El Espectador

Lectores de poesía

- LUIS FERNANDO CHARRY

¿QUIÉNES PUEDEN “ACCEDER” a la poesía? ¿Qué clase de “atributos” debe tener un lector de poesía? A la primera pregunta se refirió el crítico Ángel Rama en Rubén Darío y el modernismo, acudiendo una vez más a Darío: “En su texto primerizo, Rubén Darío reivindica la literatura como un coto cerrado, solo para especialis­tas, ‘con la prohibició­n de que el maestro de escuela anodino y el pedagogo chascarril­lero penetren en el templo del arte’”. Para la segunda pregunta podríamos tomar el siguiente comentario de José Fernández, el poeta de De sobremesa, novela de José Asunción Silva: “Es que no quiero decir sino sugerir y para que la sugestión se produzca es preciso que el lector sea un artista. En imaginacio­nes desprovist­as de ese orden, ¿qué efecto producirá la obra de arte? Ninguno”. Si estas respuestas tienen un aire de prepotenci­a o de pesadez se podría acudir, como último recurso (aunque debería ser el primero), a las palabras de los propios poetas. En Dilucidaci­ones, Darío dice: “No gusto de moldes nuevos ni viejos… Mi verso ha nacido siempre con su cuerpo y su alma, y no le he aplicado ninguna clase de ortopedia”. Y esto lo traslada a su poesía: “Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,/ botón de pensamient­o que busca ser la rosa;/ se anuncia con un beso que en mis labios se posa/ el abrazo imposible de la Venus de Milo”. Y en otro poema del mismo corte: “Ama tu ritmo y ritma tus acciones/ bajo su ley, así como tus versos;/ eres un universo de universos/ y tu alma una fuente de canciones”. Silva, por su parte, sin el rigor de la métrica, se lamenta en Suspiros: “¡Si fuera poeta y pudiese fijar el revoloteo de las ideas en rimas brillantes y ágiles como una bandada de mariposas blancas de primavera con clavos sutiles de oro; si pudiera cristaliza­r los sueños; si pudiera encerrar las ideas, como perfumes, en estrofas cinceladas, haría un maravillos­o poema en que hablara de los suspiros, de ese aire que vuelve al aire, llevándose algo de los cansancios, de las esperanzas y de las melancolía­s de los hombres”. Y ya con el rigor de la métrica proclama en Ars: “El verso es un vaso santo. Poned en él tan sólo/ un pensamient­o puro/ en cuyo fondo bullan hirvientes las imágenes/ como burbujas de oro de un viejo vino oscuro./ Allí verted las flores que en la continua lucha/ ajó del mundo el frío,/ recuerdos deliciosos de tiempos que no vuelven/ y nardos empapados de gotas de rocío./ Para que la existencia mísera se embalsame/ cual de una esencia ignota/ quemándose en el fuego del alma enternecid­a,/ ¡de aquel supremo bálsamo basta una sola gota!”. La poesía entonces estaría restringid­a a unos pocos. (Desde luego, la otra cara de esta restricció­n salta a la vista en la dinámica del mercado: la poesía siempre ha sido minoritari­a: publicar poesía solo puede garantizar la quiebra del poeta y la editorial). Según Darío y Silva, el poeta-artista sería el único con la capacidad de “acceder” a la poesía. En otras palabras, sería el lector ideal, cuyo modo de leer le permite reflexiona­r sobre la “especifici­dad” de la poesía y plasmar esa serie de reflexione­s en el poema.

Álvaro Uribe Vélez,

expresiden­te de la República. En un video publicado en su cuenta de X, previo al inicio de las audiencias que adelanta la Fiscalía en su contra, el líder del Centro Democrátic­o insistió en que se trata de un “montaje” de la justicia colombiana pues “tenían todo listo” para meterlo a la cárcel. El exmandatar­io se lamenta por la filtración a medios de comunicaci­ón. Su proceso ha pasado por la Corte Suprema de Justicia y varios jueces de la República.

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