La historia se repite
Karl Marx afirmó que “la historia siempre se repite dos veces: la primera como tragedia y la segunda vez como farsa”. Igualmente, el gran filósofo George Santayana afirmó que “quien no aprende las lecciones de la historia está condenado a repetirlas”. Y el dramaturgo Eugenio O’Neill cerró esa serie de formas de ver la historia con su célebre frase de que “no hay presente ni futuro, solo el pasado repitiéndose una y otra vez”.
Traigo a cuento estas citas porque hay un famoso episodio de la historia de Inglaterra que es interesante recordar. Se trata del reinado de Jacobo I, monarca de Inglaterra en el siglo XVII, quien se caracterizó por frecuentes y continuos conflictos con el Parlamento, que no aprobaba las iniciativas reales. Esos conflictos culminaron con una disputa alrededor de la elecciones que tuvieron lugar en 1604, cuando hubo que llenar puestos en la Cámara de los Comunes. Uno de los candidatos a formar parte de ella, respaldado por el rey, fue el canciller sir John Fortescue, pero este fue enfáticamente vencido por su contendor, un caballero rural llamado sir Francis Goodwin. Al rey no le gustó ni cinco la derrota de su candidato y entonces procedió a declarar vencedor a Fortescue y lo nombró miembro del Parlamento, dejando de lado a quien había sido legalmente electo. Los parlamentarios de la Cámara de los Comunes protestaron y por su lado posesionaron a Goodwin, lo cual llevó a un encontrón entre el Parlamento y el rey sobre quién tenía el derecho a decidir quién se podía incorporar legalmente al cuerpo legislativo. Varios miembros protestaron con toda la fuerza posible ante ese intento del mandatario de reducir el poder tradicional de la Cámara, aduciendo que el rey no podía invalidar los resultados de una elección si no le gustaba el ganador, mientras que Jacobo I afirmaba que, por ser ungido por la divinidad, sí podía hacerlo.
Las cosas se resolvieron cuando Fortescue decidió dejar la curul a su rival y entrar en otra elección, la cual ganó, y ambos rivales quedaron como miembros del Parlamento. Lo que nunca se decidió era si el rey tenía derecho de interferir así con una elección.
Esto es un hecho histórico auténtico y muestra cómo en la historia la repetición es más acostumbrada que la excepción. De todas maneras, aunque todo se resolvió bien en el siglo XVII, no siempre sucede lo mismo, y por eso los evidentes paralelos con cosas que pasan en el mundo son interesantes de recordar, así sea solo para confirmar que lo que dijeron los intelectuales citados al principio de la nota tenían razón.