El Heraldo (Colombia)

Mentiras

- Por Jorge Muñoz Cepeda Jorgei13@hotmail.com @desdeelfri­o

Me entero, en un artículo publicado hace unos años, que un grupo de científico­s sociales británicos ha sido capaz de cuantifica­r uno de los más típicos rasgos de la comunicaci­ón humana: la mentira. Tres mentiras en una conversaci­ón de diez minutos es uno de los resultados del estudio hecho por la Universida­d de Southampto­n, sin contar con las omisiones ( esa otra forma de mentir).

Si lo pensamos la cifra es razonable, ya que, como es sabido, un mundo en el que siempre se diga la verdad sería un mundo en silencio. En el arte, por ejemplo, debemos depositar nuestra fe en cosas que sabemos hechas para engañarnos; sin la mentira y nuestra aceptación de ella no sería posible que fuésemos testigos de la belleza.

El asunto es más complejo, por supuesto. Al evaluar y juzgar nuestro comercio con las certezas y las falsedades, es preciso tener en cuenta factores como las motivacion­es del que engaña y el daño potencial que puede producirle una mentira a su destinatar­io.

A veces parece que no solo es natural mentir, sino necesario. Pienso en el amor, por ejemplo, y también en la política. A pesar de que sabemos que los políticos mienten, votamos por ellos; pero cuando los descubrimo­s mintiendo, nos indignamos como si fuera la gran cosa.

También pienso en el proceso de paz de La Habana. Algunos de sus detractore­s afirman que no se podía negociar con un grupo que ha mentido –faltando a la palabra como una táctica de guerra– en todos los procesos anteriores. Ese es un argumento torpe e inocente. Lo extraño es que no lo hubieran hecho, y mucho más que tres veces en diez minutos. Pero eso no puede condenar a Colombia a la guerra eterna.

La entereza de unos líderes maduros, que conocen la responsabi­lidad histórica que les atañe, consiste, entre otras cosas, en sentarse con su enemigo frente a frente y volver a encontrar en sus ojos algo que justifique siquiera una pequeña sombra de confianza.

Sé que las mentiras anteriores de las Farc, e incluso las de hoy, han sido factores fundamenta­les en la preparació­n que ha hecho el Gobierno para este proceso, y que han sido usadas como argumento estratégic­o y de exigencia de compromiso­s serios. Porque saben que no hay inamovible­s cuando se busca la paz. Ni siquiera que el otro, el adversario, nos haya mentido tantas veces, en tantos escenarios y que nosotros les hayamos creído como niños.

Una de las condicione­s de la reconcilia­ción es reconocer que lo que nos pasa es terrible y que es precisamen­te por eso que debemos reconcilia­rnos. Sí, nos han mentido cuando dijeron que querían la paz. Pero ya lo sabemos. Y por eso estamos más preparados para no caer en esas mismas trampas.

Claro está que eso no implica que algún negociador de paz no diga una que otra mentirilla piadosa en la mesa, del tipo: “Buenos días, qué linda que está usted hoy”.

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