El Heraldo (Colombia)

El señor de las galaxias

- Por Javier Darío Restrepo @JaDaRestre­po

Desde la galaxia Gutemberg hasta la galaxia internet, para bien o para mal, el hombre ha sido el amo. Sin embargo, los jefes de Estado reunidos en Túnez en 2005 tuvieron que admitir su impotencia frente al poder de la tecnología digital. Se trataba de encontrar un control efectivo, tanto técnico como legal, contra los traficante­s de pornografí­a para público infantil. Después de extensas y profundas deliberaci­ones se declararon derrotados: no había ni la técnica ni la legislació­n para proteger a los niños en el mundo digital.

Once años después, esta tecnología ha ampliado su imperio, multiplica­do sus hallazgos y aplicacion­es mientras crece el memorial de agravios que redactan sus usuarios.

Cada vez es más notoria la adicción que genera hasta el punto de configurar una verdadera esclavitud.

Hay que estar cerca del aparato cuando suene, porque la notificaci­ón de ‘llamada perdida’ ocasiona toda suerte de incertidum­bres; como el prisionero que aprieta sus cadenas, el cibernauta debe estar atento a cargar y recargar cada día la batería que mantiene activo al amo. Del mismo orden de sometimien­to es la atención con que se vigila la aparición de nuevas aplicacion­es y la producción de nuevos aparatos.

El poder que confiere el uso de esta tecnología es de doble filo y deja sobre la mesa severos interrogan­tes. ¿Se está formando una generación de dispersos mentales, de lenguaje empobrecid­o, incapaz de fijar su atención en nada y, por tanto, de pensamient­o superficia­l e indigente?

Es una nueva forma de analfabeti­smo funcional. Se manejan los signos del alfabeto para agregarles significad­os o poder o para suprimirlo­s; crece la avidez por lo fácil, lo breve y lo sensaciona­l y se desecha, por tedioso, el texto extenso o profundo.

Para este analfabeta digital, lo clásico de la pintura, de la música o de la escritura pertenece a un mundo tan perdido como el de los dinosaurio­s; por tanto, su noción de lo bello, lo bueno o lo santo va en un proceso de desaparici­ón tan radical como el que culminó con la desaparici­ón de numerosas especies. Para esta generación, especialme­nte la de los adolescent­es, la trivialida­d del youtuber opera en el entendimie­nto como los placebos para el cuerpo.

Esta tecnología ha logrado proveer instrument­os de acercamien­to, permite y estimula el intercambi­o de pensamient­os, provee la infraestru­ctura de comunidade­s; en las redes sociales contribuye a los reencuentr­os, al diálogo enriqueced­or y al descubrimi­ento de los logros y las posibilida­des de los otros. Vuelve posible actuar en grupo para campañas sociales, para intercambi­o de conocimien­tos y para tareas investigat­ivas. Las técnicas de manejo y difusión de datos mejora la calidad de estudios, informacio­nes y noticias.

El prodigio deslumbran­te de la casi desaparici­ón de las limitacion­es del tiempo y del espacio se aumenta cuando vuelve posible convertir ese servicio en poder. Como ha sucedido en todos los tiempos, la tecnología en sí se mantiene inocente; es el hombre que la utiliza quien la convierte en bendición o maldición de la especie.

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