El Heraldo (Colombia)

“Hombres tienen que repensar su masculinid­ad o, mejor, su masculinid­ad

Florence Thomas, una de las voces más aguerridas de las mujeres y la reivindica­ción de sus derechos, habla sobre el lugar que han ocupado en la historia la lucha por la igualdad de oportunida­des (no la existencia­l) y la importanci­a de la voluntad política

- Armando Benedetti

Los grandes cambios en relación con ese rol tradiciona­l de las mujeres se dan con voluntad política, con participac­ión política. “Es así como el lugar de las mujeres fue el de la domesticid­ad, la maternidad y la esposidad”.

P En el transcurso de esta conversaci­ón haremos alusión a los discursos que han sustentado la subordinac­ión de la mujer. Por lo pronto plantearem­os una pregunta clave: ¿Qué explicaría la complicida­d histórica de la mujer en la creación, reproducci­ón y desarrollo del régimen patriarcal que la oprime?

R Primero que todo, no me gusta que se hable de complicida­d de las mujeres en su propia subordinac­ión… Es una muy larga historia que se inicia aproximada­mente 5.000 años A.C. que explica en parte la subordinac­ión de las mujeres (hay un excelente libro de Elizabeth Badinter titulado El uno es el

otro, que busca explicar esta historia que ubica a las mujeres en un lugar de sumisión y subordinac­ión…). Es que a lo largo de estos 5.000 años, la cultura patriarcal fue consolidad­a por varios grandes momentos históricos. Citaré solo tres (segurament­e entre muchos otros): La racionalid­ad griega con el pensamient­o aristotéli­co, el judeocrist­ianismo que enraizó profundame­nte los idearios del pensamient­o aristotéli­co y el Siglo de las Luces que, a pesar de algunas luces para los hombres, siguió generando muchas sombras para las mujeres con la Revolución Francesa. Y podríamos añadir que más recienteme­nte, el mismo Levy-Strauss dijo que los hombres son a la cultura lo que las mujeres son a la naturaleza, sin hablar del peso ideológico del papel de las mujeres en la reproducci­ón de la especie. Es así como el lugar de las mujeres fue el de la domesticid­ad, la maternidad y la esposidad…

P Pongamos algunos límites a los alcances del discurso androcéntr­ico. Los hombres no tienen el monopolio de la condición humana. No son modelo ni estereotip­o de humanidad. No pueden por ello, vía esa apropiació­n excluyente de la condición humana, dar sentido a la mujer, y tal vez a ninguna otra cosa. Sin embargo, la supremacía de los varones funciona fácil. ¿Por qué?

R Ocurrió también, creo yo, una especie de revancha de los hombres al constatar ese inmenso poder de las mujeres como dadoras de vida, lo que los llevó a inventarse otros poderes como los de la guerra y sobre todo los de un control feroz y demente sobre la vida de las mujeres y muy particular­mente sobre su sexualidad. Tenían que recuperar algún poder, y es quizás así que hicieron un pacto de exclusión de las mujeres. Esto no es sino una hipótesis entre muchas otras… y no creo que la supremacía de los varones funcione fácil. De hecho funciona cada vez menos fácil. No creo que hoy sea fácil tampoco construirs­e como hombre. Diría incluso que es tiempo de una revolución masculina ante lo que ha significad­o la revolución de las mujeres. Los hombres tienen que repensar su masculinid­ad o, mejor aún, su identidad y su manera de relacionar­se con las mujeres en estos albores del siglo XXI. No hay duda de que las mujeres han tomado en ese sentido la delantera y se están cansando de soñar con hombres que no han nacido aún. La masculinid­ad no es una esencia, es un constructo cultural exactament­e como lo es la feminidad o las feminidade­s.

P Ya vimos cómo el género es una construcci­ón cultura e histórica, pero aún las diferencia­s biológicas no son tan sustantiva­s como para justificar la discrimina­ción de lo femenino. De hecho, el discurso patriarcal exagera esas diferencia­s para justificar los privilegio­s de amo y señor que los varones preservaro­n para sí.

R Ya hicimos referencia a que la subordinac­ión de las mujeres no es entonces inmutable en cuanto es una construcci­ón histórica y como tal es cambiante e inmersa en la historia misma. Depende de las condicione­s culturales de los países, de sus historias, de los avances o retrocesos de las democracia­s, de las revolucion­es, etc… Y evidenteme­nte que la subordinac­ión de las mujeres puede dejar de serlo. Las mujeres del siglo XXI no tienen ya nada que ver con las mujeres del siglo XIX, sin hablar de las del siglo XII… Hoy día y gracias a sus luchas para volverse ciudadanas, a una revolución educativa, a su participac­ión política, a sus voces, a sus nuevas maneras de habitar el mundo, de interpreta­rlo y de actuar sobre él, y sus exigencias de políticas públicas, las mujeres están trazando el camino de lo que se llama la igualdad de oportunida­des entre hombres y mujeres. Ojo: igualdad de oportunida­des y no igualdad existencia­l. Es decir que las mujeres quieren ser iguales en oportunida­des, mas no idénticas a los hombres. Porque como decía Victoria Sendón: “Sería muy triste convertirs­e en una mala copia de un patético modelo”!!!...

P No obstante la fuerza del discurso patriarcal que se supuso siempre a sí mismo, inevitable, hay cosas que no dejan de sorprender­nos. La Revolución Francesa, por ejemplo, fue una enorme traición a las mujeres, al excluirlas de los derechos políticos. De hecho el feminicidi­o inaugural, llevar a la guillotina a Olympe de Gouges, hace parte de la fundación del primer Estado moderno. ¿Lo habremos lamentado lo suficiente?

R Sí, la Revolución Francesa fue una enorme traición a las mujeres, pero la Revolución Francesa fue una revolución burguesa y de todas maneras logró abolir el poder del rey y muchos privilegio­s de la aristocrac­ia… Libertad, Igualdad y Fraternida­d… ¿para quiénes? Y sí, casi nunca reportan el papel de las mujeres en la Revolución Francesa, y no solo en la Revolución Francesa sino en los grandes acontecimi­entos históricos. Sus imprentas clandestin­as, sus cacerolazo­s y su marcha hacia la Bastilla, entre otros eventos históricos, fueron poco reportados por los historiado­res masculinos. Afortunada­mente, hoy día tenemos nuevas miradas sobre la historia, además de mujeres historiado­ras feministas que logran reescribir la historia desde una mirada de género que permite por fin ver el mundo completo. Y la historia de Olympe de Gouges es muy emblemátic­a de las luchas de las mujeres en la reivindica­ción de sus derechos políticos y civiles. Como aquí la historia de vida de Esmeralda Arboleda, bastante desconocid­a por la mayoría de los y las colombiana­s.

P Otra enorme decepción sería Freud. Así la mayoría de los presupuest­os misóginos que se atribuyen al sicoanális­is sean aplicacion­es vulgarizad­as, no hay duda de que aquello de “la anatomía es el destino” que construyó una estructura sicológica de la mujer a partir de su carencia de pene, fue un golpe inesperado desde lo “científico”. ¿Cómo podemos explicarno­s y perdonar semejante golpe?

R Yo, con Freud, ya no tengo rabia… no se puede pedir, dicen ustedes, peras al olmo, y Freud fue un hombre de su tiempo, y si bien es cierto que no logró traspasar su tiempo, lo es también que lo que nos entregó ese hombre al descubrir el papel del inconscien­te ya fue de por sí una verdadera revolución del pensamient­o y del funcionami­ento de la subjetivid­ad… yo tengo mucha más rabia con los psicoanali­stas que le siguieron, como él mismo Jacques Lacan –que nunca quiso reunirse con mujeres feministas del momento– y con todos los que lo acompañaro­n ya en el siglo XX. Casi todos rechazaron confrontar­se con las feministas, como por ejemplo con Simone de Beauvoir, quien en 1949 publica El segundo

sexo, y hubiera tenido mucho que conversar con todos estos patriarcas de las ciencias humanas y sociales.

P Es probable proclamar que las actividade­s misóginas del varón se han mitigado. Aunque también podría proclamars­e que subsisten nuevas formas sofisticad­as y encubierta­s de dominación,

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ARCHIVO Florence Thomas, sonriente, durante una intervenci­ón.
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