Un primer intento: Protocolo de Kioto
El Protocolo de Kioto, aprobado en el año 1997 por la ONU, estableció objetivos de emisiones solo para países desarrollados, una de las razones por las que EEUU decidió no participar en ese pacto, que está en vigor desde 2005. Más adelante, en 2013, comienza el segundo periodo de este acuerdo, que finalizará en 2020; en él participan 38 países desarrollados, entre ellos la Unión Europea. A este segundo momento se suma la enmienda de Doha, en la que los países se comprometen a reducir las emisiones en un 18 %. Lo principal para alcanzar la meta que se ha propuesto es el comercio de emisiones, el cual fue impulsado por Estados Unidos debido a la presión de las grandes compañías. La mecánica es con base a la división y privatización de la atmósfera, donde los ‘permisos de contaminación’ se comercializan. Su ratificación en 156 países, inicialmente, se inició con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Estos países reciben ‘permisos de derechos de emisión’, los cuales serían equivalentes a su compromiso de reducción de emisiones y son calculados en unidades de dióxido de carbono. De acuerdo con la métrica, una tonelada corresponde a un permiso o licencia para poder contaminar hasta los límites fijados en el acuerdo. Los permisos son asignados gratuitamente a las industrias de cada país. Sin embargo, con este sistema recibe recompensa el que contamina.