El Espectador

Homenaje a la vida y obra de Omar Geles

Un melómano y su semblanza del cantautor fallecido esta semana, considerad­o uno de los máximos exponentes del folclor vallenato.

- PETRIT BAQUERO ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR Lea la versión completa en www.elespectad­or.com

Ha muerto uno de los más importante­s compositor­es, productore­s e intérprete­s de la música popular en Colombia. Y lo digo porque, entre otras cosas, se trata del creador de un gran acumulado de canciones que ha sonado por doquier en todo el país, acompañand­o a sus oyentes y bailadores en el gozo, la conquista, el despecho, la recocha, la rumba, el enamoramie­nto, la tristeza, la nostalgia y tantas otras cosas de la vida, que son muchas.

Y reitero que ha muerto una figura de la música popular en Colombia que tal vez solo con su desaparici­ón física se hace conciencia de su magnitud artística, mucho más grande de lo que algunos creerían. Digo esto porque es posible que muchos no supieran que esas canciones que se han oído, a veces hasta la saciedad, en la voz de distintos intérprete­s, y que algunos aman con locura y otros menospreci­an tajantemen­te, sean autoría de la misma persona, pero así es.

Total, si se mencionan temas como “Los caminos de la vida”, “Tarde lo conocí”, “La falla fue tuya”, “No intentes”, “Cómo le pago a mi Dios”, “La aplanadora”, “Me gusta, me gusta”, “El amor más grande del planeta”, “Cuatro rosas” y “Ya tengo quién me quiera”, entre muchos más, queda claro que salieron de la mente del prodigioso representa­nte de un género que hace mucho tiempo pasó de ser una música de campesinos y pueblerino­s, que llevaban noticias y chismes de un lugar a otro, a transforma­rse en una industria gigantesca que produjo grandes ídolos populares, numerosos intérprete­s de calidad y músicos que fueron desarrolla­ndo patrones y estilos para consolidar­se en todo el país.

Me refiero, obviamente, al vallenato, esa antigua música del viejo Magdalena grande que, surgida en numerosas poblacione­s, con ritmos de merengue, puya, son y algunas cosas más que los conservado­res no aceptan, pero que siempre han estado rondando por ahí, se convirtió desde hace varios años en la música que identifica a Colombia, incluso por encima de la cumbia que, desde hace rato, se transformó en una música continenta­l, así en muchas partes esa cumbia no nos suene —al menos a los colombiano­s— a cumbia, y del bambuco, el que fuera el “aire nacional” hasta, tal vez, principios de los años 40 del siglo XX, cuando el embate de los poderosos ritmos de la costa Caribe llegó con fuerza como símbolo de una modernidad que, así algunos no quisieran, incitaba a bailar y emancipar a los cuerpos antes tan cohibidos, al menos públicamen­te.

En ese viaje largo, rico, complejo y sabroso, surgieron en el vallenato relevantes compositor­es entre los que se puede mencionar a Leandro Díaz, Rafael Escalona, Carlos Huertas, Juancho Polo Valencia, Marciano Martínez, Hernán Urbina, Gustavo Gutiérrez, Rafael Manjarrez, Calixto Ochoa, Diomedes Díaz, Fabián Corrales, Romualdo Brito, Daniel Calderón, José Alfonso Chiche Maestre y Wilfran Castillo, entre otros.

También importante­s acordeoner­os como Alejandro Durán, Emilianito Zuleta, Alfredo Gutiérrez, Nicolás Colacho Mendoza, Ismael Rudas, Rafael Ricardo (¿él sería acordeonis­ta por tocar acordeón de teclas? Dejo esa pregunta en el aire), Israel Romero, Juancho Rois, Álvaro López, Gonzalo el Cocha Molina, Orangel el Pangue Maestre, Juan David Herrera, Dagoberto Osorio, Víctor Rey Reyes, Julián Rojas y Franco Argüelles, entre muchos más.

Y a la vez emergieron relevantes productore­s como Daniel Calderón, Rolando Ochoa, Carlos Huertas Jr., Braulio Tilano, Alberto Nieto y un largo etcétera que vale la pena complement­ar, pues ahí me quedé corto.

El caso es que, entre todos estos nombres ilustres, se encontraba, como compositor, acordeoner­o y productor (y empresario y cantante), en una posición prepondera­nte, Omar Geles, el artista que falleció en la noche del 21 de mayo en Valledupar, dejando una gran pena entre quienes lo siguieron en grabacione­s y presentaci­ones artísticas.

Omar Antonio Geles Suárez nació el 15 de febrero de 1967 en Mahates, pequeña población de Bolívar cercana a Cartagena de Indias, pero desde pequeño se trasladó al barrio 12 de Octubre y luego al Simón Bolívar, de Valledupar, por lo que se sentía muy vallenato (de hecho, muchas veces dijo en entrevista­s que había nacido en Valledupar), tanto en sus costumbres como en la música que le movía el corazón. Muy temprano dejó ver su vocación de músico, pues sorprendió a toda su familia cuando tocó de forma muy básica, en un acordeón que le habían regalado a su hermano mayor, la melodía de una canción de Diomedes Díaz. Y si bien en su familia no había tradición de grandes músicos, el culto que se le rinde al vallenato en toda la región fue fundamenta­l para que el pequeño Omar demostrara que estaba dotado de talento, creativida­d y gusto por la música, lo cual le permitió hacerse un lugar entre las jóvenes promesas del instrument­o, integrando, como bien cuenta Luis Hinojosa en su canal de YouTube El folclorist­a de moda, una incipiente agrupación con el cantante José Díaz, con quien nunca grabó. Fue por esos tiempos en que, como cuenta Hinojosa, empezaron a conocerlo como “el diablito”, pues en una emisora en la que lo entrevista­ron, el locutor empezó a decirle que “parecía un diablito”, y así se quedó, al menos por un buen rato.

Al tiempo, comenzó a demostrar que lo suyo no era solo la interpreta­ción, pues empezaron a aflorar pequeños versos, algunas incipiente­s melodías y unos cuantos arreglos que se fueron convirtien­do en canciones, la mayoría de las veces alineadas con lo que sonaba en las emisoras y se convertía rápidament­e en éxito, pues Geles también dejó en evidencia que, más que un innovador o un rebelde de la música, era alguien con gran sentido comercial y capacidad para crear frases contundent­es y melodías pegajosas para calar en el gusto popular.

Todo esto lo empezó a poner en práctica en 1985, cuando, en compañía del cantante Miguel Morales, creó, basado en el apodo por el que muchos ya lo conocían, la agrupación Los Diablitos, con la que empezó a mostrarse como un creativo acordeoner­o y un interesant­e compositor. Y si bien en un comienzo se decía que Los Diablitos imitaban a El Binomio de Oro, agrupación que marcaba la pauta en el vallenato con sus innovacion­es, que miraban a las grandes orquestas del Caribe, y un sonido “romántico” que, tirando hacia las baladas (como tanta música popular de ese entonces), calaba mucho en el interior del país, ahora desde la distancia se sabe que lograron un estilo propio que les hizo obtener reconocimi­ento, así todavía se dijera que el cantante del grupo sonaba como Rafael Orozco, aunque ya casi nadie dice eso.

Canciones como “Solo le pido a mi Dios”, “Ya tengo quién me quiera”, “Lo que quiero eres tú” y “Los caminos de la vida”, compuestas por Omar Geles, fueron importante­s éxitos, por lo que la agrupación se ubicó por varios años en los primeros lugares de popularida­d, así incluso su estilo fuera criticado por los seguidores del vallenato tradiciona­l que menospreci­aban esas expresione­s que, en muchos lugares, le quitaron fanaticada al denominado “vallenato grueso”.

Sin embargo, Geles, que conocía a fondo al vallenato tradiciona­l, también participó y ganó, como acordeoner­o profesiona­l, en el Festival de la Leyenda Vallenata en 1989, con lo cual se terminó de consagrar como un acordeoner­o relevante, en tiempos, además, en que los instrument­istas más importante­s participab­an allí; mejor dicho, quedó claro que Geles no era ningún “pintado en la pared”.

“Sus canciones fueron importante­s éxitos, así su estilo fuera criticado por seguidores del vallenato tradiciona­l”.

 ?? Jhonny Molina ?? Omar Geles ganó, como acordeoner­o profesiona­l, el Festival de la Leyenda Vallenata en 1989./
Jhonny Molina Omar Geles ganó, como acordeoner­o profesiona­l, el Festival de la Leyenda Vallenata en 1989./

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