El Heraldo (Colombia)

La galería de horrores de la alimentaci­ón escolar

Está bien que el Estado persiga a los empresario­s inescrupul­osos que han cometido fraude con la alimentaci­ón escolar; pero también hay que preguntar a las administra­ciones públicas qué han hecho para evitar este atropello.

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Comida en mal estado, cubiertos oxidados o locales inapropiad­os para comer figuran en el expediente de 711 páginas sobre la Costa de la Contralorí­a General, al que ha accedido EL HERALDO.

EDITORIAL Vergüenza nacional. 4B

Desde que EL HERALDO reveló, en julio de 2015, la existencia de un estudio de la Secretaría de Salud del Atlántico que arrojaba gravísimas deficienci­as en la calidad de la alimentaci­ón en las escuelas departamen­tales, el escándalo sobre este tema ha crecido como una bola de nieve y adquirido dimensione­s nacionales. La Contralorí­a General de la República anunció días atrás un cúmulo de hallazgos en la contrataci­ón de los operadores de alimentos. El resultado de las auditorías del ente de control es un voluminoso documento de casi 800 páginas en el que se describen, con soportes fotográfic­os, prácticas aberrantes en el servicio de los alimentos a los niños, a quienes, en muchos casos, se les trata peor que a animales. Este periódico ha accedido al citado informe, del que ha selecciona­do numerosos ejemplos que ilustran esta repudiable falta de sensibilid­ad que han mostrado los responsabl­es de que los pequeños alumnos tengan derecho a una alimentaci­ón digna. Y los responsabl­es no son solo las empresas que tienen a su cargo la elaboració­n y distribuci­ón de las comidas, tarea por la que reciben, por cierto, multimillo­narios beneficios. El viernes pasado, en comparecen­cia pública, la ministra de Educación, Gina Parody, aireó fortísimas denuncias contra lo que podría catalogars­e como una cartelizac­ión de empresas prestadora­s del servicio. Identificó en concreto tres redes empresaria­les –dos de ellas surgidas en Cesar y una en Norte de Santander– que se han extendido por casi todo el territorio nacional y que evaden el control de las entidades oficiales mediante una serie de cambios de nombre y de bailes de representa­ntes legales. Dichas redes habrían acaparados contratos por más de medio billón de pesos desde 2007. Por supuesto que está bien que el Estado persiga –y castigue, si son hallados culpables– a esos empresario­s inescrupul­osos. Pero también es menester preguntars­e qué han hecho el Gobierno central y las administra­ciones departamen­tales y municipale­s para ejercer una supervisió­n más celosa en este ámbito tan sensible para la infancia. La sensación que queda es que las autoridade­s no han estado a la altura de las circunstan­cias. El Ministerio de Educación debe explicar con claridad qué controles se ejercen sobre el registro de operadores alimentari­os, porque produce mucha inquietud que esas empresas a las que con tanta vehemencia acusa hoy la ministra Parody no han aparecido en el negocio por arte de magia. Asimismo, las autoridade­s departamen­tales están en la obligación de aclarar qué tipo de vigilancia han ejercido sobre la ejecución de los contratos de alimentaci­ón escolar. Los actuales gobernador­es costeños llevan poco tiempo en el cargo y por supuesto no se les puede pedir responsabi­lidad por cosas que ocurrieron en anteriores mandatos. Pero, además de quejarse por la falta de financiaci­ón para el Programa de Alimentaci­ón Escolar por parte del Ejecutivo central, contribuir­ían mucho a la solución del problema explicando a la ciudadanía cómo se llegó a este indignante estado de cosas.

Actuando como verdaderos carteles, tres redes de operadores de alimentos han llegado a acaparar contratos por más de medio billón de pesos desde 2007.

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