La paradoja después de Núremberg
QUIÉN DIRÍA, DESPUÉS DE LA BARBArie, de los cuerpos desnudos, raquíticos y abandonados, de los rostros de sufrimiento documentados en imágenes desgarradoras, del dolor de las familias separadas, la devastación, la crueldad del trato deshumanizado que se les dio a los judíos; quién diría, después de toda la tragedia y la maldad, la persecución, los niños muertos en campos de concentración, los hornos humeantes alimentados de la muerte y el desconsuelo; sí, quién diría, después de todo esto y después de tanto, que los juicios de Núremberg fueron indignantes, vergonzosos y escandalosos al pretender juzgar a los funcionarios del régimen nacionalsocialista de Hitler.
Después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, los países aliados establecieron un tribunal encargado de juzgar a los nazis sobrevivientes que destrozaron tantas vidas de inocentes. Aquel escenario, controvertido incluso en el momento por lo inédito y por considerarse justicia del vencedor, constituyó un determinante antecedente jurídico para el desarrollo de la jurisprudencia internacional que pretende detener y castigar los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Este momento histórico creó un nuevo orden que respondía a la necesidad de desarrollar un sistema internacional con un tribunal de tipo penal para estas actuaciones. La creación de Naciones Unidas supuso un ambiente propicio para tal fin, pero tuvieron que pasar poco más de 50 años y dos genocidios —el de los Balcanes y el de Ruanda— para que, a través del Estatuto de Roma, se creara la Corte Penal Internacional (CPI). La humanidad ha posado, desde entonces, de promover el pacto de los pueblos para instalar la paz, evitar las barbaries y actuar con los valores ponderados de occidente.
Recientemente, Karim Khan, fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, solicitó el arresto del primer ministro de Israel por lo que llamó “motivos razonables” para creer que tiene responsabilidad penal por crímenes de guerra cometidos en Gaza desde el pasado 7 de octubre. En el mismo pronunciamiento del fiscal se señaló al ministro de Defensa de Israel y a dos altos líderes de Hamás, pero ha sido su arrojo para proponer la captura de Netanyahu lo que ha revelado la posición de quienes posaban de defensores del sistema de justicia internacional. A diferencia de los juicios de Núremberg, la Corte Penal Internacional no puede ser cuestionada por tratarse de un juicio del vencedor ni por carecer de reglas preestablecidas que permitan conocer los tipos penales y las sanciones. Estamos hablando de un sistema judicial construido a pulso que no pretende responder a una coyuntura específica.
Es decir, ahora algunos representantes de los naciones más poderosas señalan a la CPI de indignante, vergonzosa y escandalosa. Quién diría esto, quién lo diría después de ver todos los días, transmitidos por las redes sociales de plataformas alternativas en tiempo real, cuerpos de inocentes en Gaza, niños amputados, quemados, huérfanos deambulando por las ciudades bombardeadas, cuerpos desmembrados bajo los escombros, periodistas asesinados, hospitales destruidos, mujeres pariendo con miedo, con cesárea y sin anestésicos, desnudos, raquíticos, muertos de hambre, imágenes desgarradoras del dolor de las familias separadas, la devastación, la crueldad del trato deshumanizado que se les da a los palestinos, quién diría después de esta tragedia que nadie detiene y de toda la maldad de la guerra, de la persecución, de los niños muertos en los campos de refugiados y el desconsuelo; sí, quién diría.
La creación de Naciones Unidas supuso un ambiente propicio para tal fin, pero tuvieron que pasar poco más de 50 años y dos genocidios para que, a través del Estatuto de Roma, se creara la Corte Penal Internacional (CPI)”.