Paz... y más
Los asuntos de mecánica legislativa no suelen ser muy apasionantes, pero es importante que en este momento todos atendamos a lo que está sucediendo en el Congreso, pues allí se está apostando el futuro del país. Verán que no exagero.
El año pasado escribí en varias columnas sobre los riesgos que se derivan del Acto Legislativo para la Paz que se debate actualmente con el fin de aprobar por vía rápida (o fast-track, como dicen ahora) los acuerdos que se firmen con las Farc. Esta semana se eliminó del Acto el polémico ‘congresito’, pero todos los elementos preocupantes del proyecto siguen intactos. Las leyes y reformas que proponga el Ejecutivollegarán ‘preaprobadas’ alCongreso, pues no se podrán modificar y solo se podrán rechazar en bloque y por mayoría absoluta. Como eso es imposible, dada la composición actual del organismo, significa que todo debate será superfluo. Y al reducir a la mitad los debates necesarios para reformar la Constitución, se debilitan las cortapisas que se le habían incorporadopara evitar que fuera modificada de manera imprudente.
Pero lo más inquietante no es lo anterior, sino las facultades especiales que el Acto deposita en manos del presidente. Es como entregarle un cheque en blanco al mandatario para que durante un tiempo expida las normas —preaprobadas— que desee. Tal concentración de poder es lo más opuesto a una democracia moderna, con su separación de poderes y sus pesos y contrapesos.
Las respuestas negativa s que recibía esas columnas abarcaron el espectro desde la incredulidadhasta la injuria. Algunos me increparon acudiendo a los insultos de siempre: que era un ‘guerrer is ta ’, un desalmado que no quería la paz para mi país. Otros, menos abusivos, alegaron solamente que había que confiar en el gobierno, que a quién se le ocurría que el presidente haría mal uso de esas facultad es, quede seguro solo se emplearían en beneficio de la nación.
Pues bien, se han ido destapando las cartas y ya podemos ver mejor las intenciones del Ejecutivo y de los legisladores de la Unidad Nacional. Pero, para que no se me tache de nuevo de ‘conspiranoico’ o de ‘enemigo de la paz’, evitaré dar mi opinión. Me limitaré a citar al ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, quien, en un foro en Cartagena el 15 de abril —que fue poco reseñado por la prensa nacional—, dijo que hay que aprovechar la flexibilidad legislativa que se tramita en el Congreso para “no solo cumplir con los acuerdos de La Habana, sino ir más allá de ellos ”. En el mismo foro, el presidente Santos dijo que había que“aprovechar este momento… para ver qué tipo de re formas podemos acordar diferentes como complemento a los acuerdos de La Habana” (énfasis añadido).
De modo que —lo dice el gobierno, no yo— el Acto Legislativo será “aprovechado” (la palabra figura 13 veces en el discurso del presidente) para introducir reformas distintas a las del proceso de paz, algo que tanto el gobierno como sus aliados habían asegurado que no pasaría. Semejante extralimitación de facultades sería inaceptable viniendo incluso de un gobierno popular, pero viniendo de uno de los más impopulares de la historia de reciente es una afrenta a la democracia. Qué cara nos va a terminar saliendo esta paz.