Los retos del idioma
Hoy, al celebrar el Día de la Lengua española, es la oportunidad propicia para debatir cómo ha cambiado el lenguaje. Preservarlo no es solo tarea de maestros.
Cada Día del Idioma es el pretexto para hablar del estado de nuestra lengua y de las amenazas que, según los expertos, se ciernen sobre el castellano. Hoy, cuando a través de los dispositivos móviles los más jóvenes se comunican usando expresiones como “Ola k
ase”, surgen los temores de que el idioma termine convirtiéndose en un jerigonza indomable carente de normas que permitan una fluida comunicación.
Si bien las lenguas son vivas y sus cambios los define el mismo uso cotidiano y callejero, los nuevos recursos gráficos llamados emojis abrieron hace algunos años nuevos caminos en las dinámicas comunicativas, lo cual es visto, desde ciertos sectores, como una amenaza. Lo anterior, aunado a la abolición espontánea de los signos de puntuación, que impiden la claridad de lo que se dice, termina por transformar frases y cambiarles sus significados. Padres y maestros se enfrentan al dilema de enarbolar la lucha en pro de la defensa del idioma o permitir que los vientos de cambio decidan el rumbo que toma la lengua. Cada generación les imprime su propia identidad a las expresiones sociales. El complicado reto de los académicos de la lengua es conciliar las nuevas manifestaciones con la salvaguarda de las normas gramaticales y el acervo lingüístico. El idioma ha sido, históricamente, factor de cohesión de los pueblos, además, por supuesto, de instrumento de comunicación entre personas y naciones. El español es hoy el tercer idioma más hablado del mundo, aglutinador de una comunidad de 550 millones de personas repartidas básicamente entre América Latina, España y EEUU. Nunca está de más abogar por la protección de ese idioma potente y rico en matices. No se trata de satanizar los usos de las nuevas tecnologías. Al contrario, las academias intentan permanentemente sintonizar con el mundo circundante mediante la incorporar al español de neologismos como “wasapear” o “selfi”. Pero conviene al mismo tiempo velar por la protección de la lengua de Cervantes desde las aulas y a través de los medios de comunicación. Las nuevas formas de comunicarse moldean las lenguas y le dan un nuevo ropaje. Sería ingenuo y hasta inútil creer en el idioma como un ente inmune a los cambios, cuando es precisamente lo contrario: el reflejo de las épocas y testigo de las transformaciones. Dentro de este escenario dinámico del lenguaje, es de suma importancia promover el hábito de la lectura entre las nuevas generaciones para que afronten los nuevos modos de expresión con el bagaje de una sólida base cultural. Recordar los aniversarios de las muertes de Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare es siempre un buen motivo para propiciar la conversación sobre la importancia y el respeto por la lengua.
No se trata de satanizar los usos de las nuevas tecnologías, cuyos aportes también enriquecerán en alguna medida el idioma.