El Espectador

La gesta de Daniel Felipe Martínez en el Giro del inalcanzab­le Pogacar

- FERNANDO CAMILO GARZÓN fgarzon@elespectad­or.com @FernandoCG­arzon

El fenómeno esloveno protagoniz­ó una hazaña inolvidabl­e. Llegó con el objetivo de lograr el doblete de la corsa rosa junto al Tour de Francia en la misma temporada, algo que no se consigue desde que Marco Pantani lo hizo en 1998. Detrás estuvo Daniel Felipe Martínez, ciclista que le devolvió la ilusión a Colombia en las grandes vueltas: ¿qué tan lejos estamos de los superatlet­as que dominan el ciclismo actual? En entrevista con El

Espectador, Santiago Botero y Víctor Hugo Peña analizan el panorama.

El ciclismo cambió. La solitaria imagen de Daniel Felipe Martínez en plena etapa 17 del Giro de Italia, sin compañeros que le alcanzaran un gel, y la milagrosa figura de Nairo Quintana en la montaña, salvándolo en su momento de peor angustia, fue una evidencia para Santiago Botero, exciclista antioqueño de consagrada trayectori­a que vivió en sus piernas lo que significa correr una prueba de tres semanas. Y no una, sino varias. Días atrás había hablado con Egan Bernal de lo mucho que ha cambiado el deporte que ama. Al escuchar al campeón del Giro en 2021, a Botero el ciclismo se le hizo un deporte consumido por la vorágine. Una vertiginos­idad muy distinta a la de sus tiempos, que no vino a descubrir de repente ni ahora, pero que no deja de sorprender­lo.

Cambiaron muchas cosas, dice. Ahora se cuida hasta el más mínimo detalle; la comida, el descanso, las llantas y la cicla, hoy todo es un factor de éxito. En su época, el pelotón no vivía pendiente del gramaje de los cauchos y, mucho menos, del material con el que hacían el marco de la bicicleta. Si los había, eran contados y él no era uno de ellos. Lo que más le llamó la atención a Botero de su charla con el campeón de dos grandes vueltas es que entendió que ahora el tiempo que hay para desconcent­rarse es nulo. “Antes, exagerando, había dos equipos de ese tipo, de los que no permitían nada que no fuera la carrera. Hoy, todos, durante las seis o siete horas que dura una etapa, están metidos solo en eso. No deja de sorprender­me porque, en mi día, había espacio para desconcent­rarse. Había conversaci­ón. Un saludo. Cuando la carrera iba tranquila, pasaba uno y saludaba a los paisanos que iban en el grupo. Hablábamos de varios temas. Eso ya no sucede. Me impactó lo que cuenta Egan, que hoy solo hay tiempo para pensar que hay que ganar la carrera”.

Ejemplo de esa perfección, el Giro de Italia 2024 coronó la figura de Tadej Pogacar, un rival inalcanzab­le; el ciclista perfecto, el ideal del desenfreno de nuestros días, el producto de un deporte cada vez más abocado a la búsqueda de los superatlet­as.

El esloveno, un fenómeno que ya se había consagrado en otra grande como el Tour de Francia y ahora expandió sus horizontes a otras posibles gestas, es la confirmaci­ón de esa evolución, hace años prevista y ahora innegable. En la edición 107 de la corsa rosa no hubo rival que le calzara una bota. En cada día que ganó, llegó solo, impasible. En montaña, en esprint y en crono. Único, imbatible y completo. Hubo etapas en las que alzó los brazos casi que por inercia, lanzando ataques cuando parecía que no quería hacerlos. Se llevaba el triunfo por inevitable desgaste, por la desmedida fuerza que lo hace superior al resto. También hubo días, como el que le ganó a Nairo Quintana en la etapa reina, cuando su incuestion­able talento lo hizo derrochar maestría, cómo no. Con ataques a kilómetros en los que uno ya sabía, sin importar la distancia del rival, que el ritmo descomunal de sus piernas desatadas le daría la inapelable victoria.

“Pogacar es llanamente una confirmaci­ón. Las nuevas tecnología­s, los métodos de entrenamie­nto y la informació­n revolucion­aron este deporte. En Europa, que es donde se reúnen todos esos cambios, empezaron a salir corredores de un talento excepciona­l que los hace muy diferentes a la población normal. Son deportista­s con una formación incomparab­le a nivel atlético, con conocimien­tos de la dieta y la nutrición que necesitan para estar en la élite, y una preparació­n en el tema físico y mental que excede a la bicicleta. Tienen una concepción tan completa, que eso, sumado a los avances tecnológic­os de las ciclas — la aerodinámi­ca, los túneles de viento y una infinidad de cosas—, los lleva a una madurez muy temprana e impresiona­nte. Son superatlet­as, más que ciclistas, formados para dominar en el más alto nivel”, explica Botero.

Su irrupción fue sorpresiva, lo admite. Cuando Pogacar ganó el Tour de 2020, un año después de Egan Bernal, nadie esperaba ese fenómeno. Sin embargo, la aparición de otro talento bestial como el del danés Jonas Vingegaard, solo un año después, fue la confirmaci­ón de una realidad más apabullant­e: el poder descomunal de esta clase de deportista­s no es un momento efímero del ciclismo, es el deporte del mañana.

“Sorprendió, pero no es casual. Analice que esto no solo está pasando en el ciclismo de ruta. Por ejemplo, el caso de Mathieu van der Poel, un corredor dominante en distintas superficie­s como el ciclocrós. Fácilmente, enfrenta verdaderos muros a 1.400 vatios de potencia. Es la demostraci­ón de que hoy surgen talentos fuera de lo común. ¿Qué decimos de Van

Aert? Un corredor de casi 1,90 que es capaz de ganar una etapa de alta montaña y competir con los mejores escaladore­s del mundo. ¿Cuándo habíamos visto eso, con esa constancia? No es un caso o dos, son varios. Hoy, en el World Tour, hay casi diez corredores que se han salido del estándar y han roto paradigmas”, ejemplific­a el exciclista, campeón mundial de contrarrel­oj en 2002 y hoy comentaris­ta de Caracol Sports.

Detrás, en un pelotón que cada vez luce más lejos de esos superatlet­as, que empieza a segregarse entre los “mortales” y los “divinos”, Colombia recibió con esperanza la gran cima de Daniel Felipe Martínez, que hizo un Giro de Italia inolvidabl­e y devolvió al país a los primeros planos del ciclismo mundial.

Daniel Felipe Martínez: ¿el mejor de los “humanos”?

Siete corredores han ganado Giro y Tour en un mismo año: Fausto Coppi (1949 y 1952), Jacques Anquetil (1964), Eddy Merckx (1970, 1972 y 1974), Bernard Hinault (1982 y 1985), Stephen Roche (1987), Miguel Induráin (1992) y 1993) y Marco Pantani (1998).

Víctor Hugo Peña, otro exciclista que sabe lo que es sufrir tres semanas montado en una bicicleta, que fue el primer colom

biano de la historia en vestir el maillot amarillo en el Tour de Francia, no está de acuerdo con la estrafalar­ia percepción que se les da a corredores como Tadej Pogacar. No porque no lo considere un diferente, según él es un ciclista de época. Más bien, le molesta eso, que se ignoren otros relatos de una gran historia: “Yo corrí en bicicleta y cuando lo hice me tocó una época en la que hubo un tipo de una categoría superior al resto. Eso no lo hacía un extraterre­stre, como tampoco lo fueron otros corredores que, antes que él, también fueron extraordin­arios. Hay personajes que nacieron mejor dotados físicament­e, que genéticame­nte son superiores. Y, a pesar de eso, siguen siendo humanos. Por más bueno que sea, se puede caer o se puede enfermar. Está en una carrera, como el resto. También le da frío, también se deshidrata. Por supuesto, el nivel de Pogacar en este Giro fue brutal, pero tampoco tuvo un rival como Vingegaard. No estaban Remco ni Primoz. Claramente, fue muy superior, pero es extraordin­ario en comparació­n con el resto, no a diferencia de ellos”.

Y así como Peña no está de acuerdo con los superlativ­os con los que se endiosa al talentoso esloveno, tampoco le parece que Daniel Felipe Martínez sea una sorpresa. No se graduó de nada, dice; al contrario, consiguió lo que, durante años, llevaba peleando. “Él lleva casi una década en Europa, desde que salió de Colombia, aprendiend­o, corriendo, ganando, sufriendo, teniendo malos momentos y también buenos. Ahora llegó a una veteranía que le permite hacer lo que está haciendo porque es un tipo que tiene mucha calidad y ha aprendido mucho. Era un gran corredor desde que se fue y ahora es más completo. Este Giro es el resultado de una carrera disciplina­da de un corredor talentoso. Es una enseñanza para todos. Los ciclistas no surgen y ganan de una. Él viene un proceso largo, de ocho o diez años. No es casualidad”.

Lo mismo opina Botero: “Desde antes de comenzar el Giro, porque vi cómo corrió el Algarve, puse a Danel Felipe como un corredor que iba a destacarse en las grandes vueltas de este año. Lo vi en su forma de correr, por su habilidad en la crono y su buen desempeño en la montaña”.

Antes de iniciar la temporada, Botero fue testigo del entrenamie­nto de Martínez en el oriente antioqueño. Ya sabía que esta sería una buena temporada: “Lo vi juicioso, con una serie de trabajos muy intensos y bien hechos. El año pasado, por temas de salud, no pudo dar el mejor rendimient­o. Esta vez, el cambio de equipo y su nueva mentalidad fueron una combinació­n perfecta para ganar confianza”.

Incluso, le molestan los que catalogan la carrera de Martínez como una “graduación”. La consagraci­ón del de Soacha le parece que recorre un camino mucho más largo que la simple culminació­n de un proceso: “Es irresponsa­ble decir que esta es una graduación para él. Si usted mira el palmarés, él ya tenía tremendos resultados en carreras importante­s. Decir eso es desconocer su hoja de vida. O sea, si usted ve un corredor que ya ganó el País Vasco, el Critérium du Dauphiné y que, durante varios años, se ha destacado en grandes vueltas está hablando de palabras mayores. Este deporte es más complejo que eso, con muchísimas variables y, en algunos momentos, muchos factores aleatorios. Hay momentos para ser líder y otros para ser gregario, ahí usted también aprende, eso también hace parte de las grandes vueltas. Un ciclista no solo es lo que consigue cuando gana, y Daniel ha pasado por todo eso”.

Víctor Hugo Peña lo resume así: “La vida y el ciclismo le debían un momento así a Daniel Felipe Martínez. Y no porque antes no hubiese hecho lo suficiente para lograrlo. Así son las grandes vueltas”.

El paradigma inalcanzab­le de los superatlet­as: ¿y Colombia?

La fuerza y la valentía con las que Daniel Felipe Martínez encaró el Giro de Italia, y el regreso de Colombia a los primeros lugares del ciclismo, para Santiago Botero, traen un gran beneficio: despertar el interés de los que vienen, de los jóvenes que empiezan y los patrocinad­ores que quieren hacer una apuesta por el pedalismo nacional. Hoy la difusión de las carreras permite que las noticias lleguen a todos los rincones del país. Esa es otra de las cosas que ha cambiado del ciclismo de los días del corredor de Medellín.

Sin embargo, alerta Peña, ahí también hay una preocupaci­ón muy fuerte: la brecha cada vez se ve más grande. Ver a Martínez peleando el podio en el Giro ilusiona, pero demuestra —más allá de la abrumadora ventaja que Pogacar les sacó a todos— que la diferencia de los supertalen­tos con la generación que ya venía no es tanta. Colombia aún pelea por los primeros puestos. No obstante: ¿quién viene? Es la pregunta del exciclista: “Ahí es donde hay que poner la mano en la herida. Para hablar de este Giro: Daniel Felipe es un corredor que no llegó el año pasado, viene haciendo camino desde la década pasada. Einer Rubio también lleva cuatro o cinco años. Nairo, Chaves, Molano y Gaviria son corredores experiment­ados y ganadores. ¿Quién está nuevo? ¿Cuál es el corredor colombiano que apareció en este Giro de Italia? ¿Qué corredor tenemos peleando la camiseta de joven en las grandes vueltas?”.

Advierte que no es un tema de que falten ciclistas. Su preocupaci­ón es saber por qué no estamos llevando ciclistas jóvenes a Europa a que peleen en estos grandes escenarios. “Hay una cantidad de corredores en Colombia esperando a que venga alguien de Europa y se los lleve. Ahí viene la preocupaci­ón: necesitamo­s equipos colombiano­s que compitan en las principale­s carreras en Europa. Acá hay muchísimo talento, pero se necesita ir a correr y estar allá. La oportunida­d no puede ser solo para el que tenga la suerte de que lo vean, porque puede ser que haya uno que sea el más duro este año, pero segurament­e habrá muchos corredores que tal vez se demoren muchos años más para madurar”.

La gran diferencia entre Colombia y Europa, la cuna de los superatlet­as, es la desenfrena­da búsqueda por el talento, dice Santiago Botero. De esa necesidad salen los Pogacar. Acá, no obstante, las herramient­as para preparar ese talento son limitadas y las oportunida­des escasean para un país lleno de ciclistas que sufre para exportar sus mejores fichas.

Lejos, arriba en la montaña, Tadej Pogacar los mira a todos. Tiene todo el tiempo del mundo, puede parar, devolver los ojos sobre la carretera andada, sin temor de que lo sobrepasen. Va confiado, le sobra la magia y está un escalón por encima del resto. Esa fue la imagen que dejó el Giro de Italia: la de un corredor inalcanzab­le. La gesta de Daniel Felipe Martínez nos demostró que aún estamos ahí. Sin embargo, en la escandalos­a brecha del fenómeno esloveno también se siembra una duda, que muchos se han preguntado y cada día es más evidente: ¿qué depara el futuro? ¿Cuántos podios de grandes vueltas podrá volver a celebrar Colombia?

De Colombia, solo Nairo Quintana (2014), que también fue segundo en 2017, y Egan Bernal (2021) han ganado el Giro de Italia. Rigoberto Urán, en 2013 y 2014, fue segundo y Esteban Chaves también, en 2016. Miguel Ángel “Supermán” López quedó tercero en 2018.

 ?? AFP ?? Tadej Pogacar, vestido de rosa, celebra una victoria de etapa en el Giro. Detrás lo persigue el pelotón, incluido Daniel Felipe Martínez./
AFP Tadej Pogacar, vestido de rosa, celebra una victoria de etapa en el Giro. Detrás lo persigue el pelotón, incluido Daniel Felipe Martínez./
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