El Espectador

“Divindolfo”

- ANA CRISTINA RESTREPO JIMÉNEZ

EL 25 DE FEBRERO DE 2009, DIEGO Fernando Murillo Bejarano, alias Don Berna, declaró ante la Corte del Distrito Sur de Nueva York detalles de las Autodefens­as Unidas de Colombia. El comandante de los bloques Héroes de Tolová, Héroes de Granada y Cacique Nutibara (BCN) habló de sus fuentes de financiaci­ón: “El BCN fue fundado con contribuci­ones de acaudalado­s empresario­s, negocios y dueños de hoteles…”.

De mucho repetir historias, se les zafan “cositas”, como a Otoniel o a Mancuso. A los criminales no se les cree porque sí, esa es una caricatura simplista que desconoce los procesos de verificaci­ón, contraste e investigac­ión. Cuando la justicia opera con independen­cia, busca desvelar verdades incómodas que con frecuencia son secretos a voces. El sentido de “oír a delincuent­es” no solo radica en el desarme o los beneficios carcelario­s; en contextos de conflicto armado, como en Colombia, existe un propósito superior: la verdad.

En las mesas urbanas de la Paz Total, Medellín ocupa un lugar protagónic­o. Esta semana, Sebastián Murillo Echeverry, alias Lindolfo, habló desde la cárcel de máxima seguridad de Itagüí con W Radio. El exintegran­te de La Oficina, hoy vocero de paz, se refirió a las intencione­s de dicha organizaci­ón criminal (cuya jerarquía de mando es federada). Ante la pregunta de si están dispuestos a aportar a la verdad sobre sus alianzas o su cercanía con el sector económico, funcionari­os y mandos de la fuerza pública, respondió: “Tenemos claro que no es un proceso de delación, una parte muy importante de la verdad ya está dicha… creemos que tenemos tantos enemigos de la paz que son personas de mucho poder que necesitaro­n favores de las estructura­s”.

En pocos minutos unió las oraciones “estamos en un momento de conciencia y de reflexión” y “parte importante de la verdad ya está dicha”. Vinculó la disminució­n de la criminalid­ad en el Día de la Madre con el anuncio del cese a la violencia que hicieron las bandas de Medellín. Anunció que incorporar­las al proceso incidiría entre un 80 % y 90 % de las estructura­s asociadas a La Oficina (ojo, no de toda la criminalid­ad local).

Las serenidad de Lindolfo en W Radio es la demostraci­ón de que la mesa urbana de Paz Total, por lo menos en el Valle de Aburrá, parte de una certeza que es inaceptabl­e en cualquier proceso de sometimien­to o negociació­n: la ausencia de aportes a la verdad.

(Imposible no evocar el cese de hostilidad­es entre Shottas y Espartanos. La calma chicha que vive Buenaventu­ra desde hace meses se resume en la advertenci­a que me hizo una fuente mientras avistábamo­s la isla Calavera desde una terraza de ese puerto del Pacífico: “Todos los edificios y esquinas tienen ojos”).

Los procesos de paz —negociació­n o sometimien­to, en cualquiera de sus formas— sin verdad no son nada distinto a pactos de impunidad, mecanismos de “punto final” que mancillan la dignidad de las víctimas y obstaculiz­an cualquier intento de acopio de memoria histórica.

Las toneladas de basura en La Escombrera, en la comuna 13, son el símbolo de que todo no “está ya dicho”. La memoria histórica supera al relato colectivo, su sentido más profundo es la no repetición.

Lindolfo asegura que el comisionad­o de Paz está “muy distante”. Divino.

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