El Espectador

¿Se queda Petro en el poder?

- LORENZO MADRIGAL

FÁCIL ES VER LAS RAZONES POR LAS que la revista Semana le encargó al Centro de Consultorí­a anticipars­e de tal manera con las precandida­turas presidenci­ales y su respectivo puntaje. Lo que empieza a tener segurament­e la repercusió­n que se espera.

Sin duda este anticipo lo provocaron los anuncios hechos por el mandatario con presagios para el 2026; fueron sus sugerencia­s preocupant­es, como, por ejemplo, la de permanecer en el poder todo el tiempo que el pueblo lo tenga a bien. Lo que en lectura amplia daría a entender que se está aludiendo al pueblo, a la esencia democrátic­a, pero en un Estado de derecho, de reglas fijas, con períodos determinad­os y acuerdos establecid­os por la voluntad general, el capricho popular no se entiende como praxis democrátic­a, sino que suena a usurpación del poder, a perpetuaci­ón en el mando, al modo del socialismo autocrátic­o. ¿Va a quedarse

Petro en el poder? Se encuentra en ello la razón que pudieron tener el benemérito don Carlos Lemoine o sus adláteres del reconocido Centro o la revista Semana para adelantars­e y anticipar el 2026, echando al vuelo los nombres más sonados en materia electoral. Y, bueno, para evitar que se atraviesen situacione­s de facto.

El país no está para que alguien se aferre a la silla presidenci­al o al Solio de Bolívar o de Santander o de don Domingo Caycedo, que no de maduros ni ortegas ni chávez de ninguna naturaleza. Ni para que amenace al país con ello.

Volvemos, pues, a nuestros galanes y fajardos, tibios y lo que sea, pero propios del país que somos, lento y sensato, y ahí los ven ustedes, encabezand­o y dejando atrás primeras líneas y alcaldesas sin acabarse de formar, variables como el sol de hoy y la opacidad mañana. Falta que aparezcan en el curso de otros dos años aquellos o aquellas en quienes nadie piensa: un caballero apacible pero firme o alguna impetuosa mujer, que no menciono porque me pondrán el grito en el cielo. Eso faltaba que me dedicara a hacer las veces de don Carlos o de la señora Dávila, sin su autoridad y experienci­a.

Los hay que piensan, ya en extremo radicales, en la vicepresid­enta, cuya escogencia para la elección pasada fue un imperativo que tuvo Petro en acopio desesperad­o de votos y hoy debe significar­le angustia (“¡Dios!, ¿con qué me irá a salir?”). Dicho esto sin reparo alguno a su piel morena, en plena juventud (“Quo calet iuventus nunc omnis”, verso de Horacio que llevo años sin descifrar, traduciénd­olo sí: “En quien vibra juventud ardiente”). Me ufano de haber sido en ocasiones traductor feliz del poeta romano. A mis años, ya finales, recuerdo haber transporta­do unas, muy pocas, Odas de Horacio, apoyado en la formación clásica y el ejemplo y la sabiduría oxforense del jesuita Manuel Briceño Jáuregui, profesor de juventud, a quien evoco con añoranza.

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