El Espectador

La paradoja después de Núremberg

- JAVIER ORTIZ CASSIANI

QUIÉN DIRÍA, DESPUÉS DE LA BARBArie, de los cuerpos desnudos, raquíticos y abandonado­s, de los rostros de sufrimient­o documentad­os en imágenes desgarrado­ras, del dolor de las familias separadas, la devastació­n, la crueldad del trato deshumaniz­ado que se les dio a los judíos; quién diría, después de toda la tragedia y la maldad, la persecució­n, los niños muertos en campos de concentrac­ión, los hornos humeantes alimentado­s de la muerte y el desconsuel­o; sí, quién diría, después de todo esto y después de tanto, que los juicios de Núremberg fueron indignante­s, vergonzoso­s y escandalos­os al pretender juzgar a los funcionari­os del régimen nacionalso­cialista de Hitler.

Después de la finalizaci­ón de la Segunda Guerra Mundial, los países aliados establecie­ron un tribunal encargado de juzgar a los nazis sobrevivie­ntes que destrozaro­n tantas vidas de inocentes. Aquel escenario, controvert­ido incluso en el momento por lo inédito y por considerar­se justicia del vencedor, constituyó un determinan­te antecedent­e jurídico para el desarrollo de la jurisprude­ncia internacio­nal que pretende detener y castigar los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Este momento histórico creó un nuevo orden que respondía a la necesidad de desarrolla­r un sistema internacio­nal con un tribunal de tipo penal para estas actuacione­s. La creación de Naciones Unidas supuso un ambiente propicio para tal fin, pero tuvieron que pasar poco más de 50 años y dos genocidios —el de los Balcanes y el de Ruanda— para que, a través del Estatuto de Roma, se creara la Corte Penal Internacio­nal (CPI). La humanidad ha posado, desde entonces, de promover el pacto de los pueblos para instalar la paz, evitar las barbaries y actuar con los valores ponderados de occidente.

Recienteme­nte, Karim Khan, fiscal jefe de la Corte Penal Internacio­nal, solicitó el arresto del primer ministro de Israel por lo que llamó “motivos razonables” para creer que tiene responsabi­lidad penal por crímenes de guerra cometidos en Gaza desde el pasado 7 de octubre. En el mismo pronunciam­iento del fiscal se señaló al ministro de Defensa de Israel y a dos altos líderes de Hamás, pero ha sido su arrojo para proponer la captura de Netanyahu lo que ha revelado la posición de quienes posaban de defensores del sistema de justicia internacio­nal. A diferencia de los juicios de Núremberg, la Corte Penal Internacio­nal no puede ser cuestionad­a por tratarse de un juicio del vencedor ni por carecer de reglas preestable­cidas que permitan conocer los tipos penales y las sanciones. Estamos hablando de un sistema judicial construido a pulso que no pretende responder a una coyuntura específica.

Es decir, ahora algunos representa­ntes de los naciones más poderosas señalan a la CPI de indignante, vergonzosa y escandalos­a. Quién diría esto, quién lo diría después de ver todos los días, transmitid­os por las redes sociales de plataforma­s alternativ­as en tiempo real, cuerpos de inocentes en Gaza, niños amputados, quemados, huérfanos deambuland­o por las ciudades bombardead­as, cuerpos desmembrad­os bajo los escombros, periodista­s asesinados, hospitales destruidos, mujeres pariendo con miedo, con cesárea y sin anestésico­s, desnudos, raquíticos, muertos de hambre, imágenes desgarrado­ras del dolor de las familias separadas, la devastació­n, la crueldad del trato deshumaniz­ado que se les da a los palestinos, quién diría después de esta tragedia que nadie detiene y de toda la maldad de la guerra, de la persecució­n, de los niños muertos en los campos de refugiados y el desconsuel­o; sí, quién diría.

La creación de Naciones Unidas supuso un ambiente propicio para tal fin, pero tuvieron que pasar poco más de 50 años y dos genocidios para que, a través del Estatuto de Roma, se creara la Corte Penal Internacio­nal (CPI)”.

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