislativ­o. Varios miembros protestaro­n con toda la fuerza posible ante ese intento del mandatario de reducir el poder tradiciona­l de la Cámara, aduciendo que el rey no podía invalidar los resultados de una elección si no le gustaba el ganador, mientras que Jacobo I afirmaba que, por ser ungido por la divinidad, sí podía hacerlo.

Las cosas se resolviero­n cuando Fortescue decidió dejar la curul a su rival y entrar en otra elección, la cual ganó, y ambos rivales quedaron como miembros del Parlamento. Lo que nunca se decidió era si el rey tenía derecho de interferir así con una elección.

Esto es un hecho histórico auténtico y muestra cómo en la historia la repetición es más acostumbra­da que la excepción. De todas maneras, aunque todo se resolvió bien en el siglo XVII, no siempre sucede lo mismo, y por eso los evidentes paralelos con cosas que pasan en el mundo son interesant­es de recordar, así sea solo para confirmar que lo que dijeron los intelectua­les citados al principio de la nota tenían razón.

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