¿De quién es la culpa?
LOS COLOMBIANOS QUEDAMOS un poco patidifusos cuando hace unos días el presidente Gustavo Petro amenazó con ir a la ONU a informar que el Estado colombiano no quiere cumplir con el proceso de paz con las FARC. ¿Al ser él el jefe de Estado se estaba autoinculpando? Pero no. De inmediato culpó a la JEP y al sistema de justicia transicional.
No es raro que el presidente les eche la culpa a otros de todo lo que falla en su gobierno, aunque lo hace de forma selectiva. De Francia Márquez y el 1 % de ejecución presupuestal no ha dicho nada, por ejemplo. Ni tampoco, de su incondicional ministro de Salud que, imitando a su jefe, le está echando a Fiduprevisora la culpa del despelote que se armó con la salud de los maestros, como si él no fuera el causante del caos por haber hecho ese cambio de forma improvisada. Ni siquiera se han trasladado las historias clínicas, el anterior gerente del Fomag renunció hace unos días —seguramente abrumado por la responsabilidad con sus 818.000 afiliados— y la vicepresidencia del mismo organismo ha sufrido tres rotaciones desde abril. ¡Increíble!
Muchos otros ministros, en cambio, han sido acusados de ineficiencia por el presidente. En febrero pasado Gustavo Petro descalificó en público a William Camargo, de Transporte; a Aurora Vergara, de Educación, y a Jorge Iván González, que ante el regaño, muy dignamente, renunció. Petro también le echó la culpa en público a Jhenifer Mojica, ministra de Agricultura, por no ponerse las pilas para aumentar el número de sacos de café que se envían al exterior, y a la ministra de Vivienda, por no haber hecho el acueducto de Quibdó. El 1° de mayo, en la tarima, afirmó, sin miramiento alguno, que “aquí hay ministros y ministras a los que les da miedo o temen (…). Ministro o ministra que le dé miedo, dé un paso al costado y deje que otro lo pueda hacer”.
En unos pocos ministros se nota desconcierto. Pero en casi todos los demás vemos incondicionalidad y obsecuencia. En los activistas, por supuesto; en el mininterior, al que hay que abonarle que legitimó las marchas del 21, pero que hace esguinces para estar bien con Dios y con el diablo; en el de Defensa, siempre cariacontecido frente al desastre de la seguridad nacional. El canciller Murillo, por ejemplo, que tan bien estaba haciendo su papel en Washington, ahora vacila, se contradice y repite, sin mucha convicción, que está haciendo lo que quiere el presidente. Pero ya la tapa de la confusión sobre quién tuvo la culpa fue el manejo del conflicto de la Universidad Nacional, que pudo haberlo causado la ministra Vergara, quien en su afán de complacer a Petro fue ambigua, no reaccionó a tiempo y luego optó por declararse impedida. Entonces el presidente no tuvo problema en lanzar al foso de los leones al ministro de Cultura, a quien dio órdenes perentorias, exponiéndolo a un juicio penal por violar la autonomía universitaria. Ahora dicen que él tuvo la culpa.
Lo cierto es que el caos cunde. Ahora hasta los maestros y los jóvenes le están protestando a Petro, los trabajadores del Ministerio de Trabajo entran en huelga y hay malestar en la cúpula militar, a la que ni siquiera se le consultó el nombramiento del nuevo comandante del Ejército. Y el presidente, cada vez más solo en su laberinto.